Carlos Vives está de regreso. Aunque realmente nunca se ha ido. Desde hace muchos años su imagen vive y late en el corazón de los colombianos. Cuenta con la suerte —si se podría llamar así— de caerle bien a casi todo el mundo. Parece suerte, pero no lo es. Lleva años trabajando en cuanto sueño se le pasa por la cabeza para cantarle al amor, al desamor y a su tierra, que no olvida.
Su trabajo empezó en el colegio, cuando se apuntaba a todas las actividades artísticas. Lo hacía porque le dolía el cuerpo si se quedaba sentado y no bailando, cantando o expresando lo que sentía.
Hace 30 años, y mucho antes, sufrió en carne propia lo que es ser enviado al grupo de los Graves, un combo de personas que estaban haciendo algo diferente en la música, pero que la industria no quería aceptar. Le apostaba a la mezcla de ritmos raizales y sonidos contemporáneos junto a su agrupación de entonces y de toda la vida, La Provincia, con el álbum ‘Clásicos de la Provincia’, que fue rechazado en primera instancia por los puritanos del vallenato, pero que rápidamente entró en el corazón del público y de maestros y juglares.
Ese fue uno de los motivos por los cuales, después de tres décadas sin actuar, aceptó la propuesta de Disney de protagonizar la serie ‘El Club de los Graves’, que se estrenó el pasado miércoles en la plataforma. Allí no solo actúa, también canta; fue el encargado de la producción musical y mentor del talento juvenil, entre el que se destaca su hija Elena, de 13 años.
En la serie interpreta a Amaranto Molina, un profesor de música, quien en realidad es un mentor que busca que sus alumnos hallen su camino y sean felices en el recorrido, lo que va en contra de las normas de la institución, dirigida por Eduardo Kramer (Julián Arango), quien ha desarrollado un método que “supuestamente” llevará a los alumnos al éxito comercial.
Cada quien se encargará de un grupo distinto. Mientras Kramer contará con cinco pupilos en el grupo de Los Agudos con su rígido método, Molina estará dirigiendo a ‘Los Graves’.
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¿Qué lo motivó a volver a la actuación 30 años después?
Fue muy emocionante. Necesité retomar estudios y lanzarme a las tablas. Tuve un elenco increíble, que me dio toda la confianza. Volver a las jornadas de grabación de una serie fue todo un proceso en el que Disney nos ha acompañado en todo momento. Mi hija Elena también quiso trabajar en la historia en uno de los personajes jóvenes y se le midió, por lo que nos fuimos a estudiar juntos.
Contamos con todo tipo de ayudas para volver al ejercicio teatral de meses de trabajo y preparación. Realmente muchas cosas han cambiado desde aquellos años de televisión; hoy en día existen muchas más ayudas y se nota el crecimiento de la industria de producción audiovisual en Colombia.
¿Cómo fue trabajar en la música de la serie?
Fue un viaje emocionante y un trabajo en equipo hermosísimo. Una especie de antropología musical con un equipo de producción, de la mano de lo que los guionistas proponen, descubriendo cada uno de los personajes, donde se cuida la historia, pero también que sea representativa del personaje. Todo bajo el sello de Disney. Pero también con un especial sabor de lo local, que se va uniendo a la música nuestra y a la más contemporánea. Hay músicos involucrados de Gaira, mi equipo de producción con La Provincia.
¿Le resultó difícil trabajar junto a su hija?
Uno no pretende ser un Kramer con sus hijos, de imponer cosas y quiere que vayan viviendo sin afanes, por lo que no dejó de sorprenderme que quisiera entrar en este proyecto.
Es emocionante verme un poco en ella, en la pasión que uno no debe perder nunca, esa emoción que siento que no he perdido, es muy hermoso ver esa inocencia de cuando uno empieza a trabajar. También aparecía el ‘yo papá’ para decirle “juicio”, devolverla al orden, y hacer que conociera los códigos que se manejan en un set de grabación, porque con tantos pelaos en el elenco y la alegría de todos, y con unos programas estrictos de grabación, había que generar la disciplina.
¿Qué recuerda de esa vieja escuela de la actuación en Colombia?
Me crié trabajando con actores de una generación mucho mayor, que eran maravillosos, que conformaron una gran escuela de actuación colombiana, que incluso a algunos directores no les gustaba, pero yo trabajé con ellos en muchos proyectos y amé esa escuela.
¿En su vida tuvo maestros como Molina o Kramer?
No recuerdo muchos profesores como Eduardo Kramer, que rompen los sueños y los ideales de sus alumnos, pero sí me he encontrado con este tipo de personajes dentro de la industria de la música, en especial cuando te metes con la identidad y te quieren uniformar. Si yo les hubiera parado bolas a los que me decían que no debía hacer la música que hice, no hubiera hecho un carajo. Pero sí tuve muchos profesores Molina en mi vida, como el de matemáticas o el de química, que me entendieron y sabían por dónde era el camino que quería recorrer.
¿Qué aprendió del oficio de maestro?
Que es muy importante y a la vez, subestimado. La importancia del mentor y guía, más allá de llenar de información y conocimiento a sus alumnos, que es necesario, pero lo es más por cosas que aporta valiosas en la vida; que se puede compartir siendo alguien mayor que va de regreso y se encuentra con esos pelaos que van de ida.
Carlos, de cerca
Consejos para los jóvenes
“Les diría que se cultiven, que se preparen, que lean, porque la industria le vende mucho humo a los jóvenes, por lo que hay que tener valores para no ser una veleta que lo mandan adonde le digan, y eso se logra con bases sólidas. Todo el mundo quiere ser artista, todos quieren triunfar, hacer dinero, llegar a Hollywood, todos sueñan, pero todo esto puede producir un gran daño en el joven cuando no le enseñaron a tener los pies sobre la tierra”.
El mensaje que le deja la serie:
“Que cada persona es un mundo, que está conformado por su educación, por su lugar de origen, cosas muy valiosas de cada ser humano, pero caemos en el error de uniformarlos a todos, de pedirles lo mismo. Es la búsqueda de esa pedagogía para sacar de cada quien lo mejor. El profesor Molina, al final del día, lo que busca con sus alumnos es que sean felices, con la esencia de cada uno y en el camino en el cual ellos se sienten cómodos”, afirma Carlos Vives.