La interrupción de clases presenciales a causa de la pandemia por Covid-19 afectó de manera significativa los sistemas educativos de América Latina y del Caribe, y puso en riesgo la recuperación histórica en torno al cumplimiento de las metas establecidas en la Agenda ODS 4-Educación 2030.
Según los datos de la Unesco, más del 91 % de los estudiantes del mundo han dejado de asistir a colegios y universidades, es decir, alrededor de 1570 millones de niños, niñas y estudiantes universitarios. A su vez, la Organización Mundial de la Salud (OMS), afirma que la salud mental es un componente básico de la salud, que se entiende como un estado completo de salud física, mental y social, y no solo la ausencia de enfermedad o dolencia.
En un simposio reciente, organizado por la Universidad de la Sabana con relación a este tema, la doctora Pilar Calvo Pascual, coordinadora de la División Psicología Educativa del Colegio Oficial de Psicólogos de España, expresó que es importante que los niños asistan presencialmente a sus clases porque es fundamental para su formación.
“El centro educativo es un espacio privilegiado para acciones preventivas y de restablecimiento emocional, tras una situación de gran impacto. Es un lugar de encuentro, un eje donde se integran dinámicas de los alumnos a nivel educativo, a nivel emocional y de relación”.
Entre tanto, Marcela Robledo, rectora del Colegio Los Cerezos, de Manizales, manifestó que en las semanas que llevan de presencialidad muchos alumnos colombianos, se debe hacer un esfuerzo muy grande para que vuelvan a tomar los hábitos de aprendizaje. Y dijo que, mientras más se tarden los niños en volver a las aulas, más se atrasarán esos procesos de enseñanza y aprendizaje de calidad. Alberto Hadad, rector del Colegio San José de Cajicá, al igual que Robledo, se encuentra preocupado no solo por los aprendizajes que están perdiendo los niños al no estar en presencialidad, sino también el tiempo que pasan en sus pantallas. “La sobreexposición a pantallas es uno de los factores que más me preocupa. Hay mucho contenido en internet al que han accedido y en el que se encuentran muy expuestos”, asegura Hadad.
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Ante este panorama, la doctora Pilar Calvo declaró que el primer objetivo que debe tenerse al retornar a las aulas es atender la vivencia emocional. “Se debe tener un plan de acogida en el que se trabajen aspectos de la comunicación, se cree un tamizaje de la salud mental de los niños para saber en qué condiciones regresa cada uno de ellos”.
Las reacciones de los estudiantes pueden ser abrumadoras. Por ejemplo, en el caso de los más pequeños, pueden ser de aislamiento, negación, ansiedad de separación, miedos específicos, regresión, conducta compensatoria, alteraciones de los estados ánimo, quejas psicosomáticas, problemas de conducta.
En la adolescencia se puede evidenciar con: falta de organización en los estudios, dispersión, reducción de interés o la participación en clase, cambios bruscos de humor, dificultad para conciliar el sueño, pérdida o aumento de peso, inquietud o impaciencia, conductas desafiantes.
Consejos para un regreso futuro
La doctora Calvo brindó en el evento algunas sugerencias:
1. Comunicación a las familias. Informar para comprender el impacto psicológico que tuvo la pandemia en los estudiantes y brindarles la tranquilidad de que sus hijos estarán seguros en la escuela.
2. Crear seguridad. Continuar con los protocolos de bioseguridad para que toda la comunidad educativa sienta que regresar a la escuela es un lugar seguro.
3. Facilitar la comunicación de la experiencia vivida. Dado que la ansiedad y la depresión son los síntomas que más han experimentado, es importante que el estudiante pueda compartir cómo vivió esta situación y que aprendió de ella.
4. Ser empáticos. Respetar y normalizar cualquier emoción que surja. Dar espacio a todo el alumnado.
5. Cada colegio puede hacer un cuestionario para indagar sobre el estado emocional de los alumnos y brindarles las ayudas que necesiten y si es el caso, intervenir.
6. Incorporar una mirada de comunidad. Transmitir el sentimiento de que no están solos y que juntos nos sentimos fuertes y seguros.
7. Hacer sesiones para trabajar la experiencia vivida y concientizar sobre lo sucedido, reforzar los recursos positivos y atender las respuestas psicológicas.
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Lo aprendido por la ciencia
Marta Rocío González, decana de la Facultad de Psicología de la Universidad de la Sabana, mencionó lo que la ciencia ha aprendido acerca de las intervenciones en salud mental para niños y adolescentes y que posiblemente requeriríamos para el futuro:
1. Los datos precedentes de brotes epidémicos muestran que los planes sanitarios deben tratar de forma diferente a la población infantil que a la población adulta.
2. Asegurar la cobertura de las necesidades de los niños y los jóvenes es esencial en la planificación sanitaria para afrontar una pandemia, pero, sobre todo, para mitigar potenciales complicaciones en su salud mental derivadas de la misma.
3. Es imperativo brindar apoyos adicionales para reducir las fuentes de estrés para los cuidadores y padres, y proteger a los niños de las amenazas a su seguridad.
4. Un desafío significativo, sería identificar canales y métodos alternativos para comunicarse con las familias y brindar atención psicosocial de manera efectiva y eficiente particularmente, para las familias desfavorecidas sin acceso a internet.
5. Reducir las fuentes de estrés tiene muchas ganancias. Para los cuidadores no solo disminuirá el riesgo de poder tratar inadecuadamente a los hijos, sino que también les ayuda a desarrollar habilidades cognitivas y emocionales que les van a permitir guiar y ayudar a los niños, a comprender y a hacer frente dentro y fuera del aula.