La adicción sexual es definida como una conducta compulsiva; una tendencia involuntaria, irrefrenable, reiterativa e irreflexiva, dirigida a establecer un tipo de relación sexual, que en la mayoría de las ocasiones, deja como resultado un resentimiento, una sensación de abrumadora decepción e incluso de insatisfacción en ambas partes. En general se encuentra ligada con problemas de ansiedad, depresión e incluso como un mecanismo para luchar contra las ideas suicidas.

“Esta se da porque el sexo es una de las fuentes más grandes de placer, tiene un objetivo de procreación que cada vez es menos trascendente y se ha convertido en una manera de llevar el cuerpo a otro nivel. El componente de placer que ofrece el sexo marca una producción de sustancias que nos ayuda, y que regulan al ser humano, ya que se ven reflejadas en el estado anímico y en la salud en general”, explica Paula Dávila, psicóloga clínica.

La pregunta que surge para los amantes del sexo, es si está mal, entonces, tener un alto y reiterativo deseo sexual. La respuesta es ¡NO!: “El deseo fuerte es algo que me gusta mucho, pero lo tengo bajo control, cuando decido que quiero hacerlo lo hago y cuando decido que no, lo puedo dejar sin ningún problema”, explica Dávila.

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El problema viene cuando ese deseo no se puede controlar. Es necesario tener en cuenta las conductas habituales del sexoadicto, como el impulso incontrolado dirigido a la práctica sexual, que por lo general es física y anónima, se caracteriza por ser un acto breve, con frecuencia poco satisfactorio, que se repite con intervalos variables frecuentemente, sobre todo en situaciones de estrés.

“Se caracteriza porque es un exceso de consumo con todo lo que está relacionado con el sexo, y que ya no va ligado a un deseo, sino una necesidad que no se puede controlar”, comenta Dávila. Es decir, que el sexo se convierte en un remedio para reducir el malestar emocional de la persona, convirtiendo la actividad sexual en una práctica morbosa y obsesiva.

También adopta múltiples formas: desde la masturbación compulsiva, las relaciones promiscuas breves con múltiples parejas, los encuentros sexuales con personas desconocidas o la frecuentación habitual de prostíbulos, entre otros.

Como cualquier otra adicción, este tipo de necesidad descontrolada exigida por el cuerpo, tiene una profunda necesidad de resolver un problema emocional. “Esta es una condición que va mezclada con una carencia de una situación no resuelta, pues es la característica de las adicciones. Es fundamental resolverlas, porque toda adicción es negativa. Pues es una actividad que determina el estado de ánimo o el comportamiento de una persona”, dice la psicóloga.

Los estudios se contradicen cuando de géneros se trata, pues la Sociedad Científica Española de Estudios sobre el Alcohol, el Alcoholismo y las otras Toxicomanías, considera que este tipo de adicción se presenta en su mayoría, en los hombres.

“La sexoadicción afecta más a hombres que a mujeres. Los datos epidemiológicos disponibles son aún muy provisionales. Según la Society for the Advancement of Sexual Health (2012), entre el 3% y el 5% de las personas en la sociedad norteamericana serían consideradas como sexoadictas. Según un estudio epidemiológico llevado a cabo en Suecia (Langström y Hanson, 2006), el 12,1% de los hombres y el 6,8% de las mujeres podían calificarse como hipersexuales”, se explica en el estudio llamado ‘¿Existe realmente la adicción al sexo?’.

Sin embargo, otros estudios, como la Red de Salud UC, manifiestan que este es un problema que se puede generar tanto en hombres como mujeres en la misma proporción, “actualmente, no es que pase más en hombres, pasa por igual en los dos géneros”, dice Dávila.

Como cualquier otro tipo de adicción, esta condición psicoemocional debe ser tratada por medio de un proceso médico, el cual se enfoque principalmente en trabajar en áreas como soledad, alivio del malestar emocional, dependencia emocional, entre otras.

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“Es importante que sí se reconozca esta adicción como una problemática, no es algo que se solucione de manera espontánea, es necesario pasar por un proceso de control”, recomienda Dávila.

Aunque, en algunas ocasiones, las personas suelen bromear con chistes como: “sería feliz con una pareja adicta al sexo”, o “a mí no me molestaría alguien así”, es necesario reconocer que esta es una patología que no solo afecta a quien la padece, sino a su pareja, y es importante establecer límites claros para mantener una relación sana.

“La pareja suele ser un espejo que nos ayuda a analizar lo que está bien o no en nosotros. El primer paso es hablar claramente sobre cuáles son mis preocupaciones y por qué considero que la otra persona tiene un problema, y ya juntos buscamos una solución”, aconseja la psicóloga quien aclara que los límites en toda relación deben ser consensuados.