Liderazgo negativo y problemas familiares inciden en acciones discriminatorias y violentas en los salones de clase. Consejos para combatir el matoneo escolar.
Aunque las alarmas por bullying o matoneo en entornos educativos vienen encendidas de tiempo atrás, no cesan las preocupaciones por los problemas de convivencia y otras manifestaciones que afectan a estudiantes de colegios del país, lo que ha llevado a investigadores a rastrear las razones que motivan estos comportamientos.
Y así como se analizan a los afectados, varios expertos en salud y educación también estudian a los jóvenes que generan matoneo contra sus compañeros de clase, tratando de dilucidar lo que ocurre en sus mentes.
¿Qué puede llevar a un niño a hacer bullying?, ¿cuál es el perfil de aquellos que hacen matoneo? o ¿qué pasa por la mente de un acosador escolar? Los jóvenes implicados en casos de matoneo suelen considerarse estar por encima de los demás y resaltan como líderes negativos.
“Cuanto más bullying hace un niño puede generar que los otros les tengan respeto o lo vean como un líder. Es decir, su grupo social refuerza su comportamiento y esto hace que no vea lo que hace como algo malo, sino como parte de un liderazgo”, explica Óscar Mauricio Montaño, profesor del Departamento de Psicología en la Pontificia Universidad Javeriana Bogotá.
En este sentido, en la mente de un joven matoneador está una necesidad de evidenciar algo de poder social sobre sus compañeros.
Montaño considera que parte de ese comportamiento puede ser resultado de enseñanzas donde se fomente la violencia: “En algunos hogares se pueden llegar a usar frases muy colombianas como ‘el vivo vive del bobo’, ‘el que piensa pierde’ o ‘usted es un hombre, no se puede dejar’, que de alguna manera fomentan un comportamiento erróneo en el que se sobresale a través de la violencia”, que puede derivar en acciones agresivas en los colegios.
Ruta de atención
- La RAI (Ruta de Atención Integral para la Convivencia Escolar (RAI), clasifica las situaciones que afectan la sana convivencia escolar.
Esas situaciones son:
- Tipo I, como que el estudiante llegue tarde reiteradamente por negligencia propia o de sus acudientes.
- Tipo II como agresiones escolares tales como el bullying o el ciberbullyin.
- Tipo III como aquellas acciones que causan gran daño a la comunidad educativa y sean contempladas como delitos dentro del Sistema de Responsabilidad Penal para Adolecentes.
¿Cómo se caracterizan?
En los casos de bullying es posible encontrar ciertas características en común tanto de los niños que hacen bullying como de los que son víctimas. Por ejemplo, sobre los niños que hacen matoneo, Ortega puntualiza que puede haber similitudes en cuanto a situaciones como falta de habilidades sociales, crianza solitaria y en algunos casos violencia al interior de la familia; también se puede tratar de niños expuestos a contenido violento, que no tienen ningún tipo de normas o límites instaurados desde el hogar.
Por otro lado, entre las características en común de los niños víctimas de bullying están las diferencias de aspecto físico (peso, talla, apariencia o alguna condición física diferencial), que suelen ser recalcadas para minar en el autoestima, lo que obliga a un
llamado urgente de educación incluyente.
De matoneado a matoneador
Sin embargo, hay numerosas causas y situaciones que conducen a prácticas de matoneo en ambientes escolares (educación, familia, agentes externos, entre otros), y que en ocasiones detonan en respuestas igual de complejas.
Así ocurrió con el hijo de Leidy Sinisterra, trabajadora de la Clínica Imbanaco y deportista de alto rendimiento de la Liga Vallecaucana de Atletismo, cuyo hijo, de 8 años, era blanco de matoneo por parte de algunos compañeros en el grado tercero de primaria en un colegio del oeste de Cali.
“Al comienzo mi hijo me decía que había un niño que no lo dejaba jugar con los demás, que era grosero y le pegaba a los otros. Yo le decía que no lo buscara y que no jugara con él, que encontrara otro juego u otra persona con quien jugar”, recuerda la madre.
Una tarde de febrero de 2022, Sinisterra se dispuso a llevarle el almuerzo al colegio a su hijoy “al llegar, vi que todos los niños del salón estaban sentados en un círculo comiendo, menos mi niño, que estaba apartado. Los demás le gritaban que se largara de allí, mi hijo tenía los oídos tapados con sus manos y gritaba que se callaran”.
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En ese instante su hijo intentó decir algo pero rompió en llanto, intentó hablar y no pudo: “Fue tanta la frustración, que un problema de lenguaje que venía teniendo empeoró, por eso tenía espasmos, nerviosismo y tartamudeo a la hora de hablar”.
“Luego, una niña de otro grado me dijo que ellos siempre eran así con mi niño, le hacían muchas maldades y nunca lo dejaban jugar con ellos.”
Aunque estaba al tanto de su hijo y le hacía seguimiento constante, las situaciones de rechazo fueron empeorando y lo llevaron a pasar de ser matoneado a matoneador. “Él ya no consentía que le dijeran nada porque todo lo resolvía a los golpes, les pegaba a los niños de una forma muy fuerte, como queriendo desquitarse. Entonces, comenzamos a tratarlo con psicología externa y escolar”.
¿Pero como explicar este cambio? Según el profesor Montaño, “siempre han existido diferentes tipos de violencia, estas surgen porque todos reaccionamos de diferentes formas ante situaciones de peligro. La protección y los mecanismos de defensa parten de esto y nos llevan a responder violentamente”.
“Las psicólogas que trataron nuestro caso nos explicaron que este cambio ocurría cuando todavía no se ha tratado al paciente. Un niño víctima de bullying llega al punto de no tolerar lo que ocurre y recurre a una herramienta para defenderse, puede ser agresivamente o no”, cuenta Sinisterra.
Recuerda que el bullying contra su hijo se detonó porque participaba mucho en clase, y fue fomentado por un niño nuevo que ingresó al grupo. Para que se atendiera mejor el caso en la institución, “tuve que intervenir mucho e insistir a la rectoría para que hicieran algo”.
“El mayor problema para la institución fue contactarse con los padres del niño que hacía bullying, eran personas muy difíciles y comprendimos de dónde venían los comportamientos inadecuados y agresivos”, explica la madre del menor.
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Para María Isabel Ortega, neuropsicóloga egresada de la Pontificia Universidad Javeriana, es importante saber que “el bullying es el acoso escolar en cualquier forma de maltrato, sea físico, verbal o psicológico, hacia otra persona” y puede ser producido entre niños o adolescentes de colegios, repetitivamente y durante un largo periodo de tiempo.
Aclara que el bullying no se da solamente en el aula de clase, sino también en otros espacios, como lo pueden ser los descansos y durante los recorridos de rutas escolares. También se puede dar “a través de redes sociales, lo cual pasa a ser denominado como ciberbullying”.
“Suele desencadenar situaciones de baja autoestima, bajo rendimiento académico, expresiones de no querer ir al colegio o compartir con otros, aislamiento y depresión”, agrega.
En ocasiones se generan situaciones más graves, como la “ideación suicida, consumar el suicidio, hacerse daño o no querer volver a salir de casa”.
El profesor Montaño resalta además que “en los niños puede repercutir en posteriores diagnósticos de ansiedad que afectan su desarrollo emocional”.
El deber de las instituciones
Es válido recordar que todas las instituciones educativas del país deben seguir la Ruta de Atención Integral para la Convivencia Escolar (RAI), para prevenir y tratar los casos de bullying que puedan presentarse. La RAI está integrada por cuatro componentes:
1) Promoción: acciones que fortalecen y promueven la sana convivencia.
2) Prevención: acciones de mitigación para situaciones de violencia escolar.
3) Atención: abordaje oportuno e inmediato ante las situaciones que afecten la sana convivencia.
4) Seguimiento: acompañamiento de los casos de violencia escolar, los cuales de ser necesario pueden ser trasladados al ICBF, Secretaría de Salud, Fiscalía o Personería.
¿Qué hacer si su hijo está haciendo bullying?
Ambos expertos coinciden en que como padres o adultos responsables se debe reconocer que existe un problema a nivel social y emocional con su hijo, y que el matoneo no es un juego.
Como cada niño es distinto, cada proceso de atención debe ser diferente. Sin embargo, es vital que durante este haya una eficaz articulación entre casa e institución educativa, para encontrar la causa de su comportamiento, aconseja la neuropsicóloga infantil María Isabel Ortega.
La comunicación con el niño es sumamente importante, ya que muchas veces ellos no son conscientes del daño que están causando, por ello es importante hacerles saber las consecuencias que trae consigo su comportamiento.
Los dos profesionales coinciden en que se debe llegar a acuerdos para reparar a la víctima de bullying, y que no se quede todo en una simple disculpa.