Desde muy niña fue inquieta y curiosa. Por eso se enamoró del mundo de los microscopios y de las materias del bachillerato como química, física, biología y matemáticas, a las que muchos jóvenes les huyen en los colegios.

A pesar de su origen humilde, Ana María Zetty Arenas, hija de don Porfirio —vigilante de oficio— y Luz Mary, una ama de casa, siempre soñó muy alto para romper muchas barreras desde el complejo e intrincado mundo de la ciencia.

Con su inteligencia le hizo el quite a las dificultades familiares y al estigma de la pobreza, para convertirse en la mejor estudiante de su colegio, La Sagrada Familia, en Palmira, su ciudad natal.

Esos sueños de ser investigadora se fueron cristalizando poco a poco. Con sus excelentes calificaciones estudió Ingeniería Agroindustrial en la Universidad Nacional de Colombia, sede Palmira, y era tan ‘pilosa’ que se graduó con honores no en diez sino en nueve semestres.

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Ana María —como buena investigadora— y ella misma lo señala, buscó profundizar sus conocimientos e hizo una maestría en Ingeniería Química en la Escuela Politécnica de la Universidad de São Paulo, a donde llegó becada. Luego clasificó entre los cinco mejores puntajes de Colciencias, donde compitió con 135 de los profesionales más ‘porras’ del país.

El ahora expresidente Juan Manuel Santos le entregó en 2013 la beca para estudiar el doctorado en Brasil.

A sus 33 años de edad, Ana María es considerada ya una de las autoridades científicas en el campo de los biocombustibles en Colombia, área que cada vez se impone.

Hacia el doble doctorado

Después de completar su maestría, regresó a Colombia para trabajar como asistente de investigación en la producción de bioetanol a partir de yuca en el Centro Internacional de Agricultura Tropical, Ciat. Fue esa experiencia la que le despertó el interés de ahondar en ese campo.

Su mente inquieta la transportó años después a las grandes ligas de la investigación en el área de los biocombustibles que se fabrican a partir de insumos orgánicos como el bagazo de caña, del cual se obtiene el etanol, haciendo honor al Valle, su tierra, la actual potencia azucarera de Colombia.

Bajo ese reto clasificó en 2014 para un doctorado en bioenergía en la Universidad de Campinas en Brasil, que integra las mejores instituciones de ese país (Unicamp, USP y Unesp).

Quien la ve con su risa de niña que la caracteriza, no se imagina que en su ser caben tantos conocimientos. De hecho, fue tal su compromiso con todo lo que sea la preservación del medio ambiente, que ha sido motivo para profundizar su aprendizaje científico.

Por esa ambición inagotable de escalar más y aconsejada por sus profesores, Ana María se fue a Holanda en 2017 a realizar un doctorado en la Universidad Técnica de Delft en Holanda aprovechando una alianza con Unicamp.

“Desde la universidad ese tema me apasionó, ya que es el futuro del mundo. Y allí, Colombia debe marchar más rápido hacia las energías limpias y renovables”, recalca Ana María.

Asegura “que fueron cinco años de rigurosos estudios, experimentos, trabajos y agotadoras jornadas en los laboratorios”, pero al final se llegó a la meta: ser la primera mujer en el mundo en lograr doble doctorado en TU Delft y Unicamp.

Su graduación fue en noviembre del 2019 con todos los honores en Holanda, donde esta joven científica palmirana a sus 33 años de edad, se distinguió como una de las mejores alumnas.

Logros científicos

Su investigación se basó en estudiar nuevas formas de producción de n-butanol de segunda generación, un tipo de alcohol que se obtiene a partir de residuos de caña como el bagazo, tras su uso para fabricar etanol.

Ana María espera que sus investigaciones trasciendan más allá porque se trata de un producto que puede ampliar el mercado o portafolio de los biocombustibles en Colombia.

El n-butanol es una especie de ‘gasolina verde’ que en un futuro cercano puede ser utilizada masivamente en todo tipo de motores en un 100%. Hoy, ese compuesto —a partir de biomasa de caña— es ampliamente usado como materia prima intermedia en las industrias farmacéutica, de pintura, solvente y cosmética.

La investigadora también identificó en uno de sus experimentos con n-butanol que una de las bacterias utilizadas en la fermentación, formó biopelículas, que pueden usarse para mejorar el proceso de producción de biocombustibles, e incluso para el tratamiento de aguas residuales.

Por todos esos logros, Ana María señala que “es una enamorada de las energías renovables”, por lo que se declara como una “mujer Bio”, en razón de sus investigaciones con biocombustibles y biopolímeros.

Como científica inquieta, su próximo paso es aportar sus conocimientos en la industria, o la academia para que se sigan buscando energías alternativas a partir de materias primas renovables de bajo costo.

“Me apasiona la investigación. Y allí veo más posibilidades en los biocombustibles de segunda generación como el uso de las hojas o paja luego del corte de la caña. Es un recurso que lo tenemos aquí”, señala Ana María.

Ese mundo científico le agrada tanto que hasta su novio trabaja como investigador en ingeniería química. Y aunque hoy la conocen más en Holanda y Brasil, ella ya es un orgullo del Valle del Cauca y de Colombia.

El potencial del Valle

Ana María nació en Palmira, una región rodeada de siembras de caña e ingenios azucareros.

Por eso, ella considera que en el campo de los biocombustibles el potencial del Valle del Cauca es muy alto, y podría incrementarse en los próximos años.

Tal es su visión que desde ahora ve posible acudir a los residuos de la industria alimentaria para generar energías limpias.

Este tipo de desechos, señala, permiten producir biogás y otro tipo de combustibles ecológicos para no seguir dependiendo exclusivamente de los hidrocarburos.

Recuerda la investigadora que el mundo cada vez acelera el gasto de sus recursos, ya que solo en julio del 2019, el planeta había gastado todos los recursos de ese año.

”Empezamos a utilizar los recursos del 2020 desde el año pasado. La humanidad consume hoy más rápido (1,7 veces) lo que la naturaleza nos puede suministrar o producir o regenerar”, recalca.

Ana María se encuentra hoy en Brasil, y ha sido convocada para un posdoctorado. Ella es un cúmulo de grandes conocimientos que el Valle del Cauca debe aprovechar.