Cuando Jhon Freduar Vásquez Anaya era un chico de 13 años, se ganaba la vida recogiendo en una carretilla la basura de sus vecinos en el barrio El Líbano, una zona deprimida de Cartagena.
Con el dinero que le daban, el muchacho llevaba comida a casa para su madre y sus dos hermanas. Su padre pagaba una pena por homicidio. Y si le alcanzaba, Jhon se iba los domingos para el estadio, donde se imaginaba, desde las gradas, cómo sería la vida de un jugador.
Allí, en el estadio, Jhon se echaba unos pesos al bolsillo recogiendo latas de cerveza y gaseosa que dejaban los aficionados, y que luego vendía como chatarra.
“Era una lucha diaria mi vida”, dice ahora, 12 años después, el muchacho que ha jugado en Barranquilla F.C., Junior, Alianza Petrolera, Real Cartagena, Cúcuta y Deportivo Cali, el club que le permite seguir con la ilusión de aquel niño que se paraba en las puertas de las casas de los vecinos para ver los partidos de fútbol, porque en la suya no había televisor.
“De niño soñaba ser futbolista, luego estar en un equipo grande, ahora me veo en una máquina de bomberos festejando un título con el Cali, y mañana me imagino con la Selección y jugando el Mundial de Catar”, afirma el delantero, esposo de Elidith y padre de Salem y Estéfano.
Hace pocos días, junto a sus compañeros, regresó a los entrenamientos individuales en Pance, como lo permite el protocolo de bioseguridad aprobado por el Gobierno Nacional.
El País abordó al jugador verdiblanco para conocer más allá de los 40 goles que tiene en su cuenta.
¿Cómo fue sentir de nuevo la cancha de entreno del Cali en Pance?
Fue una alegría grande, como el primer día que entrené en Pance cuando llegué al Deportivo Cali. Estaba muy ansioso, al igual que mis compañeros, porque llevábamos cuatro meses entrenado en nuestras casas y no es igual que estar en la cancha, compartiendo con los compañeros, aunque haya que guardar distancia.
¿Fue difícil cuidarse en casa con respecto a la alimentación?
Es un compromiso de cada jugador. El 95 % de los futbolistas regresamos con uno o dos kilitos de más, pero es normal. No es igual estar en cancha que estar en casa. Yo me subo rápido de peso, pero había que hacer el sacrificio y regresé en forma.
Con Alianza hizo 14 goles en 2019 y con el Cali ya celebró en Suramericana, pero está pendiente la Liga...
Soy un jugador tranquilo, he hecho buenas presentaciones en la Liga, a pesar de que no he marcado. Soy de los que piensan que si el equipo gana, no importa quién haga los goles, todos sumamos con un pase o una acción de desgaste en la defensa rival. No me desespero con el gol, porque llega cuando menos se lo imagina.
¿Cómo se inició en el fútbol?
Empecé en una escuela en Cartagena y a los 15 años me llevaron a la cantera de Junior a hacer pruebas y gracias a Dios me quedé. Así empezó todo.
¿Fue siempre delantero?
Soy un jugador polivalente, puedo jugar de extremo derecho o izquierdo, o centrodelantero.
¿Cómo fue su niñez en Cartagena?
Vengo de un barrio muy humilde en Cartagena, El Líbano, que está en la zona más baja de la ciudad. Allí en ese barrio sobrevive el que siempre lucha, porque hay mucha pandilla, delincuencia, pero siempre me enfoqué en lo que quería ser, sacar adelante a mi familia y gracias a Dios ese es un sueño que estoy cumpliendo.
¿Se dejó tentar por las pandillas?
No, le doy gracias a Dios porque nunca caí en eso, siempre tuve unos papás que me enseñaron buenas cosas, a pesar de las dificultades económicas. Mi papá estuvo en la cárcel y cuando me fijé la meta de ser futbolista, tuve la fortuna de encontrarme con un técnico que fue como mi padre, Santiago Rodríguez. Es caleño, fue jugador del Cartagena y Huila, y fundó la escuela donde yo empecé, la Vencedores Fútbol Club.
¿Por qué estuvo detenido su padre?
En su juventud tuvo un problema que desencadenó con la muerte de una persona, yo estaba pequeño, y Santiago fue un gran apoyo. No solo me entrenaba, sino que me ayudaba con la alimentación, los útiles, me decía que me alejara de las cosas malas del barrio y me llevó a vivir a su casa. Mi padre estuvo 7 años preso, pero gracias a Dios recuperó su libertad.
¿Qué tanto tuvo que luchar Jhon para sobrevivir?
A los 13 años conseguí una carretillita para botar la basura de mis vecinos, porque al barrio no entraba el camión de la basura, entonces la gente me daba 100 o 200 pesos y eso me servía para llevar algo para la casa y para ir a los entrenamientos y los partidos de fútbol en el estadio. Cuando no me alcanzaba, el profesor Santiago me daba lo de los pasajes para entrenar.
Había que gambetear con muchos recursos la pobreza…
Sin duda. Mis papás nunca pudieron comprarme un par de guayos, no había plata. Entonces, el profesor Santiago consiguió un señor que me apadrinó y él era quien me compraba los guayos cada que necesitaba.
¿En qué soñaba en ese momento?
Solo quería ser jugador profesional. En mi casa no había televisor y me iba para las casas de los vecinos y me paraba en la puerta para ver Fútbol Manía en ese tiempo. Pero gracias a Dios, a mi familia, a Santiago, nunca me acosté sin probar comida.
¿Recuerda su primer salario?
Mi primer salario lo tuve en el Barranquilla FC y lo cobró mi mamá porque yo tenía 17 años, era menor de edad. Ella me dio una parte y el resto se lo llevó para comprar comida.
Hoy son otros tiempos, juega en el Deportivo Cali, gran institución…
La vida me cambió totalmente, gracia a Dios. Todos los días, cuando despierto, recuerdo que no tenía nada, que la casa de mis padres era de palos, de madera, y eso me impulsa para seguir trabajando y seguir soñando.
¿Qué sueña hoy?
Ser campeón con el Cali. Cada noche, cuando me acuesto, me veo celebrando el título con el equipo en diciembre, montado en un carro de bomberos. Sueño con jugar en Italia y estar en el Mundial de Catar 2022, y estoy trabajando duro para eso.
Datos
Deportivo Cali comenzó este lunes la segunda semana de entrenamientos individuales en su sede de Pance, sin mayores novedades.
Los trabajos continuarán este martes, siendo el Cali uno de los oncenos que más unidades de entrenamientos acumula en este regreso de los equipos a los campos.
De otro lado, los directivos azucareros están a la expectativa de lo que suceda esta semana en cuanto a la crisis que vive la Dimayor.