La violencia de género es entendida como cualquier acto violento o agresión de manera física, psicológica o sexual que busca dañar la orientación sexual de una persona, ya sea por identificarse como hombre, mujer o LGTBI.
Según recientes cifras de Medicina Legal, en lo corrido del 2023 se han registrado 45.472 casos de violencia intrafamiliar en el país, presentando un mayor índice en Bogotá con 10.549 casos, seguido de Medellín con 2624, Cali con 1587, Barranquilla con 1375 y Villavicencio con 1061 casos, tendiendo como mayor incidencia la violencia de pareja con 30.492. Estos datos son alarmantes.
Y aunque se centra la atención en los casos en los que las víctimas son mujeres, la violencia basada en género no solo se centra en ellas. Según la Agencia de la ONU para los Refugiados, el término ‘violencia de género’ “hace referencia a cualquier acto con el que se busque dañar a una persona por su género”, por lo que también cobra vital importancia prestar atención a los actos violentos que se cometen por ser hombres o miembros de la comunidad LGBTI.
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¿Cómo interviene la educación superior en la prevención de esta problemática?
La violencia de género puede prevenirse. Es clave adquirir el compromiso de promover los derechos humanos y la igualdad de género. El llamado para la educación superior es a generar acciones de prevención que partan de ser empáticos y responsables en la atención de las necesidades de cada uno de los grupos poblacionales que integran una institución de educación superior, entendiendo que las necesidades de los estudiantes de la comunidad LGBTI son diferentes de las que experimentan estudiantes con discapacidad o pertenecientes a comunidades étnicas.
Será entonces importante definir rutas y procedimientos claros para que se reconozcan y atiendan las necesidades particulares de los estudiantes. En este sentido, las instituciones de educación superior deben adelantar procesos para fortalecer la cultura inclusiva que permita construir ambientes libres de discriminación y prejuicios y así reducir la discriminación basada en género.
Esto implica el compromiso de todos los integrantes de una institución, desde la capacitación y formación a los colaboradores, hasta la generación de acciones como talleres con estudiantes desde el área de Bienestar Universitario que promuevan la sana convivencia, enseñándoles cómo ellos pueden detener acciones tanto en el ambiente educativo, como de sus familias y en sus entornos habituales.
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Día de la Diversidad
El instituto universitario Politécnico Grancolombiano celebra cada año lo que denomina el ‘Día de la diversidad’, una de sus tantas estrategias en el camino del fortalecimiento de la cultura inclusiva. Esta celebración, según este centro educativo, es una transformación del Día de la Mujer y del Día del Hombre, en el que no se reconoce un género en particular, sino que se reconocen todas las expresiones y las identidades de género, valorando cómo estas diferencias construyen un entorno educativo en el marco del respeto y la empatía.
“El concepto de diversidad para el Politécnico Grancolombiano parte del reconocimiento de que como seres humanos somos innatamente diferentes, en nuestras formas de pensar, actuar, percibir y aproximarnos al mundo y a la realidad del otro. Partiendo de esta consideración, se gestionan diferentes estrategias en las que el contexto se debe adaptar a las particularidades del otro y favorecer así su tránsito por el entorno educativo. La diversidad recoge condiciones de género, creencias religiosas, pertenencia étnica, discapacidad, condiciones socioeconómicas rangos etarios y demás diferenciales que contribuyen a la construcción de la sociedad”, sostiene Carolina Jurado, directora de la Oficina de Inclusión de la institución.
Algunas recomendaciones para favorecer la diversidad e inclusión en las instituciones de educación superior
El documento ‘Enfoque e identidades de género para los lineamientos de política de educación superior inclusiva’ del Ministerio de Educación Nacional, presenta la experiencia de discriminación de la población LGBTI en contextos educativos. Afirma que esta discriminación se presenta con más frecuencia por los más jóvenes, alcanzando el
60 % entre las personas de 14 a 19 años; conforme aumenta la edad, las frecuencias se mantienen altas, pero decrecen progresivamente: de 20 y 29 años, la frecuencia es de 54 %; de 30 a 39 años, cae a 39 %; hasta llegar a 37 % entre los de 40 años o más.
Teniendo en cuenta estas dinámicas, la directora Jurado, de la Oficina de Inclusión del Politécnico Grancolombiano, brinda algunas recomendaciones para las instituciones de educación superior:
- Trabajar en transformar genuinamente la cultura de las instituciones, incorporando los enfoques diferenciales desde la formación a toda la comunidad educativa, de manera que las prácticas tengan un buen fundamento para su implementación.
- Es fundamental contar con el apoyo de la alta dirección y los líderes de procesos para poder transversalizar realmente la gestión y generar un impacto significativo en la experiencia de estudiantes y colaboradores.
- En el proceso de implementación de acciones será natural encontrar resistencias en algunos miembros de la comunidad educativa. Es válido reconocer que no todas las personas están en los mismos momentos. La misma dinámica de la institución debe permear esta resistencia y movilizar los cambios.
- Es fundamental reconocer las prioridades y optimizar los recursos. Sin duda, hay muchos cambios que implementar, pero no todos se pueden o se deben hacer al mismo tiempo y habrá situaciones a intervenir que requieren de bases más sólidas desde la transformación cultural.
- Se recomienda hacer parte a toda la comunidad educativa en los procesos de transformación cultural, la voz de todos los actores es fundamental para que los cambios se mantengan en el tiempo.