El gusto por la medicina a Alejandro Enríquez le nació desde muy pequeño. Muchos dirán que esto se debe a que sus progenitores son médicos, su madre es dermatóloga y su padre es pediatra, pero, para él, esta pasión va más allá de una tradición familiar. “Yo tenía un gran amigo en el colegio al que, cuando estábamos en sexto de bachillerato, le apareció un tumor cerebral y falleció. Ese episodio influyó mucho en mi decisión de estudiar medicina y posteriormente, neurocirugía”, dice este caleño que inició, en Estados Unidos, una residencia médica en Neurocirugía en la escuela de Medicina de la prestigiosa Universidad de Harvard.
Ser aceptado como residente en neurocirugía en la Harvard ha sido el desafío más difícil al que este egresado de la Universidad Icesi se ha enfrentado, pues “desde que estaba en Cali, en el Colegio Juanambú, me han gustado los grandes retos, porque debo dar el ciento por ciento de mí. Siempre habrá personas que dirán que lo que hago es muy difícil o que es imposible de lograr, pero eso lo tomo como una motivación más, porque si uno tiene las metas y sueños claros, los logrará”.
Su capacidad de alcanzar lo que se propone sorprende incluso a su madre, la doctora María del Pilar Marulanda, quien ha visto cómo logra no solo lo que se empeña en su vida profesional, sino en cosas sencillas de la vida. Por ejemplo, agrega, “cuando estaba en el colegio él no fue buen deportista, su amor al deporte lo desarrolló en la universidad y ahora el ejercicio es una parte imprescindible de su vida”.
La dermatóloga cuenta que son muy pocas cosas las que sacan de casillas a su hijo, pero una de ellas “es sentir que está desperdiciando el tiempo en algo”. Por eso es que el tiempo es de sus más preciados tesoros. Y lo emplea mucho para ampliar sus conocimientos, para prepararse: realizó un curso de bioestadística aplicada y otro de estrategias de escritura exitosa de “grants” (convocatorias para subsidios en investigación) en Harvard Medical School.
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Competencia internacional
La aplicación a una especialidad médica en Estados Unidos, sobre todo en neurocirugía, es muy competitiva. Esta disciplina de la medicina, y una especialidad de la cirugía, se ocupa del estudio, tratamiento, prevención, diagnóstico, evaluación terapéutica, cuidado intensivo y rehabilitación de las enfermedades quirúrgicas del sistema nervioso central, periférico y autónomo, así como del manejo operatorio y no operatorio del dolor, cualquiera que sea la edad del paciente.
Para optar por un cupo en esta especialidad, este médico graduado en 2015, en la primera promoción del programa de Medicina de la Universidad Icesi, no solo debió competir con médicos estadounidenses, sino también con especialistas de otros países del mundo. También debió presentar una hoja de vida íntegra, en la que figuran experiencias clínicas y su participación en investigaciones desarrolladas.
Los exámenes para ocupar uno de los 232 lugares disponibles en la residencia son los USMLE y fueron tres: dos los presentó en Colombia y el tercero en Estados Unidos. En una de las evaluaciones hay doce personas que simulan ser pacientes y tener síntomas de diferentes enfermedades. Con base en la información que le suministraba cada ‘paciente’, Alejandro debía hacer el diagnóstico. “Nos califican todo, hasta la manera como nos relacionamos con el paciente y el nivel de inglés”, manifiesta.
“Cuando presenté la última prueba sentí que me fue bien. Luego me di cuenta de que había sacado mejor puntaje del que esperaba, pues mi calificación fue de 263 puntos y la nota máxima está en un promedio de 275 puntos. 400 personas presentaron estas pruebas”, recuerda con emoción este hincha del Deportivo Cali, pasión que heredó de su padre.
“La residencia en neurocirugía la inicié el primero de julio pasado y dura siete años. Consiste en rotar en tres hospitales principales. Uno de ellos es afiliado de Harvard, otro es el Boston Medical Center y el tercero es el Boston Children’s Hospital, lugar donde se realizan las rotaciones pediátricas. Todo el programa es patrocinado por la Universidad de Harvard”, explica este caleño de 29 años.
En el primer año de la residencia se estudia todo lo relacionado con las bases de la neurocirugía. El segundo año se llevan a cabo visitas al quirófano para realizar algunas operaciones y, posteriormente, se estudian ciertas enfermedades, como por ejemplo, traumas o tumores en la cabeza y ciertas patologías pediátricas.
Este logro de Alejandro cobra más importancia si se compara con el tiempo que otros especialistas han tenido que vivir en Estados Unidos para poder al menos postularse a la residencia en neurocirugía. Este icesista graduado con honores Cum Laude, llegó en el 2017 a tierras estadounidenses luego de pasar por la Fundación Valle del Lili, lugar donde realizó un rural de investigación, experiencia que califica como vital, porque allí pudo “encontrar desde casos muy sencillos hasta situaciones complejas como trasplantes, pacientes con enfermedades del sistema inmune o personas que requieren tratamientos de neurocirugía”.
También estuvo en centros como el Hospital Primitivo Iglesias, el Isaías Duarte Cancino, la Clínica Amiga y otras instituciones de la red de Comfandi en las que adquirió experiencia que le ayudó para viajar a EE. UU.
Eso sí, reconoce que, a pesar de saber inglés, el arribo a ese país no fue nada fácil. “Yo conocía el idioma, pero debí presentar ciertos exámenes de homologación cuando viajé. El impacto es fuerte porque el invierno es muy duro en Boston y el sol sale a las 8:00 a.m. y a las 5:00 de la tarde ya está oscuro de nuevo. Todo eso influye. Sin embargo, llegué con mi esposa Malibea Sierra, a la que conocí en la universidad. Recuerdo que yo iba dos semestres más avanzado que ella en medicina, pero aún así salimos, todo fluyó, nos volvimos grandes amigos y al poco tiempo nos convertimos en novios. Nos casamos luego de estar viviendo dos años en Estados Unidos”, afirma este joven apasionado por la guitarra.
A demostrar que se es competente
Lo primero que Alejandro hizo en EE. UU. fue un año de investigación en Boston. Luego trabajó en el Boston Medical Center, donde atendió a población de escasos recursos, a pacientes inmigrantes y comunidad afro, “fue una interacción muy gratificante porque uno ayuda a personas que necesitan mucho cuidado”, expresa, y agrega que ha podido comprobar que los médicos colombianos han dejado en alto el nombre de nuestro país en Estados Unidos, pues “como uno ingresa a un sistema en el que uno no actúa como local, debemos abrirnos paso y demostrar que somos competentes. Ha sido una transición buena y me he logrado acoplar sin problemas al mundo médico. Hasta el momento no he sufrido rechazo alguno”.
Este joven doctor, aficionado a correr al aire libre, explica que actualmente la neurocirugía ha presentado avances en el manejo de aneurismas cerebrales porque se está tratando de hacer manejos mínimamente invasivos. Además, está avanzando en el uso de la Estimulación Cerebral Profunda, procedimiento que consiste en insertar dispositivos en ciertos núcleos del cerebro para estimular algunas partes mediante electricidad. Esto ayudaría en el tratamiento de enfermedades como el Parkinson. Alejandro asegura, además, que “la neurocirugía es un campo que está evolucionando y siempre habrá espacio para la innovación” y señala que tiene claro que, aunque ha pasado muchas horas estudiando en hospitales y en salas de cirugía, su carrera apenas está iniciando.