La ‘piedra de Scone’ ha sido uno de los principales símbolos en la coronación de reyes en Escocia. También conocida como piedra del destino, dicen que esta roca de 152 kg fue la misma que Jacobo (el antepasado del pueblo de Israel) utilizó como almohada cuando estaba en Betel (Jerusalén), y en la que tuvo una visión de ángeles que ascendían y descendían por una escalera celestial hacia el cielo.
Según la leyenda, esta piedra sagrada fue trasladada desde Tierra Santa por Egipto, Sicilia, España e Irlanda, antes de llegar a un monasterio escocés de Scone en el siglo IX. En 1296, el rey Eduardo I de Inglaterra saqueó la Abadía de Scone, en Escocia, y se apropió de ella como botín de guerra, instalándola en la Abadía de Westminster para usarla en ceremonias de coronación.
En 1950 fue robada por un grupo de estudiantes escoceses quienes tuvieron varios problemas logísticos para esconderla y protegerla, por lo que la roca estuvo de regreso a tiempo para la coronación de la reina Isabel II en 1953. En 1996 fue devuelta a Escocia, en pleno auge del sentimiento independentista, con la condición de se pudiera utilizar para las futuras coronaciones británicas.
Esta semana, 27 años después, la piedra, símbolo histórico de la monarquía escocesa, regresó a Londres para ser se colocada bajo el trono del rey Eduardo, en el que el próximo sábado 6 de mayo Carlos III será nombrado rey de Inglaterra.
Al igual que la roca, Charles Philip Arthur George, quien nació el 14 de noviembre de 1948 en el Palacio de Buckingham, bajo el signo de Escorpio, también ha hecho un largo viaje antes de llegar al trono.
Carlos, quien llevó desde los nueve años el título de Príncipe de Gales, ocupa —por fin—, el trono británico a los 74 años, siete años después de la edad oficial de jubilación en Inglaterra.
Llega con vientos de cambio y austeridad, en medio de varias polémicas que atormentan al circulo más cercano de su familia y haciendo frente a las generaciones más jóvenes que no ven con buenos ojos el papel de la realeza.
De hecho, según una encuesta encargada por la BBC, un 78 % de los mayores de 65 años son favorables a la monarquía, una cifra que cae al 32 % para el segmento de 18-24 años. En esta franja de edad, un 38 % desea un jefe de Estado elegido por votación y un 30 % declara no tener opinión. Un 78 % de los jóvenes también afirma que no tiene interés por la familia real.
Sin embargo, si de algo sabe Carlos es de resistencia a los pesares de la vida. Este hombre, quien creció en las frías paredes de palacio, viendo a su madre solo en horas acordadas, ha ocupado varios títulos, pero no todos reales: niño tímido, soltero codiciado, el príncipe de un cuento de hadas, el villano del reino, el infiel, el eterno heredero, el padre soltero, el abuelo, el hijo y ahora, el Rey.
Llega al trono al lado de una mujer que también pareciera de piedra. Camila, quien después de ser —lo decían las encuestas—, la persona menos querida del reino, supo ganarse —hasta donde fue posible—, el cariño del pueblo y de la familia real, llegando a contar incluso con la bendición de su suegra, Isabel II, para convertirse en reina, a pesar de que en la historia del príncipe Harry, y según lo confirma en su libro ‘Spare’, ella siempre será la ‘malvada madrastra’.
Tras fallecer Isabel, Carlos se convirtió en jefe de la Mancomunidad de Naciones, una asociación de 56 países independientes y 2.400 millones de personas. En 14 de estos países, incluido Reino Unido, el soberano es considerado jefe de Estado.
Se tratará de un servicio religioso anglicano, oficiado por el arzobispo de Canterbury. Será la primera vez que se incluya en una coronación de un soberano británico a líderes religiosos que no profesan el cristianismo. En el momento cumbre de la ceremonia, el arzobispo colocará la corona de San Eduardo sobre la cabeza de Carlos, una pieza sólida de oro que data de 1661.
Se trata de la principal de las Joyas de la Corona en la Torre de Londres y solo la usa el monarca en el momento de la investidura, especialmente porque pesa 2,23 kg.
Amores y odios
El ocho de septiembre de 2022, Carlos, el príncipe de Gales con más años de servicio y, a los 73 años, se convirtió en la persona de mayor edad en acceder al trono británico tras la muerte de su madre.
El monarca eligió ser Carlos III, a pesar de que historiadores aseguran que este nombre cuenta con antecedentes funestos y desgraciados: el primero ejecutado, el segundo vivió en la República de Oliver Cromwell y el tercero nunca llegó a reinar.
Carlos nació durante el reinado de su abuelo materno, el rey Jorge VI, y tenía tres años cuando su madre ascendió al trono en 1952, lo que lo convirtió en heredero. Recibió los títulos de conde de Chester, duque de Cornualles, duque de Rothesay, conde de Carrick y barón de Renfrew, señor de las Islas, y príncipe y gran mayordomo de Escocia.
Fue educado en las escuelas Cheam y Gordonstoun, al igual que su padre, el príncipe Felipe, duque de Edimburgo. En varias ocasiones ha calificado su paso por el internado escocés Gordonstoun como “particularmente duro”, admitiendo también que allí forjó su carácter y aprendió a “aceptar retos y a tomar la iniciativa”. En un discurso sobre los jóvenes ante la Cámara de los Lores en 1975, hablando sobre su educación, hizo gala de su ironía: “Si no, ¿por qué creen que soy tan valiente como para presentarme ante sus señorías ahora?”.
Se licenció en arqueología y antropología en el Trinity College de Cambridge en 1971, siendo el primer título obtenido por un heredero de la corona británica, para posteriormente servir en la Fuerza Aérea y la Marina de 1971 a 1976.
En 1981, y con la aceptación de su madre y la familia real, se casó con Lady Diana Spencer. Fue la boda del siglo. De hecho, el arzobispo de Canterbury que ofició la ceremonia, ese 29 de julio de 1981, dijo que su unión estaba bañada por “la materia de la que están hechos los cuentos de hadas”. La pareja tuvo dos hijos, el príncipe Guillermo de Gales (1982), y su hermano menor, el príncipe Enrique (1984).
La pareja y sus desencuentros era fuente de ingresos de los tabloides británicos. Pero todo explotó cuando en noviembre de 1995, la princesa Diana de Gales habló abiertamente de las infidelidades de Carlos en una entrevista con la BBC.
En esta, Diana dijo la famosa frase: “Éramos tres personas en nuestro matrimonio”. La tercera en cuestión era Camila, a quien el Príncipe había conocido cuando tenía 22 años.
Carlos y Camila salieron durante algún tiempo, ella, entonces de 24 años, no tenía —a juicio de la Reina—, lo que se requería para ser princesa de un cuento de hadas, pese a venir de una familia aristocrática, por lo que la joven se casó con el teniente Andrew Parker Bowles (invitado a la coronación).
Carlos nunca olvidó a Camila, a quien siguió viendo antes, durante y después de concluir su matrimonio con Diana. La década de los años 90 fue difícil y por causa de su separación y posterior muerte de la Princesa, vio cómo su popularidad quedaba por el piso.
Sin embargo, no hay nada que el tiempo, la paciencia y una exhaustiva campaña de relaciones públicas, no remedien, y finalmente el ahora rey se ganó el perdón del pueblo y la aceptación de reinar con la mujer que ama. Isabel II lo dejó por escrito: “Cuando, en la plenitud de los tiempos, mi hijo Carlos se convierta en Rey, sé que le brindarán a él y a su esposa Camila el mismo apoyo que me han brindado a mí. Y es mi sincero deseo que, cuando llegue ese momento, Camila sea conocida como Reina Consorte mientras continúa con su leal servicio”.
Cambio en la Corona
Carlos fundó la organización benéfica juvenil The Prince’s Trust en 1976, y antes de ser nombrado monarca, era patrocinador, presidente o miembro de más de 400 organizaciones benéficas y organizaciones.
Desde su primer discurso sobre ecología en 1970, cuando apenas tenía 21 años, expresó su preocupación por la creciente cantidad de residuos plásticos que contaminaban el entorno, ha abogado por el cuidado del medio ambiente.
Es un apasionado jardinero y durante su tiempo como administrador de las propiedades del Ducado de Cornualles, recibió varios premios y reconocimiento de grupos ambientalistas. En 1992 puso en marcha esta marca de comida orgánica que genera unos 200 millones de libras cada año. Creada para impulsar la agricultura sostenible, todo comenzó con una galleta de avena. En la actualidad, distribuye unos 250 tipos de productos diferentes en más de 30 países.
También ha participado activamente en la conservación de edificios históricos y la importancia de la arquitectura en la sociedad. Crítico de la arquitectura modernista, Carlos trabajó en la creación de Poundbury, una nueva ciudad experimental basada en sus gustos arquitectónicos. Es además autor o coautor de más de 20 libros, entre ellos el volumen para niños ‘El viejo de Lochnagar’, y el ensayo sobre arquitectura ‘Una visión para Gran Bretaña: una mirada personal sobre arquitectura’.
Desde el punto de vista de la monarquía británica, tiene un papel mucho más activo que el de su madre, quien siempre prefería mantener un papel más discreto en cuestiones políticas. El rey ha participado en conferencias climáticas de la ONU y en discusiones sobre medio ambiente en el Foro Económico Mundial (WEF) que se celebra cada año en Davos, Suiza.
En febrero, por ejemplo, después de que el Reino Unido y la Unión Europea llegaran a un nuevo acuerdo sobre la frontera entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda, tuvo una reunión con Ursula von Der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea. En Reino Unido, este encuentro fue bastante criticado, ya que Isabel II se mantuvo siempre al margen de las negociaciones sobre el brexit, por lo que un encuentro con la líder europea era casi impensable.
Otra muestra del cambio fue cuando durante su visita de Estado a Alemania, se convirtió en el primer monarca británico en hablar ante el Parlamento alemán. “La seguridad de Europa y nuestros valores democráticos están bajo amenaza”, expresó el monarca, quien agregó que “la guerra de agresión contra Ucrania trajo sufrimiento inimaginable a tanta gente inocente”.
Varias de las formas de hacer las cosas a su manera se evidenciarán en la ceremonia de coronación. El rey ha querido representar la diversidad del Reino Unido dando roles principales a representantes de ciertos colectivos. Entre otras cosas, será la primera vez que se incluya en una coronación de un soberano británico a líderes religiosos que no profesan el cristianismo.
La ceremonia de coronación con 2.000 invitados y las celebraciones posteriores, han sido expuestas como más austeras que las de la reina Isabel, sobre todo porque muchos ciudadanos lo consideran un gasto innecesario y poco respetuoso de las verdaderas urgencias del país, que durante 2022 alcanzó la inflación más alta en 40 años.
Hasta este momento de su nombramiento, Carlos era propietario de Clarence House en Londres, Dumfries House cerca de Glasgow en Escocia, Birkhall en los Highlands de Escocia, Highgrove House y la finca Llwynywermod.
Ahora también le pertenecen los palacios de Buckingham, Saint James’s, Holyroodhouse y Sandringham Estate, y los castillos de Balmoral, Windsor y Hillsborough.