Samuel Harf Mayer es un caleño nacido en 1944, de diálogo pausado, pero de mente rápida. Dice que siempre ha sido así, por eso tiene claro que a las crisis se les debe dar la cara, ponerle el pecho y tratar de buscar ayuda para seguir creciendo en el camino.
Eso es lo que ha hecho desde antes de graduarse como químico en una universidad cerca de Boston, Estados Unidos. La academia lo formó y le dio algunas herramientas para dar el siguiente paso, crear su propio negocio.
Junto con dos amigos ingenieros y un puñado de trabajadores se dieron a la tarea de hacer realidad su sueño: crear una industria productora de empaques termoencogibles, aquellos que se adhieren a los recipientes plásticos o de vidrio.
Así nació Suprapak, una compañía que hoy genera alrededor de 200 empleos y exporta a más de una veintena de países.
Nada ha estado por encima de sus sueños, ni siquiera cuando la empresa estuvo a punto de liquidarse, por allá en 1995, por culpa de la agresiva competencia. En ese año Suprapak se quedó sin mercado, pero sí con la maquinaria y con las deudas que tenía con el sector bancario, que superaban los $6000 millones en ese entonces.
Cuenta que el panorama fue muy gris, la empresa se quedó sin capital de trabajo y no hubo cómo pagar nómina, así que no tuvo otra opción que acogerse a la figura del concordato (hoy Ley de Insolvencia).
Las puertas de la empresa se cerraron en octubre de 1995, pero el gran sueño del químico, hijo de padres alemanes, de ver la empresa operando fue mucho más grande, y con la ayuda de los empleados, de proveedores y clientes reabrió cuatro meses después, en enero de 1996.
Lentamente empezó labores, pero en medio de ese enorme desafío que le imponía el mercado, otra dura prueba se le atravesó al señor Harf. Esta vez tocó su piel, su corazón, su alma y a sus tres hijos: su esposa murió en un hecho que no tenía explicación alguna, quienes intentaron robarle el vehículo le arrebataron su vida.
Todo parecía derrumbarse en su vida. Con uno de sus hijos en el colegio y los otros dos en la universidad, enfrentarse a esa nueva realidad no era nada sencillo.
Sin embargo, la ayuda profesional de sicólogos y siquiatras y el sentirse rodeado de su familia, sus amigos y los empleados de la empresa le permitieron reincorporarse a la vida.
Una vez de pie sus sueños de ver la empresa recuperarse tomaron más fuerza. “Tener sueños es un factor muy poderoso para superar adversidades. Para mí soñar es la vitamina más poderosa para salir de una crisis”, señala con firmeza.
Siguió soñando y la vida le fue sonriendo nuevamente. Su empresa se recuperó totalmente y en el 2012 salió del concordato. También volvió a enamorarse y se casó por segunda vez.
La pujanza del señor Harf, de su esposa y de toda la organización es a toda prueba. La estrategia que puso en marcha para salvar la empresa le valió el premio Ave Fenix de la Universidad del Rosario en el 2018.
Hoy, a sus 75 años, no para de soñar ni de ser creativo. En medio de esta cuarentena, derivada de la pandemia del Covid-19, la empresa está innovando en tres áreas. Y agrega que si las personas asumen los fracasos como una oportunidad de aprendizaje, es valioso fracasar.
En Suprapak los colaboradores de la planta están laborando con todas las medidas de bioseguridad y de protección personal. Hay trabajo. Hay oportunidades de negocios con laboratorios farmacéuticos y con los sectores de alimentos, higiene y aseo personal.
En este momento el señor Harf sigue al frente de la empresa, aunque muchas de las funciones las ha delegado. Dice que hoy su papel es más de formador y de guía para sus empleados.
¿Cómo ve esta crisis de la pandemia?
La miro en dos dimensiones: una son los efectos negativo sobre la salud y la economía en todo el mundo, pero mire, las organizaciones vamos a tener que adaptarnos, ajustarnos e innovar de acuerdo con la nueva realidad que aparezca después de este proceso de aislamiento.
La otra dimensión es la oportunidad para que todos, desde lo individual y colectivo, repensemos los valores, los principios y nuestras tareas mientras estemos con vida.
¿Usted aplica las dos en la empresa?
Sí. Como le digo, las empresas nos tenemos que ajustar a una nueva realidad, pero al mismo tiempo estamos viendo y analizando qué oportunidades se van a presentar una vez termine todo este aislamiento.
En ese sentido, en Suparapak tenemos una cultura de innovación en la que la gente tiene la libertad de expresar sus ideas, de hacer experimentos, pruebas y equivocarse. Así se dan los resultados, pero siempre encontramos oportunidades para seguir adelante.
¿Cómo logró adaptarse y recuperarse después de todo lo que le ha pasado?
Para adaptarme y recuperar la fuerza, la ayuda profesional de sicólogos y de siquiatras fue muy valiosa.
¿Cómo hizo para no derrumbarse después de lo ocurrido en el plano familiar?
Gracias a un conjunto de elementos o coincidencias. Además de la ayuda que le comento, otra es que Suprapak comenzó como un sueño que debía realizarse y si bien hubo circunstancias muy adversas, el sueño estaba vigente y presente. Yo quería una empresa que permaneciera en el tiempo. Mire, tener sueños es un factor muy poderoso, y para mí lo fue. Además, recibí el apoyo profesional, el de mi familia y de los amigos.
¿El respaldo de los colaboradores y proveedores fue clave?
Efectivamente, pero eso tiene un ingrediente fundamental y es el haber construido durante tantos años relaciones valiosas y respetuosas con todos los agentes que tienen que ver con la organización. Siempre hay que tener en cuenta a las personas y hacerles reconocimientos por su compromiso y sacrificio. Eso genera un ambiente de inspiración y la gente lo aprecia y responde cuando se necesita.
¿Siguen innovando?
En innovación hay tres grandes áreas. Una de ellas es la diversificación. En ella contamos con otras líneas de productos, pero estamos en etapas preliminares. Somos expertos en empaques termoencogibles y hemos encontrado muchas posibilidades de innovar y sofisticar el producto para atender nuevos requerimientos del mercado. Hemos desarrollado bandas de seguridad termoencogibles y etiquetas termoencogibles altamente personalizadas y sofisticadas.
¿Hoy la empresa ya está ‘volando’ en ventas?
Todavía estamos un poco rezagados porque durante los 17 años de concordato no tuvimos la posibilidad de acceder a créditos con la banca, entonces solo pudimos funcionar con el capital de trabajo que siempre hemos generado. A pesar de que llevamos ocho años de haber salido del concordato, todavía hay sectores que nos miran con cierto recelo, pero la mayoría ha sido muy consecuente con la realidad de hoy.
¿Para usted qué es el fracaso?
Es una oportunidad de aprendizaje. Si lo asumimos así, es valioso fracasar. Todas las organizaciones y todas las personas pasarán por momentos muy difíciles en algún momento.