El tenista español Rafael Nadal no jugará este año en Roland Garros, donde iba a competir por su 15.ª corona, al no estar recuperado físicamente, y considera que 2024 será “el último año” de su carrera deportiva, según anunció este jueves.
Sin competir desde que se lesionó el iliopsoas de la pierna izquierda en enero, esta será la primera vez que Nadal, de 36 años, no acuda a su torneo predilecto desde su debut en París en 2005, cuando ganó su primer título. El mallorquín espera poder recuperarse para encarar 2024, que será su “último año”, afirmó.
El español aspira a tener un último baile al nivel de sus 22 títulos de Grand Slam, récord compartido con Novak Djokovic: 14 en la tierra parisina (2005-2008, 2010-2014, 2017-2020 y 2022), dos en Wimbledon (2008 y 2020), dos en Australia (2009 y 2022) y cuatro US Open (2010, 2013, 2017 y 2019).
Definitivamente, Nadal no llegará a lo que dijo el español Nicolás Almagro cuando se enfrentó en los octavos parisinos de 2008, cuando el mallorquín solo había conquistado tres títulos. Desesperado ante la paliza que estaba recibiendo (el partido acabó 6-1, 6-1 y 6-1), el que llegó a ser N.° 9 del ranking soltó a su banquillo: “¡Va a ganar 40 Roland Garros! ¡Va a tener 65 años y va a seguir ganando Roland Garros!”.
Pero sus números en París, donde ha jugado siempre desde que ganara su primer título en 2005, le han convertido ya en inmortal: 112 victorias en 115 partidos y 14 títulos. Y en arcilla suma con el de este domingo 474 victorias en 519 partidos, ¡más del 91 %!
Y fuera de la tierra y de los Grand Slam, la carrera de Nadal es prácticamente inigualable: 91 torneos ATP, N.° 1 mundial durante 209 semanas (el sexto en la clasificación histórica), cinco Copas Davis, doble campeón olímpico (en individuales y en dobles).
Bestia de combate
Hijo de una comerciante y de un empresario de Manacor, la tercera ciudad de Mallorca, isla a la que ha estado ligado toda su vida, Nadal pasó toda su infancia en el inmueble donde se alojaba toda la familia. Más bien un clan por lo unido que están todos sus miembros. Por ello la separación de sus padres en 2009 fue un duro golpe para el entonces veinteañero.
Dos de sus tíos tuvieron una importancia capital en la formación del tenista: Miguel Ángel Nadal, futbolista del FC Barcelona en los años 1990, que le hizo ser consciente desde pequeño de las exigencias del deporte profesional, y sobre todo Toni, su mentor a la edad de 4 años y hasta 2018, cuando su compatriota Carlos Moyà, ex N.° 1 mundial, pasó a entrenarle.
Bajo la tutela de Toni, el entrenador “más severo que uno pueda imaginar”, el joven prodigio comenzó a jugar en el club de tenis enfrente de la residencia familiar. “Me metía una gran presión, utilizaba un lenguaje brutal, a menudo gritaba; tenía miedo de él”, llegó a explicar el campeón.
Según Toni, era el precio a pagar para transformar a un niño más bien tímido y temeroso en una bestia de combate en la pista. Pero a la vez en un auténtico caballero. Además de sus títulos, Nadal puede estar orgulloso de ser uno de los pocos tenistas, sino el único, en no haber lanzado nunca su raqueta en un gesto de rabia y en no haber tenido nunca un comportamiento irrespetuoso, ya sea contra un rival, un juez o el público.
Un hombre normal
Menos dotado técnicamente que su eterno rival Roger Federer, pese a que no hay que subestimar la habilidad que tiene con su zurda, que solo la utiliza para jugar al tenis, ya que es diestro, la clave del éxito de Nadal está sobre todo en su mentalidad, en esa “capacidad de aceptar las dificultades y superarlas, mucho mayor que en la mayoría de los rivales”, admite el propio tenista.
Puede decirse que casi su mayor enemigo ha sido su propio cuerpo. En 2006, cuando iniciaba su carrera como profesional, pensó que tendría que dejar el tenis cuando le diagnosticaron el síndrome de Müller-Weiss, una malformación congénita en un hueso de su pie izquierdo, que le ha obligado a jugar con unas plantillas especiales y calzado personalizado.
Su lista de lesiones es casi tan larga como la de sus éxitos y sus problemas en las rodillas y en una muñeca le apartaron del circuito durante largos períodos, el último desde que fuera eliminado en la segunda ronda de Australia en enero por un problema en el iliopsoas de la pierna izquierda.
Este deportista inmensamente rico (más de 128 millones de dólares en premios, sin contar sus ingresos publicitarios y patrocinadores) y famoso en todo el mundo, se presenta como un tipo normal, cuya mayor afición es salir de pesca con sus amigos de toda la vida, ver partidos de fútbol (es seguidor del Real Madrid) y pasar tiempo con su esposa Francesca, una mallorquina con la que forma pareja desde 2019, con la que tuvo una hija en octubre.
*Con información de la AFP.