“Del amor al odio” es una frase muy común, pero que le va muy bien al desenlace que tuvo la pareja que fue el símbolo del romanticismo y la pasión en Hollywood.
Juntando sus nombres, el mundo bautizó a la pareja como Brangelina, ya que, para todo el mundo, era difícil pensar en el uno sin hacerlo en el otro.
Pero, un buen día, las grietas ocultas de la pareja hicieron estallar su relación en mil pedazos y ahora solo queda un divorcio que ha tardado siete años en resolverse, además de ser muy turbulento.
Después de la trifulca por la custodia de sus hijos (tres biológicos y tres adoptados), el conflicto entre los actores de Hollywood se ha centrado en el castillo de Miraval, una opulenta propiedad, de más de 500 hectáreas, que la pareja compró en tiempos mejores de su relación, en el glamuroso sur de Francia, en la legendaria Provenza, exactamente.
Lo que comenzó como la expresión de los ilusionados que llegaron a estar con su amor y su familia se convirtió en un próspero negocio, alrededor de los viñedos que circundan la vieja mansión. Era tan del corazón de la pareja, que fue allí donde celebraron su boda, en 2014, tras años de convivencia y con la sola asistencia de sus hijos.
Los Jolie-Pitt, como también eran conocidos los esposos, se asociaron con los Perrin, una familia de larga tradición vinícola, para producir un vino rosé con las uvas de Miraval.
El resultado de la asociación fue que el vino saltó a los primeros lugares. Según Le Figaro, es el vino rosado “más deseable del mundo”, mientras que la revista especializada Wine Spectator lo calificó como el mejor rosado de Provenza.
La buena estrella del vino fue tal, que si en 2013 dio ganancias por más de un millón de dólares, el año pasado estas ya habían subido a más de 15 millones de dólares.
Todo eso, sin embargo, también se ha visto afectado con la inquina que surgió entre la pareja tras el anuncio de su divorcio en 2016.
El problema estalló cuando Angelina Jolie vendió su parte sin consultarle a Pitt, quien alega que así ella incumplió el acuerdo que tenían de no vender su parte sin antes hacérselo saber al otro.
Otro detalle que a Brad Pitt no le gustó fue el comprador que Angelina elogió para la negociación, Yuri Shefler, un oligarca nacido en Rusia, de nacionalidad israelí, dueño del imperio del vodka Stolichnaya.
Para el actor, su esposa lo forzó a hacer negocios con un hombre de quien no se fía por prácticas comerciales que le parecen poco ortodoxas.
En últimas, Angelina terminó por ponerle a Pitt otra demanda, que no vino sino a hacer más amargo su proceso de divorcio.
En su querella, en la que exige el pago de 350 millones de dólares a su todavía esposo, Jolie dijo que él y sus representantes acudieron a prácticas de mala fe para quedarse con el control de Miraval.
“Pitt despilfarró los bienes de la compañía, gastándolo en proyectos suntuarios, incluidas las renovaciones de la piscina, las cuatro construcciones y reconstrucciones de las escaleras y la restauración del estudio de grabación, que costó millones de dólares”, se lee en la demanda.
Jolie también afirmó que el actor, que ha sido uno de los hombres más codiciados de Hollywood, terminó por comportarse como un “niño petulante”.
Luego, una trifulca como para alquilar balcón, el diario The Times, de Londres, asegura que los actores acordaron someter el pleito a una mediación por fuera de la corte.
Una corte comercial de Draguignan, sur de Francia, nombró un administrador provisional de Miraval, cuyo trabajo será proteger el patrimonio de la propiedad en tanto que Pitt y Jolie se ponen de acuerdo en sus diferencias con la ayuda de un amable componedor.
Si bien el problema mayor no termina aquí, los observadores creen que esta nueva decisión marca un giro en un caso que estuvo estancado por meses y en medio de las recriminaciones mutuas de los dos pesos pesados de Hollywood.