En el año 2001 el Gobierno colombiano tomó la decisión de impulsar la industria de los biocombustibles -etanol y biodiésel- y se expidió la primera resolución con la que se crearon estímulos para su producción y comercialización.

La agroindustria del Valle del Cauca le apostó al nuevo negocio de etanol (producto que se mezcla con la gasolina que se vende en el país) y realizaron inversiones por US$255 millones. Hoy existen 6 destilerías en la región, las cuales el año pasado produjeron 434 millones de litros de etanol.

Además, hace unos meses entró al negocio la planta de Bioenergy de propiedad de Ecopetrol que tuvo una inversión cercana a los US$700 millones.

Para la industria de la caña este esfuerzo realizado en gran parte por el sector privado está en riesgo. La razón, la apertura del mercado, pues desde mayo pasado el etanol o alcohol carburante se puede importar libremente.

Pero el problema no son las importaciones en sí. Para Asocaña, el lío es que el producto ingresa casi a mitad de precio del que se produce en Colombia y su calidad no es la mejor.

Solo desde mayo y hasta la fecha las importaciones sumaron 24 millones de litros, es decir, el 20 % del mercado local, cifra que generó alarma en la industria. “El ingreso de etanol de los Estados Unidos está poniendo en riesgo el presente y futuro de las seis destilerías del Valle y de la región”, dijo Juan Carlos Mira, presidente de Asocaña.

Los temores

Estados Unidos y Brasil dominan el mercado de los biocombustibles. Según cifras de la Asociación de Combustibles Renovables, estos dos países suman el 85 % de la producción mundial de etanol (ver gráficos).
La industria estadounidense produjo 58.000 millones de litros el año pasado, mientras que Colombia no llegó a los 500 millones de litros.
Jorge Bendeck, presidente de la Federación Nacional de Biocombustibles de Colombia, Fedebiocombustibles, explicó que la industria del alcohol carburante en Estados Unidos -que lo produce de maíz- recibe muchos subsidios, los cuales suman US$50 billones, según estimaciones del gremio, por lo que no existe una competencia equitativa para Colombia.

Por ejemplo, un galón de etanol de maíz de Estados Unidos cuesta $5400, mientras que en el país el valor del galón, que sale de la caña, equivale a $8559.

Esto hace que los grandes distribuidores de combustibles prefieran importar el insumo de EE. UU. a comprar en el territorio nacional, a costa del sector productivo local.

“No nos oponemos a las importaciones, pero sí exigimos que la cancha esté nivelada para poder competir. Si Estados Unidos otorga subsidios y Colombia no, lo lógico es que cuando ese producto entre al país se le aplique en su valor un costo equivalente al subsidio que reciben para que se compita en condiciones iguales. Un producto subsidiado destruye la industria”, explicó Bendeck.

El panorama no parece tan claro porque Estados Unidos tiene muchos excedentes de etanol y podría enviarle a Colombia, incluso, toda la producción que hoy está en manos de la empresa nacional.

434
millones de litros de alcohol carburante produjo la industria de la caña en Colombia en 2016.

Expectativa

Una de las razones de Colombia para incursionar en el negocio de los biocombustibles fue reducir el impacto ambiental. Y bajo esta premisa la industria tiene una esperanza de poder nivelar el mercado de los alcoholes.

No todos los bioetanoles son de la misma calidad. Se estima que el producido de caña de Colombia aporta en términos de reducciones de emisiones, 74 %, mientras que el de maíz producido en Estados Unidos solo el 10 %, es decir, tiene una calidad muy inferior, según el gremio de la caña.

Esteban Piedrahita, presidente de la Cámara de Comercio de Cali, considera que el etanol americano, desde el punto de vista ambiental, es ineficiente y aporta menos beneficios, a tal punto que algunos estados de los EE. UU. como California han prohibido el uso de este biocombustible. “Creo que la salida es la que propone el sector y es que se establezcan los mismos estándares de calidad que se tienen para el etanol colombiano para las importaciones. Sería la solución para no acabar con la industria colombiana”, dijo.

Esto impediría que se dé un aumento desmesurado en las importaciones, porque al exigir mayor calidad se restringiría el ingreso al país de una gran parte del alcohol que venden los estadounidenses.
El Gobierno Nacional ya prepara una resolución en la que se establece cuál es la calidad del etanol que debe entrar al país, la cual es la esperanza de la agroindustria, pero aún esta norma no es una realidad.

Saúl Santamaría, experto ambiental, dice que la diferencia entre el etanol de maíz y de la caña está en el proceso. Pero cuenta que si Estados Unidos se esfuerza, podría cumplir los estándares de calidad que piensa exigir Colombia, es decir, que aún emitiendo esa resolución ambiental que está a la espera, la industria local podría seguir amenazada.

Por eso el Presidente de Fedebiocombustibles pidió al Gobierno el respeto por las reglas de juego con las que se fomentó esta industria. “Las reglas no se han respetado, se cambian y la incertidumbre reina porque no se sabe que pasará al mes siguiente”.

Por ahora los productores tanto de etanol como biodiésel (el Gobierno también ha autorizado la importación de este biocombustible) no tienen claro cuál será el futuro del negocio al que hace unos años le apostaron.
Mientras tanto, los importadores de etanol argumentan que lo hacen por competitividad y abastecimiento.

8 %
de etanol tiene la gasolina oxigenada que se consume hoy en todo el territorio colombiano.