Andrés Beltrán siempre ha sido un amante del cine de terror. De niño se veía las películas de Freddy Krueger, de Chucky y de otro montón de historias tenebrosas que no lo dejaban dormir. “Mis papás me decían que si las iba a ver luego no me pasara a la cama de ellos y efectivamente me terminaba pasando a su cama”, cuenta entre risas el director.

Pero pese a su fascinación por el género, cuando empezó su carrera como cineasta nunca había hecho una producción en clave de terror. Anteriormente había hecho un corto gótico, pero no en plan de asustar, en especial porque el terror le parecía un terreno difícil y todo un reto como escritor y director, uno que quería vivir y superar. Y luego de su triunfo en los India Catalina en 2018 y de vincularse con Dynamo para dirigir la segunda temporada de Distrito Salvaje en 2019, se sentó a redactar lo que sería su segundo largometraje, ‘Llanto maldito’.

“Me demoré mucho estudiando otra vez el género de terror, me repetí muchas películas, sobre todo contemporáneas, porque el terror se ha vuelto mucho más inteligente, más serio en términos de cómo lo percibe la crítica. El proceso de escritura del guion duró como dos años, entre el estudio de los personajes, el cambio de partes, el análisis de cómo las situaciones afectaban a cada personaje y en la búsqueda de una forma en la que los miedos reales se volvían sobrenaturales y el espectador se lo creyera”, explicó Beltrán.

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La historia del film se le ocurrió hace muchos años, pero en su momento solo era la narración sobre una familia en crisis. La idea fue cambiado con el tiempo y cuando el director se decidió a hacer la película de terror, desempolvó su proyecto. “Sentía que esa atmósfera de una familia en crisis, con un montón de miedos reales que tenemos sobre la paternidad, la maternidad o el matrimonio, era el caldo de cultivo para una buena historia de terror”.

Además, como Beltrán siempre había estudiado las leyendas populares de Colombia, encontró una que le pareció perfecta para su película: la Tarumama de los pastusos, una leyenda de tradición oral, que narra la historia de una indígena que pierde a su bebé en el río cuando estaba dando a luz y que, a partir de ese día, llora todas las noches, vaga por los bosques, se roba a los niños que ve desatendidos y se mete en las casas, come carbón y se vuelve una anciana horripilante con patas de cabra.

“Me encantaba la historia, porque hablaba sobre la maternidad y el personaje de Sara, en mi película, estaba pasando por una crisis también por su relación con su esposo, sus hijos y con su papel como madre, y me pareció que tanto el miedo real como el miedo ficticio (hacia este espectro) se juntaban y hacían una conexión interesante y por eso escogí ese mito”, aclara el director.

En cuanto a la calidad visual un poco al estilo hollywoodense que maneja su película, Beltrán explica que la búsqueda que ha hecho en sus dos largometrajes, en los cortos y las series de televisión, siempre nace de las referencias que ha visto, del cine que ha consumido y “hay una carga fuerte del cine norteamericano y europeo y eso eventualmente se filtra”. Y a eso se le suma el hecho de que el entorno en donde está construida la cabaña de la película es un bosque de niebla muy frío, “casi muy otoñal”, que, él supone, genera una sensación distinta a la que se está acostumbrado a mirar en Colombia.

A futuro, el director quiere volver a apostarle al cine de terror, con una idea que tiene en mente, pero que no ha podido escribir porque ha estado haciendo mucha televisión. “Quedé fascinado con el género y quiero explorar otras cosas que no hice en esta película, de pronto ser un poco más arriesgado, en fin, siento que tengo más confianza. Además que es un género que tiene una fanaticada muy grande”, dice.

Colombia y el terror

Mateo Uribe, creador del podcast de crítica de cine Muscine, considera que Colombia ha hecho “un muy buen acercamiento” al cine de terror, destacando producciones como ‘El funeral siniestro’ de Jairo Pinilla, ‘27 horas con la muerte’, ‘Carne de tu carne’ de Carlos Mayolo, ‘El páramo’, ‘Al final del espectro’ o también ‘La cara oculta’, “producciones de directores muy buenos, que tienen una visión muy cinematográfica de Hollywood”.

“Directores como Andi Baiz o Jaime Osorio han logrado transportar muy bien este género. Cada vez vemos más cine de género en Colombia, lo que me parece increíble, porque se meten con las reglas del género y tratan de explorarlo a través de eso”, comenta.