“Fue una oportunidad para rehacer mi vida”. Así considera Nhora Ortiz, una mujer de 53 años, lo que ha sido la Ruta Charlotte para ella.

Este proyecto, que es una iniciativa de Valerie Delgado Ramos, busca capacitar y certificar a mujeres y hombres en talleres teóricos-prácticos sobre técnicas de uñas y manicure.

Precisamente, Nhora conoció la Ruta en el 2018 en Villavicencio, después de recibir duros golpes en su vida. Esta iniciativa le devolvió la esperanza.

Y es que a esta mujer, quien fue docente por más de 25 años, le diagnosticaron una enfermedad degenerativa en la columna y por ello no pudo continuar ejerciendo su profesión. Desde entonces, toda su vida cambió. Lo que sabía hacer de un momento a otro no existía más. Y luego de insistir en regresar a sus labores, de intentar recuperar su identidad, sufrió un infarto cerebral.

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“Ahí acabó todo”, pensaba ella. Su condición de salud se llevó su empleo, su vista y gran parte de su memoria. Conseguir un trabajo de ahí en adelante era poco probable y en esos momentos, cuando no encontraba más oportunidades, justamente la Ruta Charlotte apareció.

Esta le permitió distribuir y brindar talleres gratuitos a otras personas, y entonces Nhora volvió a ser lo que era: una mujer activa con ganas de salir adelante. Historias como esta es lo que buscaba Valerie Delgado Ramos, quien está detrás de este proyecto que ha llegado hasta oídos de la mamá del presidente Iván Duque, Juliana Márquez Tono, quien apoya la iniciativa.

Valerie cuenta que mientras dedicaba 13 años trabajando para la Policía, estudió un técnico del cuidado de manos y pies; su pasión por el mundo de la belleza ganó en ella.

“La Ruta Charlotte nació por toda la necesidad que vimos principalmente en todas las manicuristas. Mi esposo y yo vemos que la mayoría de estas personas son madres cabeza de hogar, de escasos recursos y a veces les cuesta capacitarse de buena calidad”, explica Valerie.

2500 personas alrededor del país durante los años de actividad se han beneficiado con la ruta.

Y añade: “A raíz de eso, mi esposo y yo creamos talleres teórico-prácticos de 8 horas, donde les damos una mano de un maniquí para que practiquen, una lámpara y una bolsa con los materiales que van a necesitar”, cuenta entre cortes de la señal de la videollamada y el ajetreo del día en Cali, en donde Valerie estaba reunida con las distribuidoras.

Hasta la fecha, 2500 personas se han beneficiado durante los 2 años de actividad del proyecto, del que, por la llegada de la pandemia, la virtualidad se adueñó de la idea; pero dice que para ella no fue un impedimento, se denomina así misma una mujer sin límites.

“No fue un obstáculo, más bien fue una oportunidad”, dice ella, quien sonriendo asegura que debido a esta virtualidad ha logrado llegar a España, Chile, Ecuador, Costa Rica y Panamá, y diferentes partes de Colombia, entre estas a Popayán.

Y es así como a 137,9 km de Valerie, está Viviana Chamorro, una payanesa, manicurista y madre de 29 años, afectada por la pandemia, quien consiguió resurgir con ayuda del proyecto.

“Conocí la ruta en marzo, cuando empezó la pandemia, y yo me sentí afortunada, porque no tenía trabajo. Además, laboro como independiente y empezar a colaborar con ellos fue una gran oportunidad”, cuenta Chamorro emocionada mientras recuerda qué había sido para ella el proyecto.

Y a pocas horas de entrar a reunión en Cali, Valerie dice: “Ver a la gente allá del campo, poner su teléfono con la cámara y el árbol atrás, mientras toman nota de todo lo que uno les puede enseñar, genera satisfacción”. Sonríe con triunfo. Triunfo: eso mismo que hay en las vidas que lograron renacer sin límites.