En la mañana de este jueves 11 de abril se dio a conocer la noticia mundial de que falleció Orenthal James Simpson, más conocido como O.J. Simpson a los 76 años tras una dura batalla contra el cáncer. Simpson fue considerado uno de los mejores jugadores de la National Football League (NFL) del siglo XX y de todos los tiempos con premios en sus palmares como un MVP de temporada, un Superbowl y un lugar como integrante del Salón de la Fama. Además, en toda su trayectoria deportiva hizo parte de los equipos Buffalo Bills (1969-1977) y el San Francisco 49ers (1978-1979) en donde se retiró.
Sin embargo, toda su exitosa carrera deportiva se vio enlodada el 13 de junio de 1994, exactamente hace casi tres décadas, cuando un hallazgo de la policía estadounidense cambió su vida para siempre y lo puso en la mira de la sociedad.
‘El Pueblo contra O. J. Simpson’ fue el nombre del caso que llevó al Estado de California a acusarlo por el doble crimen de su exesposa, Nicole Brown Simpson, y su amigo, Ronald Goldman, quienes fueron apuñalados en el patio frontal de la casa que la mujer tenía en Brentwood, al oeste de Los Ángeles. Entre las evidencias que hallaron en la escena se destacó un guante ensangrentado cuyas manchas pertenecían a ambas víctimas, según lo aseguró un análisis de ADN realizado más adelante.
Cuando la policía encontró aquello, se dirigió de manera inmediata a la mansión de O.J. para preguntarle sobre lo sucedido, pero como no hubo respuesta frente a la puerta, uno de los agentes decidió saltó uno de los muros para ingresar a la propiedad. Una vez adentro, en el patio trasero pudo encontrar la camioneta de Bronco de la leyenda de la NFL con manchas de sangre en una de las puertas y el otro guante ensangrentado que completaba el par. Por lo tanto, con dicha prueba se convirtió en el principal sospechoso y único acusado.
Simpson fue arrestado el 17 de junio de 1994 tras una persecución policial que fue seguida por las cámaras de televisión y que obligó, por única vez en la historia, a interrumpir una final de la NBA, para mostrar cómo el exdeportista huía en su camioneta Bronco blanca con su amigo Al Cowlings. Una semana después de que fuera encarcelado, se declaró inocente, por lo que entonces empezó un largo proceso judicial en búsqueda de la verdad.
La Fiscalía sostenía que la evidencia de los guantes era la clave para dejar a O. J. tras las rejas porque había una prueba genética que marcaba que la sangre coincidía con la de las dos víctimas, además uno de los guantes había sido encontrado en la escena del crimen y otro en la propiedad del acusado.
Por su parte, los abogados defensores argumentaban que los guantes habían sido plantados por el oficial Mark Fuhrman, un agente racista que había participado de los allanamientos en la noche del crimen. Mientras tanto, en las calles de EE. UU. el racismo se había apoderado del juicio y todo parecía centrarse en una especie de guerra entre negros y blancos en donde Simpson era culpable o inocente de acuerdo a su color de piel.
Durante el juicio que fue transmitido por la televisión, todos pudieron ver el instante en el que O. J. recibió el guante izquierdo se lo colocó en su mano y con una sonrisa en su rostro le mostró a los asistentes que no le entraba. Posteriormente, se acercó a los jueces y mientras continuaba sonriendo dejó en claro que no había manera de que encajase. También decidió probarse el guante derecho y al tener los dos en sus manos sin que estos pudiesen cubrir el total de sus palmas, levantó sus brazos, encogió sus hombros y cerró así uno de los momentos judiciales más increíbles de la historia: “Demasiado apretados”.
Más allá de todas las versiones que algunas personas dieron sobre la escena mencionada, lo único cierto es que el 3 de octubre de 1995 el jurado declaró no culpable por el doble crimen a O.J. Simpson, quien dos años más tarde fue obligado a pagarle 33,5 millones de dólares a las familias Brown y Goldman, al ser apuntado como responsable por las muertes en un juicio civil. Desde aquel momento, la batalla legal y el caso de los guantes empezó a ser objeto de decenas de libros, documentales y hasta una miniserie, pero a pesar de todo nunca se pudo confirmar quién fue el que los utilizó aquella noche.