Desde muy temprano en la mañana, cuando la frescura asoma el nuevo día, hasta en la tarde, cuando el cielo anaranjado avisa que el día está por terminar, se la pasa dentro de su peculiar carro, sobre una loma de la Vereda Gato de Monte, a las afueras de Potrerito, en Jamundí, el maestro Juan Manuel Collazos Córdoba, un profesor de música que se las ha ingeniado en estos tiempos de pandemia para poder dictar sus clases de forma remota.

El maestro caleño ha sido un hombre apasionado por la música desde que era muy joven. A sus 15 años daba clases de guitarra a domicilio. Se graduó como Licenciado en Música de la Universidad del Valle en 1991, pero también ha incursionado en la musicalización para el teatro y se volvió “experto en teatro musical”. Su última producción más grande fue hacer toda la musicalización de la obra de teatro musical ‘Juan Caracol’, realizada en 2018 por la Fundación Sarmiento Palau y la Casa de las Artes MCN en Cali.

A sus 58 años, ha sido vocalista, compositor, flautista, bajista, fundador y director de diversos grupos musicales como La Tanda, una agrupación de standard comedia; Coconut, de música reggae y Jazz Gamblers, de jazz. Ha ganado, entre otros reconocimientos, el premio nacional de música para teatro con la Asociación Colombiana de Universidades Ascun Cultural.

Actualmente le da clases a más de 90 personas y es docente de tres universidades: Bellas Artes, Institución Universitaria, en donde es profesor de coro y les enseña a sus estudiantes cómo musicalizar obras de teatro; en la Pontifica Universidad Javeriana, donde hace parte del sector cultural y dirige el grupo de jazz The Walkers, y en la Universidad Autónoma de Occidente, UAO, en donde hace parte del departamento de Bienestar y Cultura y dirige la agrupación sinfónica ‘La banda elástica’.

Este maestro ha hecho de la música su pasión y profesión a lo largo de toda su vida y en su carrera musical se ha reinventado y ha reestructurado su metodología de enseñanza. Es un hombre, como lo reconoce él mismo “totalmente creativo, todo el tiempo estoy creando cosas”.

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Hoy, debido a la pandemia por el Covid-19 su creatividad la ha demostrado de forma bien particular.

Después de que se decretara el aislamiento preventivo por el virus, la experiencia desde la virtualidad para el profesor Juan Manuel fue complicada, pues no tenía conexión a internet en su casa y debía responder por las clases de las tres universidades en las que labora.

Se encontraba totalmente incomunicado. Antes, asegura, “trabajé con el celular, de pie, en una loma desde las 9:00 de la mañana hasta en horas de la noche, no tenía internet, no tenía datos, no podía bajar porque la guardia indígena no me dejaba, no podía salir de acá, era un lío el verraco, no tenía plata, eso fue una cosa catastrófica”.

En esos meses de angustia, el profesor bajó diez kilos por la preocupación que tenía de no poder comunicarse con sus estudiantes ni con las universidades, pensaba que se iba a quedar sin empleo. “… Yo no sabía qué hacer… estaba desesperado...Yo estuve trabajando todos los días para estos muchachos, pero no les llegaba la información, entonces quedaba como si yo no estuviera haciendo nada y era frustrante. Por esas razones, por pensar que no tenía dinero, por pensar en el futuro, me fui desgastando”.

Una de sus vecinas se enteró de su situación, así que le facilitó la conexión a internet. Aunque era una conexión débil, el profesor logró trabajar de manera asincrónica, se pasaba todo el día debajo de un palo de mango elaborando tutoriales para sus estudiantes. Esta estrategia funcionó, pues sus pupilos recibían el contenido y devolvían sus tareas, las cuales él esperaba pacientemente durante horas.

Los meses del año se fueron arrancando como las hojas de un árbol que se las lleva la premura del viento. Pasaron marzo, abril, mayo, junio, julio y a mediados de agosto, le surgió una gran idea. Ya contaba con un mejor celular y un plan de datos ilimitado que le permitía dar sus clases online, así que decidió subir a la loma de un cerro a dar clases, dentro de su Renault Sandero.

El profesor cuelga un pequeño tablero de acrílico en el parasol izquierdo de su vehículo, este queda apoyado sobre el timón. En la piaña (el soporte de un micrófono) ubica su celular apuntando hacia el tablero. Luego, se acomoda en el asiento del conductor como si fuese a manejar y sobre sus piernas sitúa un pequeño piano de pilas que conecta al carro y que según él “suena bellísimo”. Cierra la puerta, enciende el aire acondicionado, se conecta con sus estudiantes y empieza el viaje musical. Su jornada se desarrolla con normalidad. “Doy las clases de música desde las 7:00 o desde las 9:00 a.m., en mi carro, que no se llama el ‘Classroom’ sino el ‘Carsroom’ y ahí es donde yo doy todas las clases”, cuenta con jocosidad.

Aunque sus clases las realiza usando aplicaciones como Google Meet y Zoom, el profesor no utiliza la opción ‘compartir pantalla’ para mostrar el contenido desde su celular. Su ‘pantalla’ es su tablero acrílico. Ahí desarrolla los temas de la clase, pues piensa que aunque las plataformas online son muy útiles, el hecho de compartir pantalla lo aleja de sus estudiantes, mientras que al escribir en su tablero, hace que sus alumnos se sientan próximos a él. “La clase es como si estuvieran conmigo. En el tablero musical yo borro y escribo, es una clase ciento por ciento”.

Otra ventaja que él expresa con respecto al tablero es que atiende uno a uno a sus estudiantes, pero esto también se debe a las razones de conexión a internet, pues el audio llega con retraso y le sería imposible atenderlos si todos cantaran al mismo tiempo.

En este momento las dinámicas musicales en grupo y los ensayos grupales no se pueden realizar, lo que él lamenta mucho. “Lo rico del arte es que tú y yo nos reunamos con la guitarra y tú cantes y nos riamos, el arte es contacto humano y eso se está acabando por completo”.

Por esta razón, otra de las estrategias empleadas por el maestro Juan Manuel es que sus estudiantes graben los ejercicios que él los pone a realizar y luego ellos se los manden por el WhatsApp, de este modo, cuando llega el día de la clase, revisa las tareas y las socializa, teniendo la posibilidad de hacer los ajustes que hagan falta.

Con creatividad y mucha paciencia, el maestro y músico Juan Manuel Collazos ha logrado superar todos los bemoles que la situación actual le ha presentado y como él mismo dice, “el arte se sobrepone ante todo”.

Esta experiencia, comenta, le ha hecho valorar mucho más su profesión, pues dice que nunca dejará de ser músico y que aunque extraña a sus alumnos, sus abrazos, compartir momentos con ellos, esta vivencia también le ha permitido reconocer muchas cosas, una de ellas es que “los profesores no somos más que guías y caminos a seguir para que los estudiantes se enamoren de lo que están haciendo, lo que nosotros debemos hacer es proyectar un gran amor…. para que ellos sientan que ese señor ama eso, entonces yo también lo puedo amar”.

Y así como “el arte se sobrepone a todo”, la pasión y entrega del profesor Juan Manuel Collazos por la música también lo ha hecho. Se sobrepuso a la adversidad con creatividad: cambió una mesa con un monitor por un tablero, un marcador y un celular al interior de su carro. Y se desplaza cada día a una loma. Así creó una invención original y motivacional: su cajita musical.

Hablan sus pupilos

Para Gabriela Rodríguez, estudiante de música en Bellas Artes-Institución Universitaria, el profesor Juan Manuel ha sido una gran motivación por su recursividad y empeño para dar las clases. “Estoy tan agradecida con él... ha hecho hasta lo imposible para que tengamos clases y se desarrollen bien. Lo entregado, lo disciplinado, lo apasionado que ha sido es una inspiración para mí, para seguir adelante y para saber que sí se puede”.

Entre tanto, para Yovanni Martínez Perea, estudiante de la Universidad Javeriana, la experiencia de aprendizaje con el maestro Juan Manuel ha sido enriquecedora. “La metodología que ha adoptado por los tiempos que corremos me parece acertada, creando talleres musicales únicos y dirigidos a motivarnos ahora que nos ha dado tan duro no poder reunirnos para tocar”.

Aunque las clases virtuales del profesor son amenas, según lo comentan sus estudiantes, ellos también extrañan las dinámicas de la presencialidad. José Alejandro Manrique Urrego, estudiante de la Universidad Autónoma de Occidente, comenta que extraña mucho “poder interactuar con los demás compañeros, con el maestro
y escuchar en vivo los ejemplos y actividades que se realizan”.