“Yo persevero mucho. Si le soy honesto, el éxito mío está en la perseverancia. Una vez el director de mi tesis me dijo que yo era muy terco y le contesté que de mi terquedad había hecho una virtud”, admite Luis Antonio Cuéllar. Su tesis titulada ‘Sectores populares, afrocolombianos y criollos en el Movimiento de las Ciudades Confederadas. 1810-1813′, fue laureada por la Universidad del Valle, entre otros aspectos, por formular unas recomendaciones que son el resultado de los estudios y temas abordados en el programa del Doctorado de Humanidades que cursó en el centro educativo. “Yo no me contenté con presentar un tema, agotarlo y punto. Yo quería dejar en claro que en mi curso de doctorado aprendí muchas cosas. Por eso, lo manifesté en mi tesis, para que quedara como un testimonio”, declara el actual presidente de la Academia de Historia del Valle, con una sonrisa de oreja a oreja y un brillo de entusiasmo en sus ojos.
“Mi papá es un hombre soñador. Un poeta, que vive día a día con mucho optimismo y en constante aprendizaje sin ponerse límites. Yo siento una admiración grande y una ternura infinita por él, una gratitud inagotable con el creador por haberme permitido tener un padre maravilloso”, así lo describe su hija Gloria Amparo Cuellar, quien es su ‘compinche’ a la hora de comer pescaditos dulces, pues comparten los mismos gustos por la gastronomía.
El optimismo de este abogado egresado de la Universidad Libre por aprender cosas nuevas lo acompaña desde que era pequeño y su curiosidad por la historia comenzó incluso antes de que aprendiera a leer. Su madre Liduvina Cuéllar, quien lo dio a luz el 14 de agosto de 1925 a las afueras de la zona urbana de Roldanillo, Valle, lo inscribió en la Escuela Urbana de Varones a la edad de 5 años, y tras hacer el recorrido en la institución, Luis Antonio notó que en las paredes había colgados unos retratos de hombres que transmitían grandeza y admiración. Se trataba de Francisco de Paula Santander, Antonio Nariño, José María Córdova, y el único que no lucía con uniforme militar, Francisco Antonio Zea.
Su maestro, José María Erazo, a quien le prodigó mucho cariño, fue el encargado de explicarle la importancia de estos hombres en la historia colombiana mientras comía naranja en el recreo. “A él le gustaba mucho la naranja. Entonces, en los descansos, yo aprovechaba para tener un tarro con agua y lavarle las manos mientras él me explicaba la importancia de esos hombres”, cuenta el historiador.
En tercer año, comenzó a ampliar su conocimiento en historia y a tener mucha preferencia por Simón Bolívar, pero también por Antonio Nariño, “tal vez por la afinidad en nuestro nombre”, dice riendo. Cuando terminó su quinto año de escuela, en ese año se abrió un colegio oficial de bachillerato y él tenía una preocupación muy grande porque para ese entonces, su madre no tenía cómo costearle los estudios, pues Luis Antonio era perteneciente a una familia muy humilde, incluso, iba a la escuela sin zapatos. “Yo fui alumno descalzo. Los zapatos los usábamos únicamente para hacer la primera comunión”, recuerda mientras se mira sus zapatos y sonríe con satisfacción. Sin embargo, se superó esa barrera económica y validó su bachillerato con el Instituto Colombiano para el Fomento de la Educación Superior, Icfes, en 1973.
Amor por la literatura y la poesía
Aunque el excatedrático es un apasionado por la historia del Valle del Cauca, también tiene inclinaciones por la literatura y la poesía. Su biblioteca es una clara representación de su amor por la lectura, ya que cuenta con más de 500 libros, muchos de ellos dan cuenta de la historia de Santiago de Cali o sobre las raíces africanas en el Pacífico colombiano. Otros son clásicos literarios como Cien Años de Soledad.
Luis Antonio es amante de la poesía vernácula, dice que quiere ser profesor para enseñarla. “Como a mí me gusta tanto la literatura, yo quiero ser profesor para poder enseñar dónde van los acentos. Eso se logra a través de la poesía vernácula, por ejemplo, ‘Los camellos’, de Guillermo Valencia, es un verso perfecto para empezar”, sostiene.
Su biblioteca también está conformada por libros de su autoría como La Tonga, El Mundo Fantasmal de Rito Romero, Cantos y Sentimientos, entre otros. La casa de Luis Antonio no solo es llamativa por la riqueza de su biblioteca, sino también por las fotografías y los diplomas que cuelgan en los pasillos. Estos último, hacen alusión a los títulos y honores que se ha ganado con mucho estudio y sacrificios, como los constantes trasnochos.
Cuando estaba en proceso de escribir su tesis doctoral, se levantaba a las 3:00 a.m, pues era, según él, el momento de mayor inspiración “Uno está tranquilo, ya ha dormido lo suficiente y no lo están molestando para pedirle platica para el desayuno”, comenta mientras suelta una carcajada. Sin embargo, a este hombre de cabello blanco y sonrisa contagiosa, que tiene “horario alemán” como él mismo dice, los madrugones para estudiar le afectaron su calidad de sueño, memoria y humor. “El doctor es una persona intuitiva y alegre. Pero cuando el tiempo lo apremia en algo, pierde el autocontrol y se vuelve malgeniado”, revela Andrea Vallecilla, su secretaria más antigua, quien lleva 11 años trabajando para él.
En algunas ocasiones, el exalcalde de Roldanillo se levantaba a la hora del almuerzo y se perdía el café y los huevos del desayuno. En situaciones más complejas, olvidaba la historia de algunos personajes o el orden de los acontecimientos. “Esa época fue dura, pero, afortunadamente, yo siempre he sido bueno para el estudio, entonces empecé a tomarme todo con más calma”, expresa.
Apasionado por el estudio
Desde que tiene memoria, es un apasionado por el estudio. Por eso, después de haber finalizado su Diplomado en Historia, a sus 92 años se matriculó para cursar en la Universidad del Valle una Maestría en Historia. A lo largo del programa soportó innumerables trasnochadas, lecturas agotadoras y análisis críticos, actividades típicas de cualquier universitario. Sin embargo, superó ese desafío gracias a la especialización que hizo en ‘Enseñanza docente’, donde aprendió sobre informática y manejo de herramientas para usar el compudor y el internet. “Tenía mis momentos donde me cansaba mucho, pero continuaba porque estudiar siempre ha sido muy importante para mí”, comenta el historiador.
Solo cuando se sentía muy agotado, sus secretarias se encargaban de digitar en el computador todo lo que él había redactado previamente. “Es muy dedicado. Siempre sabe afrontar situaciones difíciles, se traza sus metas y las logra”, indica Fernanda Ramos, secretaria que trabaja para él hace 5 años.
Luis Antonio asegura que, pese a su edad, nunca sintió vergüenza a la hora de hacer trabajos con sus compañeros más jóvenes. “Ellos siempre fueron muy amables conmigo y yo disfrutaba estar con ellos. Un recuerdo muy agradable que tengo es que en una de las clases de mi maestría nos tomamos una foto el profesor, el estudiante más joven y yo”, cuenta con nostalgia.
Doctor en humanidades
Después de la maestría se propuso sacar adelante su Doctorado en Humanidades que lo inició en el 2018. Por supuesto, continuaron los trasnochos, los cuales valieron la pena, pues su tesis fue laureada por la Universidad del Valle el pasado 16 de marzo de 2023. En el doctorado, el exdecano de la Facultad de Derecho de la Universidad Cooperativa de Colombia-Cali, abordó el proceso de la descolonización y se planteó muchos interrogantes: ¿En tantos años que llevamos desde 1492 cómo es posible que haya indios en el Municipio de Cali que no sepan el idioma español? ¿Podemos exigirles algo si no nos hemos preocupado por ellos? ¿Qué hemos hecho con los habitantes de la Costa del Pacífico? ¿Acaso tienen las mismas facilidades los niños del litoral como los menores de la ciudad de Cali?.
A raíz de esto, se dio cuenta de que tenía que proponer un cambio significativo para el futuro del Valle del Cauca. “Colombia es un país de regiones y el sistema tiene que adaptarse a las condiciones geográficas y eso no lo hemos hecho. Queremos que el campesino no abandone el campo, pero no le damos los medios para que se pueda desarrollar económicamente”, sostiene. Por tanto, lo que él propone es un programa de enseñanza primaria en las escuelas rurales con semestres en favor de los más desprotegidos. En el programa, el estudiante divide la semana, se desprende de sus padres tres días para ir a la escuela y los otros dos días practica con sus padres.
“En segundo semestre, el niño debe usar el computador conservando su idioma, pero aprendiendo el español. En el Valle tenemos tribus de indígenas que no hablan español y para mí eso es terrible confesarlo. No hemos avanzado en esa falencia,
en darle la instrucción, el mendrugo del alfabeto a los colombianos. Por eso, el Valle tiene que corregir eso”.
Recomendaciones de su tesis
1.- Descolonización del programa de enseñanza primaria en las escuelas rurales.
2.- De carácter antropológico para localizar los yacimientos donde fueron sepultados los 78 sacrificados en la batalla del Bajo Palacé.
3.- De carácter psicológico ¿pueden los hijos heredar genéticamente los traumas de sus padres? Esto es importante para Medicina Legal porque si los descendientes de africanos esclavizados en América pueden heredar los traumas y sufrimientos de sus ancestros, su respuesta a todo aquello que constituya violencia contra su libertad puede ser obrar violentamente como un demente y padecer demencia transitoria.
Por estas ingeniosas recomendaciones el doctor Luis Antonio Cuellar fue laureado por la Universidad del Valle. Por este motivo, algunos de los miembros de la Academia de Historia, el pasado 25 de marzo, lo homenajearon durante un almuerzo en el Salón San Joaquín del Club Campestre. “Yo me acuerdo que mi madre siempre me decía que tenía que ser un hombre de bien, por eso yo tomo este premio como una obligación moral para seguir trabajando muchos años más y llevar el nombre de mi Universidad en alto”, declara este historiador de 98 años que sigue haciendo historia.
Y continúa imparable. Ahora tiene como propósito crear Centros de Estudio en Roldanillo y unos diplomados en el Norte del Valle. En sus tiempos libres, lee y escribe mucho para seguir desarrollando ideas que cambien el futuro del Valle del Cauca. Comenta que, aunque le falten dos años para cumplir un siglo en esta tierra “no pienso detenerme”, concluye.