Andrés Parra Medina ahora tiene acento chileno, habla de fútbol —sin ser aficionado a este— y le llaman El Presidente, después de haber interpretado a tres narcos, a un exmandatario, un apóstol de Jesús y un abogado tramposo.

Ahora protagoniza la serie Amazon Original, que se lanzó esta semana en Prime Video, en la que interpreta a Sergio Jadue, presidente de un club de balompié chileno que pasó de ser un desconocido a volverse clave en la conspiración de sobornos por US$ 150 millones a manos del presidente de la Asociación de Fútbol Argentino, Julio Grondona.

Parra habló honestamente con El País. Derribó mitos y confesó verdades, como que de fútbol no sabe un carajo, que lo suyo es el ciclismo.

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¿Cómo ha sido su relación con el fútbol a lo largo de la vida?

La verdad, nula. Nunca fui muy aficionado ni tenía ninguna habilidad especial para jugar fútbol.

¿Cambió en algo esa percepción del fútbol después de su papel de Jadue?

No, no, no. Es la misma de siempre. Me veo los partidos de los mundiales, me emociono con la Selección Colombia. Pero no salí ni más ni menos aficionado al fútbol, salí como entré.

¿En qué se basó para construirlo?

En un par de libros de periodistas chilenos que hablan sobre el personaje, ‘Jadue. Historia de una Farsa’, de Gustavo Huerta, y ‘Juego Sucio’, de Fernando Tapia y Francisco Sagredo. Ese fue el punto de partida. Y consulté mucho material de Internet, que hay mucho porque fue un caso muy mediático en Chile. Tenía cuatro meses y me interesaba llegar lo más cerca a Jadue, más que meterme en el FIFA Gate de cabeza.

Le valoran mucho haber logrado el acento chileno. ¿Cómo lo consiguió?

Mira, sí, el acento fue paralelo a la investigación. Cuando tengo que hacer un acento, me siento frente al computador y pongo un matinal chileno o radio, del país que sea, un programa donde conversen mucho, y hago mis apuntes. Mientras adelanto mi investigación pongo, en vez de música, el acento a sonar, acostumbro el oído. Trabajé con Magda Niño, mi maestra de voz en Bogotá, con la que hice a Hugo Chávez, para encontrar los resonadores y en Chile terminamos con palabras y dichos. Suelo hacer un diccionario donde los escribo y todo el día practico. En Chile recibí ayuda de todo el mundo, me sugerían y me corregían el acento.

En el comercial de la serie el narrador dice: “el éxito significa poder y platica”, ¿está de acuerdo?

Ay, marica, esa pregunta tan difícil. Yo no tengo ni idea, el éxito es tan relativo, es una cosa tan personal. Para mí no hay mayor éxito que vivir de lo que amo hacer, no estoy hablando de una vida de lujos, porque no soy eso. Muchos trabajan en una oficina y querían ser rockeros. El éxito prefiero verlo en las cosas sencillitas, un hogar bonito, un matrimonio estable, unos hijos sanos. No creo en ese éxito de ganarse muchos millones, esa presión no es. Fui profesor y me sentía pleno y feliz y veo mi carrera terminando allí, dando clase. Para otros el éxito es ganarse el Oscar, no concuerdo.

Pero sí ha querido comprarse un apartamento grande, ¿por qué rechazó hacer otra vez de Escobar si con lo que le iban a pagar había podido cumplir el sueño?

Mira, ahí hay un mito que no sé de dónde salió, a mí Escobar nunca me lo ofrecieron después de hacerlo. Me entrevistaron de una revista nacional, pusieron eso y que me iban a pagar como 160 mil dólares mensuales, una salvajada absurda, y no es cierto. La realidad es que termino ‘Escobar. El patrón del mal’ y me llegan propuestas para hacer Escobar en mil cosas, en telenovelas, en Telemundo, y me doy cuenta de que es peligroso, que me va a encasillar. Me invitaban no solo a trabajar, sino a matrimonios en Venezuela, a giras por bares en México disfrazado de Escobar, a todo dije “no”. Había decidido alejarme de esos personajes, con Escobar era el tercer narco que hacía y se volvió una vaina icónica, le dio la vuelta al mundo y me senté con mi esposa y dijimos: “no más narcos”. Al mes me llaman: “en Netflix están súper interesados en ti, serie original, gigante y yo feliz, del putas”, y me dicen “se llama Narcos”. Ay, vida hp. No podía estar en una serie que se llamara ‘Narcos’.

¿Y qué personaje le ofrecieron?

A uno de los Rodríguez Orejuela y yo “no voy a hacer de narco”, terminamos, haga de cuenta, en Virginia Vallejo y lo rechacé. Los gringos empezaron con un precio y fueron aumentando. Llegamos a tres negociaciones hasta que le dije a mi mánager “ya ni me cuentes”. Pasó mucho tiempo sin que Netflix se apareciera.

¿El apartamento sigue siendo sueño?

Sigue siendo mi excentricidad. Crecí en casa grande. Con la pandemia me ha entrado la gana de una casa a las afueras con naturaleza cerca. Sospecho que el día que lo logre, diré “Uy, no m*****, esto tan grande pa’ qué”.

Llama la atención el poder de las mujeres que rodean a su personaje en esta serie, ¿qué piensa de eso?

Es una propuesta muy chévere del equipo de guionistas. Tenemos allí a Mariana Levy escribiendo sobre fútbol y ella me contaba de un poco de gente que la insultaba en Twitter, porque “qué hace una mujer escribiendo sobre fútbol”. La gente sigue siendo muy estúpida, todavía no ha entendido que el mundo cambió. Es una serie y un deporte aparentemente de hombres, pero al final quienes mangonean al protagonista son un par de mujeres. Tiene mucho que ver con lo que pasa en el cine, que las mujeres se lo han tomado y me parece del p****. En el último proyecto que hice con Christian Tappan (El Robo del Siglo), veíamos que la jefe del mismo, la directora, la productora ejecutiva, la asistente de dirección, la de maquillaje eran mujeres. Mi primera directora de teatro, con la que trabajé 15 años es mujer. Mi mánager es mujer, me gusta más el trabajo de las chicas. Que yo esté metido entre dos mujeres que presionan a mi personaje, es chévere, a la gente le ha gustado.

¿Qué piensa de críticas como las de Martín Liberman, que dijo que la serie era “pésima, mal actuada, mal contada, una pérdida de tiempo”?

Lo de Liberman es chistoso. Cuando en Bogotá salíamos con nuestro grupito de teatro pobre, le decíamos al público: “si les gustó la obra inviten a sus amigos y si no les gustó, inviten a sus enemigos”. Dos días antes de lo de Liberman, puse ese tuit: “Si les gustó El Presidente, recomiéndenselo a sus amigos y si no les gustó, recomiéndenselo a sus enemigos”, todo el mundo se rió. A los dos días me levanto y veo el mierdero en redes, todo el mundo retuitéandome porque el man se regó. No sé de fútbol, no tenía idea de quién era Liberman y veo que este periodista argentino tiene millones de seguidores y detractores, y dije hay que contestarle sin ser ofensivo. Vi la oportunidad de mover la serie y puse el tuit: “aceptamos tu crítica llenos de humildad. Gracias por verla. Si se la pudieras recomendar a tus enemigos, sería genial”. Yo estoy acostumbrado al fracaso, de diez series le pego a una, si a la gente no le gusta lo que hago, qué puedo hacer, es imposible que un proyecto le guste a todo el mundo. La serie se movió, este man nos dio papaya, la papaya hay que partirla y la partimos.

Sobre la serie 'El presidente'

Una coproducción de Gaumont, junto con los socios productores Fábula, compañía productora ganadora del Oscar liderada por Pablo y Juan de Dios Larraín; y la compañía productora con sede en Argentina, Kapow. La serie es dirigida por el director y guionista ganador del Oscar, Armando Bó (Birdman), quien es uno de los productores ejecutivos, y por Natalia Beristain (Luis Miguel: La Serie) y Gabriel Díaz.

Creada y escrita por Armando Bó, con un grupo de guionistas como Luis Barrales, Rodrigo Fluxá, Martín Méndez, Javier Rozenwasser, Mariana Levy y Malena Vain.

Cuenta con un elenco estelar que incluye a Karla Souza y Paulina Gaitán (foto abajo), esta última interpreta a la esposa de Sergio Jadue. La serie consta de ocho episodios de una hora.

Amores y demonios

Parra dice que Diana Cáliz le cambió la vida. “Yo estaba reloco en mis relaciones amorosas, necesitaba pura adrenalina y estar vuelto m.... Ella llegó y cambié, con mucho trabajo de parte de los dos, terapias de pareja, hizo que me enfrentara a mis demonios, hasta conocer a Diana mi teoría era que las viejas estaban locas, pero ella me dice “yo creo que el loco es usted” y yo “perdón, pobrecita m******, obviamente yo no estoy loco” y me dijo: “estás bastante loco y necesitas mucha ayuda”.

De su matrimonio nació Samuel, tan risueño como Andrés. “Es muy feliz, porque con Diana optamos por una corriente nueva de la crianza consentida, hacemos colecho (cama familiar) con él, duramos mucho tiempo portéandolo, y es un niño sin angustias, independiente, mientras más lo protejas y lo abraces, más rápido se suelta, porque está seguro”.

Su otro amor, la bicicleta, cuenta que llegó después de una tusa. “Un amigo me invitó y desde que me subí no me volví a bajar. Fue amor a primera vista, me llenó de vitalidad, de alegría. Es mi deporte, lo encontré a los 40 años. Allí se me ocurren grandes ideas y Diana me lo acolita”.

Para interpretar a Escobar, Andrés bajó más de 30 kilos, con un plan nutricional, como requisito de la productora, pero admite que “la adicción a la comida es una enfermedad que no tiene cura, cuando uno lo entiende y lo asume, comienza el viaje a la rehabilitación. Debes acostumbrarte a nuevos hábitos y tu cuerpo y tu ansiedad, cambian, tu cabeza no. Las señoras me dicen: “mi esposo pesa 300 kilos, le escondo la comida, le compré una bici y le digo: ‘amiga, mientras más lo joda, más come’. Uno no es gordo porque le gusta, son vacíos sicológicos. Pocos logran combatir esta adicción socialmente aceptada. Moriré con cabeza de gordito”.

Lecciones de vida

Carlos Moreno, director caleño, que ha trabajado con Andrés Parra en las películas Perro Come Perro y en El Cartel de los Sapos, y en las series El Cartel y Escobar. El Patrón del Mal, cuenta el que en Perro Come Perro, su ópera prima, a Parra sólo se le escuchaba la voz: “Era alguien que llamaba por teléfono insistentemente a la habitación de unos personajes, preguntando por una chica. Era como loco. Necesitaba la voz de un actor con una solidez muy grande”. Se reencontraron en El Cartel de los Sapos y después en ‘Escobar. El Patrón del Mal: “con Andrés tenía mucha confianza, es uno de los actores más grandes de Colombia. Tiene una técnica impresionante y un talento único”.

Parra es un actor generoso, según sus colegas, y humilde, le da “oso” escuchar que lo ensalzan.

¿Cómo es su relación con Cali, ciudad donde nació?

Es chiquitica, duré allí tres días y me vine a Bogotá. Vine a conocer Cali a mis 20 años que fui con el Teatro Libre. He trabajado con muchos realizadores caleños y he ido allá por trabajo, nunca por placer, nunca he ido a la Feria. Soy un caleño rechimbo, soy como un pandebono con bocadillo.

¿Es ya un cachaco acosteñado?

Claro, imagínese con la costeña en la casa (Diana Cáliz, su esposa, periodista cartagenera).

¿Es cierto que antes de ser actor quiso ser piloto y torero?

Quise ser piloto, me fascinaban los aviones. Y cuando tenía 8 años íbamos a toros con mi papá y me impactaba el traje de lentejuelas, el actor ya estaba pidiendo pista. Yo me preguntaba: ¿qué tengo que hacer para ponerme ese traje? Pues ser torero. Me metí en esa vaina, practiqué, fui a la escuela y me tocó torear un novillo y hasta ahí me llegaron las ganas. El sueño se me cumplió porque Sebastián Castella (torero) escuchó una entrevista mía y me regaló un traje.

A propósito de sueños, ha cumplido varios, haber interpretado a Hugo Chávez, a Escobar...

Chávez fue un sueño cumplido, hacer de Escobar, trabajar con Darín en La Odisea de los Giles (hizo de Fortunato Manzi), con Amazon. Tengo sueñitos chiquitos, no es el sueño de llegar a Hollywood.

No fue un niño muy deportista, ¿qué hacía en su infancia?

Ni deportista, era descordinadísimo, gordito, tenía la autoestima por el suelo, súper inseguro, se me hacía difícil relacionarme con chicas, fue una infancia encerrada en mí mismo, introvertido. Pintaba, me gustaba escuchar música, al recreo me juntaba con dos o tres amigos más a charlar, hasta que apareció el teatro y todo cambió; ese fue mi bachillerato.

¿Es cierto que recibió mucho bullying de sus hermanos?

Era el menor, el que me seguía me llevaba diez años, yo recibía cascazos de los tres. Pero ya grandes tenemos una relación muy bonita. Se fueron muy rápido de la casa, el mayor se fue cuando yo tenía 7 años, crecí solo. Mis hobbies eran para uno solo, como el lego.

¿Cómo fue su relación con Horacio y Nelly, sus padres?

Muy bonita, chévere. Tuve la suerte de que nunca estuvieron en desacuerdo con que yo estudiara teatro, cuando decidí estudiar aviación, mi papá me mandó pa’l coño. Sé de muchos colegas que estudiar teatro fue una lucha y se tuvieron que pagar la carrera, mis papás me apoyaron totalmente y eso yo lo agradezco mucho, me han hecho el camino más fácil.

¿Qué significa para ellos verlo en televisión o cine? ¿Y cómo reaccionan ante las críticas que le hacen, como con Escobar que le decían narcoactor, vendido?

No saben usar Twitter ni Instagram y los mantengo lejos de los bollos. Sufren, especialmente mamá, cuando se enteran de cosas. Mi mamá me pide que replique, mi papá está por encima del bien y del mal. Mi mamá vive orgullosa diciendo que soy su hijo, se ve mis series, las repite, como que no se las cree.

Sube videos con ella en Instagram, la molesta bastante...

Salgo gritándole a la Nellys. Somos muy amigos, pero me hace pasar unos osos, porque no supera que yo salga en televisión, ni lo va a superar, pobrecita (Risas).

¿Cómo fue la experiencia de convertirse en papá muy joven y tener que trabajar mucho por él?

Durísimo. Tenía 23 años, no me había graduado y dije “se me acabó la vida”, pero Sebastián se convirtió en una bendición. Cuando me enfrento con problemas graves digo: “¿se acuerda de Sebastián? Todo pasa por algo”. Me hizo madurar a las malas y no lo cambio por nada, fue una lección de vida.

¿Cómo ha sido ser padre de Samuel, su ‘parrandita’?

El parranda menor, mi hijo Samuel, es la reconciliación con mi experiencia pasada, me agarra en otro momento de la vida. Me dejó con ganas de otro o de otra, vamos a ver si alcanzamos.