Todos en Cali tienen una anécdota salsera, que desde una perspectiva muy personal hace parte de la memoria musical de la ciudad, como aquellos privilegiados que estuvieron ese 26 de diciembre del 68 en la Caseta Panamericana, cuando se presentaron Richie Ray y Bobby Cruz, o todos los caleños que se toparon con Héctor Lavoe durante los dos meses que se alojó en la ciudad, así se cuentan por miles las historias.

Pero, tal vez, nadie tiene tantas anécdotas acumuladas como Carlos Molina Castellanos, quien desde muy niño, gracias a su padre Carlos Alfredo Molina Salas, más conocido como el fotógrafo de la salsa, tuvo la oportunidad de interactuar con las grandes leyendas de la salsa que llegaron a Cali.

Bastaría con decir que cuando Carlos tenía 1 año y dos meses, en 1980, su padre llevó a Daniel Santos a la casa familiar, en el barrio Obrero, y allí “El jefe” lo cargó entre sus brazos. La fotografía de ese momento reposa en un archivo de casi 40.000 imágenes de la cultura salsera, que Carlos Molina padre ha realizado desde los años 60 a la fecha, 5.000 de las cuales están exhibidas en el Museo de la Salsa, ubicado en la carrera 11B, No. 24-44, del barrio Obrero, centro cultural que hoy dirige Carlos Molina hijo.

A los 5 años conoció a Alberto Beltrán, a los 7 a Nelson Pinedo, a los 9 a Bobby Valentín, a los 10 a Johnny Pacheco, a los 12 a Marc Anthony, Gilberto Santa Rosa y, por supuesto, a Celia Cruz. Como él mismo cuenta, “mi mamá también trabajaba, entonces yo me quedaba con mi papá que era independiente y me llevaba con él a todas sus aventuras en busca de artistas y personajes de la salsa”.

El Museo de la Salsa está ubicado en el barrio Obrero, sus horarios de atención son de lunes a sábado, entre 2:00 p.m y 7:00 p.m.

De esa pasión transmitida de padre a hijo, surgió el Museo de la Salsa, un lugar de peregrinaje obligado para salseros locales y turistas, así como para los artistas de la salsa actuales, quienes siguen acudiendo para ser retratados por la lente de Molina, que es una memoria visual del fenómeno salsero en Cali durante los últimos 50 años.

Toda esta historia, la de un padre y su hijo unidos por la música, la de sus años luchando por mantener un museo popular, y la de todas esas leyendas de la salsa que pasaron por allí y los apoyaron, la deja Carlos Molina en el libro ‘El legado. Crónicas de una vida real’, que además de las anécdotas de los Molina cuenta con prólogo de Andy Montañez y Willie Rosario.

Cuando me puse a recopilar esa historia me di cuenta que es también la de mi vida, por eso hablo desde mi propia experiencia, para mí la salsa es algo natural que desde muy niño viví, no podía escribir de otra forma”. Carlos Molina, Gestor cultural

A sus 42 años, después de asumir el legado de su padre, a Carlos Molina le pareció que además de las imágenes era necesario dejar por escrito su historia, “cuando con Harold Viáfara le hicimos un homenaje a mi padre en la Universidad San Buenaventura, explicando la importancia de su trabajo a nivel museográfico, entonces tuve la idea de escribir un libro que lo tuviera a él como protagonista, porque quiero hacer un reconocimiento a su historia y lo que ha hecho conservando la memoria gráfica de la salsa en Cali”.

Sin embargo, “mi padre me pidió que no lo pusiera a él como protagonista, entonces decidí escribir la historia del Museo de la Salsa, pero contada por el hijo del fundador, o sea yo, pero el protagonista es el museo”.

El libro no es una narración histórica convencional, o un estudio sobre la salsa en la ciudad, de los cuales ya existe una bibliografía considerable, sino que como afirma su autor, “tiene algo de novela autobiográfica, crónicas de los momentos que viví con mi padre, también menciono el trabajo social que hemos venido haciendo desde el museo apoyando a orquestas juveniles, hay un poco de todo, y por supuesto, tiene muchas fotografías que pocos conocen, son más de 50 años en un libro de 220 páginas”.

Carlos Molina empezó a escribir ‘El legado’ hace cuatro años, pero solo en los últimos dos años, en el marco de la pandemia, tuvo el tiempo para concluirlo. Además de su autor, en el libro también hay testimonios de músicos allegados al Museo de la Salsa como Papo Lucca, gestores como Andrea Buenaventura, investigadores como Alejandro Ulloa y Óscar Jaime Cardozo, entre otros.

“El autor nos invita a recorrer a través de sus páginas, medio siglo de cultural musical desde lo que hoy constituye un discurso visual extraordinario, sin precedente, y por lo consiguiente un referente ineludible para el género de la salsa”, afirma Andy Montañez en el prólogo del libro.