Desde el pasado diciembre, el coronavirus de Wuhan, o Covid-19, ha contagiado a más de 77.000 personas al interior de China, y ha provocado la muerte de 2.700 de ellas.

La expansión del mortal virus en ese país asiático ha obligado el cierre de ciudades y ha paralizado fábricas y oficinas. Es probablemente la crisis de salud pública más grave en la historia reciente de este país de 1.300 millones de habitantes.

Vivir allí, en Wuhan, en la ciudad de las cuarentenas y los tapabocas; y de los frenéticos hospitales que se construyen en diez días y se llenan en horas, debe ser angustiante. Pero no lo es menos para aquellos que están afuera, esos miles de chinos que observan desde la distancia, impotentes, cómo un enemigo invisible - hasta ahora sin cura - cobra docenas de vidas de sus compatriotas día a día.

Así lo ve, a 16.000 kilómetros de distancia, Ping Huang, un hombre adulto de 61 años, oriundo de Guangdong, del sur de China, quien llegó hace treinta años a Cali.

“Llegué en febrero de 1981 en un barco a Puerto Colombia, en Barranquilla. En ese momento China era un poco pobre, había mucha gente buscando trabajo y era difícil. Y un tío que estaba en Barranquilla me llamó para que trabajara con él. Allá él tenía negocios con otros chinos, en restaurantes, tiendas y taxis”, cuenta Huang, hombre de ojos y cabellos grises.

Tras unos años en Barranquilla - dice - se trasladó a Cali para buscar una oportunidad de negocio, pues en la capital del Atlántico la competencia de restaurantes chinos estaba muy reñida.

Hoy Huang es el propietario del Restaurante Mandarín, ubicado en el centro de Cali, frente a la antigua Plazoleta del Correo (o de Avianca). Él mismo abre cada mañana a las 11:00, minutos antes de que empiecen a llegar los pedidos de domicilios para las oficinas cercanas.

Como Huang, en la capital del Valle habrían unos 500 ciudadanos chinos - o hijos de chinos -; en todo el Valle, unos 1.000; y en toda Colombia, se estiman alrededor de 28.000, cuenta Kenny Tsui, de 65 años, quien preside la Asociación de la Colonia China en Colombia.

Según Tsui, la primera gran ola de migración china hacia Colombia ocurrió en los años 50. La mayoría llegaban al puerto de Barranquilla, donde los dejaban los barcos que tenían como destino a Suramérica.

“En ese tiempo llegaron los chinos de la primera generación. China estaba sufriendo después de la segunda guerra mundial y la economía era pobre”, explica Tsui, quien es conocido como el ‘duro’ de los comerciantes chinos en San Victorino, en Bogotá.

De acuerdo con la Asociación que preside Tsui, los chinos que ahora llegan a Colombia no vienen a buscar empleo, sino oportunidades de negocio.

Una gran parte de estos inmigrantes en el país se dedican al sector de restaurantes chinos. Se estima que en toda Colombia hay unos 1500 de estos lugares. En Cali no serían más de 50.

Y otra buena parte de esta población está dedicada al comercio. Para los chinos es una gran ventaja poder entrar a su país, hacer negocios, hablar el idioma y coordinar con sus familias los envíos a Colombia, cuenta Tsui.
En el centro de Cali, es frecuente ver en la Calle 13, entre carreras 5 y 6, a comerciantes chinos entrando y saliendo del edificio contigüo al Edificio El Café, donde se sabe que la mayoría de locales - con nombres como YingXin o Jing Dian - son propiedad de estos comerciantes asiáticos.

Solo el año pasado, de China llegaron importaciones por US$10.900 millones a Colombia, una cifra que supera en 4% a la registrada en 2018. Naturalmente, lo que más llega de China es tecnología, como teléfonos celulares y computadores; y también neumáticos y textiles.

“La situación del coronavirus es muy preocupante - dice Tsui -, está afectando la salud pública, la economía y por eso espero que se resuelva pronto. Nosotros tenemos la esperanza de que con el verano, que ya viene, se pueda disminuir el virus”.

Con la misma voz optimista habla Changwu Wang, un hombre de 49 años de edad, quien lleva 20 de ellos en Cali.

En la ciudad inició como importador de mercancías, particularmente calzado; un negocio que llevaba a cabo con su esposa caleña, Ximena Muñoz. Tras unos años de buenos números, la pareja decidió fundar en 2006 una de las marcas de calzado de mayor popularidad en Colombia: Evacol.

“La ciudad en la que yo nací en China se llama Hefei, de la provincia de Anhuí. Allá fui la última vez en noviembre, cuando todavía no se había dado el virus”, cuenta Wang, quien ve con esperanza la reducción de nuevos casos en los últimos días en su país.

Así como Huang (del restaurante Mandarín), el señor Wang suele visitar la sede que tiene la Asociación de la Colonia China en Cali.

Se trata de una casa grande, en el barrio La Flora, adornada en su fachada con grandes columnas rojas, dorados techos de guadua y pequeños globos que cuelgan con imágenes de imponentes dragones orientales.

En su interior, la casa tiene un pequeño corredor de bienvenida con paredes llenas de recuerdos fotográficos de los líderes de la Asociación durante fechas especiales o reuniones con importantes figuras del Gobierno Nacional. Después del pasillo se encuentra una sala amplia. Y en ella una tarima que muestra un letrero en mandarín sobre el Año Nuevo Chino; y a cada costado, una bandera de Colombia y otra del gigante asiático.

“En la comunidad hacemos todo tipo de celebraciones. Nos reunimos semanalmente para hacer juegos de nuestro país, como el dominó chino, y celebraciones como el Año Nuevo Chino, el Día de la Luna o el Día de la Mujer, que ya se acerca”, explica la joven Tingmei Chen, de 24 años de edad, la que mejor habla español de todos en la Asociación.

Chen llegó hace doce años a Cali, pues su padre y sus tíos instalaron aquí sus negocios de comercio. Ahora está terminando sus estudios en Comercio Exterior en la Universidad del Valle.

Sobre el mortal virus de su país, Chen dice sentirse optimista ante las medidas tomadas por su Gobierno y advierte que no tiene sentido el temor en Cali o en Colombia ante las personas con rasgos como los suyos.

“El coronavirus no tiene nacionalidad, no se preocupen, no por ser chinos nosotros les vamos a contagiar el virus. Nosotros somos residentes en Colombia y llevamos tiempo sin salir del país. No hay preocupación alguna”, comenta.

En la casa, mientras Cheng se encarga de hablar con los visitantes, un grupo de mujeres más adultas ensaya la coreografía de un baile que preparan para el Día de la Mujer. En el salón, al ritmo de una música con flauta de guadua, extienden y recogen sus brazos mientras dan cortos giros con los pies.

También, un grupo de hombres se reúne para tomar té - que ofrecen con bastante orgullo a los invitados - y jugar una tradicional modalidad de dominó.

A la distancia, los chinos en Cali esperan que el sufrimiento de sus compatriotas en el centro y oriente de China pueda acabar en las próximas semanas, con la llegada del verano, y mientras tanto aplauden las acciones del Gobierno y ayudan con lo que tienen al alcance: en el viaje del avión de la Fuerza Aérea que fue a rescatar colombianos en Wuhan, estos inmigrantes chinos enviaron millones de tapabocas para su país.