Por: Paola Gómez, especial para El País
A pesar de que hace 13 años en Colombia existe una Ley del Cuidado, hay “una lentitud en las estrategias actuales y espacios para nuevas formas de abordar la situación de la mujer”. Así lo analiza la exministra Cecilia López Montaño, quien siendo senadora creó la citada ley y lleva años de estudio en torno a este actor de la economía que le representa el 20% al Producto Interno Bruto, PIB, y sin embargo no se dimensiona su valor real.
El pasado viernes estuvo en Cali, en un conversatorio realizado en la Fundación WWB Colombia. Allí compartió sus análisis en torno a la economía del cuidado y cómo esta resulta vital en el cierre de brechas de género. Además, destacó hallazgos de la investigación ‘Covid-19, impacto sobre la vida de la mujer’: “a pesar de que la interrelación entre el cuidado no remunerado y el trabajo remunerado siempre ha existido, “solo con el confinamiento, el conflicto entre estas dos actividades bajo el mismo techo muestra el gran peso en el uso del tiempo de la mujer”.
¿Por qué es necesario estudiar el cuidado?, ¿de dónde surge la preocupación?
La preocupación surgió desde que yo estaba en el Senado y empecé a ver cómo no encontrábamos la explicación de por qué estaba tan frenada la inclusión de la mujer en la actividad productiva. Un indicador que me preocupó mucho, fue que la proporción de mujeres sin capacidad de generar ingresos era el 30% en América Latina. Ahí empecé a indagar dónde está el freno y vi que en México estaban midiendo la economía del cuidado y que eso ya lo habían hecho en Europa. Así surgió la necesidad de hacer una ley y desde ese momento, en el 2010, comencé a trabajar el tema y encontré que había una fuente no explorada suficientemente para empezar a reducir las brechas tan grandes entre hombres y mujeres.
¿Hemos tenido avances en Colombia o estamos lejos de reducir esas brechas?
Creo que en Colombia, como en el mundo en general, ha habido avances. La vida de las mujeres de hoy no es la vida de las mujeres de antes. Hay una diferencia muy grande. Sin embargo, la autonomía de las mujeres, que para mí es clave porque cuando una mujer es autónoma puede vencer muchos de los problemas que tiene, sigue estando en una proporción muy baja, pese a las grandes revoluciones de las mujeres.
Primero se educaron y no hubo una política específica para eso, a principios del siglo pasado. Después, en Colombia hicieron una cosa mágica las mujeres, que nadie les ha agradecido, que fue la transición demográfica. A pesar de los hombres y a pesar de la iglesia redujeron la tasa de fecundidad de una manera impresionante y eso le ahorró al país millones de pobres y millones de recursos.
SI eso no hubiera pasado hoy la tasa de pobreza y desigualdad sería mayor. Nunca les han reconocido eso. Desde la década del 70 empezó esta fuerza por entrar al mercado laboral y ahí es donde yo siento que la cosa se paró. Claro que hoy, por ejemplo, vemos en las mujeres solteras una tasa de participación alta en el mercado laboral, muy parecida a la de los hombres; pero se casan o tienen hijos y se desploma. Eso quiere decir que ahí está el problema, que en mi opinión es el problema del cuidado, fundamentalmente.
Usted analizó el impacto de la pandemia sobre la vida de la mujer, ¿Qué encontró?
Tengo varias conclusiones. La negativa es que se desplomó la estrategia de las mujeres, que salieron del mercado en todo el mundo, rápidamente, el desempleo se disparó, el cuidado aumentó. Tanto que se luchó para que se reconociera el asunto del cuidado no remunerado y se les duplicó. Y, sobre todo, la gran estrategia reciente en el mundo, que ha sido la lucha contra la violencia a la mujer, se disparó de nuevo.
Para mí la primera conclusión es que no se está haciendo bien la estrategia para la mujer. Mi posición es que no tocamos la esencia de que se siga viendo a la mujer como la responsable del cuidado. Pero la parte positiva es que el cuidado salió de ese lugar oscuro en que estaba y se volvió un tema fundamental, pero todavía no se reconoce como un nuevo sector tan importante como la educación y la salud. Ningún estado lo reconoce y esa es la lucha que estamos dando.
¿Cómo lograr sacar el tema del cuidado del hogar si muchos emprendimientos de mujeres están ahí justamente para responder también a esa necesidad?
Hay una política clara que en su momento entendió que a la mujer hay que darle ingresos. ¿Cómo le damos ingresos? con una actividad que le permita ser cuidadora y así surgieron el emprendimiento y el micro crédito. Pero hoy, décadas después, nos damos cuenta de que sí, eso pudo tener un impacto positivo pero no cerró la brecha, ¿por qué? porque la premisa era aceptar que la mujer era la responsable del cuidado, que es lo que en este momento hay que cambiar. El responsable del cuidado es el Estado y el mercado. Y el cuidado en el hogar hay que repartirlo porque pesa mucho. Ya lo medimos, es el 20% del PIB, no hay ninguna actividad que contribuya al PIB como lo hace el cuidado.
Usted ha dicho, además, que no hay que confundir el cuidado con el amor, por todas las implicaciones que ello tiene…
Yo creo que ha habido una visión de que las mujeres entiendan que el amor y el cuidado son una sola cosa. Eso no es así, una cosa es el amor y otra cosa es el cuidado. El cuidado son actividades, servicios, pero se cree que el cuidado debería ser propio de la mujer porque somos sensibles, se vio como algo natural y eso nos puso una cruz.
Digo que hay que separarlos porque en esa confusión se insiste en que la mujer debe ser la cuidadora. El amor es tener tiempo con los hijos para transmitir los valores de la familia, para que conozcan la historia. Y vimos cómo todo eso se perdió en la pandemia, por las labores de cuidado no remunerado en el hogar. Inclusive, afectó el amor con la pareja. Yo digo que el covid bajó la tasa de fecundidad en Colombia y bajaron los nacimientos porque no había tiempo; las mujeres tenían horarios de 17 horas de cuidado y algo de trabajo remunerado, y los hombres tenían 16 horas de trabajo desde casa. A qué horas, entonces, había amor, si todo el mundo estaba agotado.
También ha sido crítica de los sistemas de manzanas de cuidado del país, ¿qué hacer para mejorarlos?
Uno no puede improvisar en cómo sacar a la mujer del hogar. Primero se tienen que hacer unas encuestas y entender bien en dónde está el peso. Yo creo que el mayor peso está en educación, porque no hay jornada completa para los niños y eso ya es un problema. Lo del lavado, que hay en esas manzanas de cuidado, es cierto, sirven. Pero allí mi crítica es que seguimos con la idea de mujer cuidadora y no se mira la dimensión económica del cuidado. Esas manzanas se vuelven como una especie de club, donde las mujeres pasan rico. Hay que romper con la idea de que las mujeres tienen que cuidar.
¿Qué recomendarles, a los alcaldes electos, en cuanto a políticas públicas de cuidado?
La verdadera estrategia novedosa de la mujer es sacar el cuidado a la luz pública y quitarle ese peso a la mujer. A mí me parece que eso se puede hacer a través de pilares del cuidado. Me gustaría que arrancara Cali con eso, esa es mi invitación al nuevo alcalde y por estamos aquí en la Fundación WWB Colombia.
Para esos pilares hacemos una encuesta de las mujeres con el fin de ver cómo distribuyen su tiempo comparado con los hombres y escogemos qué es lo que más les pesa y sacamos eso con ayuda de la parte política, del alcalde y del sector privado, para entender qué es lo que pesa Por ejemplo, completar la jornada educativa de los muchachos, enseñándoles cosas lúdicas o sistemas, y se analizan otras actividades que habría que mirar a través de una encuesta.