El librero, cortometraje escogido por Cine Colombia para ser presentado en sus salas antes de cada película durante mayo y junio, es de autoría de un caleño. Se llama Andrés Beltrán y tres de sus trabajos se verán, también, en el Festival Corto Circuito, entre el 6 y el 9 de junio.
En el festival Corto Circuito se verán tres de sus cortometrajes: El librero, Fiesta y The undertaker, trabajos que tuvieron procesos completamente distintos de concepción y realización. No solo porque fueron filmados en el transcurso de varios años sino que fueron pensados para diferentes públicos y realizados en géneros disímiles.
Quien está detrás es el caleño Andrés Beltrán, un apasionado por el cine que encontró en los cortos un camino alterno para contar sus historias, pues considera que son fundamentales para la formación.
Sobre su participación en el Festival de la próxima semana, que traerá lo mejor de los cortos latinoamericanos, hablamos con él.
Uno tiende a pensar que los cortos son un formato de menor importancia. Es decir, que no es un producto de tanta calidad frente a lo que representa una película. ¿Qué le hizo apostar por este formato?Desafortunadamente el cortometraje no tiene el estatus que tiene un largometraje, principalmente porque no tiene una salida comercial. Pero es tan valioso como los largos. El nivel de dedicación, esfuerzo y rigurosidad que se necesita para realizar un cortometraje es igual al que se necesita para las películas de larga duración. En mi opinión, a veces son hasta más difíciles de lograr, porque en muy poco tiempo hay que lograr contar una historia coherente y atractiva. De hecho, el cine comenzó corto, las primeras películas de los hermanos Lumière y Georges Méliès fueron cortometrajes.
También hay que decir que es un formato muy importante en la carrera de cualquier cineasta porque permite dominar la técnica, afianzar la narrativa y sobre todo experimentar. Es un formato muy libre porque no depende de un resultado comercial. Como no tiene salida en el mercado, excepto las ventanas de exhibición como los festivales y muestras, los cineastas no tienen comprometida su visión y pueden experimentar libremente. Por eso es un formato que necesariamente hay que promover y valorar.
En Colombia estuvimos enseñados a ver muy malos cortos. ¿Cómo ve el panorama de los cortos en el mundo? ¿Existen algunas tendencias? ¿Priman los cortos de ficción o no ficción?Hoy en día hay cabida para todo tipo de formatos. Estamos viviendo un momento de absoluto acceso a medios audiovisuales gracias a internet. Así que es difícil afirmar que haya una tendencia específica. Se siguen haciendo documentales y argumentales por igual. Creo que lo ha cambiado es la inmediatez de su consumo. En todas las plataformas digitales como YouTube o Vimeo, el consumidor de videos puede dejar de ver si no se engancha en los primeros minutos. Esto hace que las narrativas sean cada vez más rápidas y efectistas.
Principalmente, creo que el cambio está en cómo consumimos audiovisual, más que en lo que se produce. Todo está cambiando muy rápido y seguirá mutando cada vez más. Incluso la idea del teatro de cine puede transformarse en menos de nada. Todo está por verse.
Háblenos de sus cortos que veremos en el Festival Corto Circuito...El Librero es una historia que surgió de la premisa de hacer un cortometraje para todo público, que fuera fácil de ver y entender. De alguna manera, quería conectarme con una audiencia más grande, desde niños a adultos. Escogí el tema de un joven librero, porque siento una gran pasión por los libros, las librerías y las historias. Además, estaba preparando el rodaje de mi primera película, así que queríamos probar el equipo y hacer algo que nos motivara y alistara para el rodaje que se venía. El resultado fue una historia muy amena y pertida, y fue por esta razón que Cine Colombia la escogió para exhibirla en todos sus salas en el mes de mayo y junio antes de las películas.
También está Fiesta...Tanto Fiesta como The Undertaker fueron realizados en Londres, como parte del programa de maestría que estaba haciendo en el Reino Unido. Son historias muy distintas, más oscuras. Fiesta surgió más de una necesidad técnica que narrativa, ya que tenía la posibilidad de rodar una historia con una lata de 35mm de 10 minutos de duración. Era la primera vez que trabajaba con este formato, con celuloide real, y como no quería desaprovechar la oportunidad, pensé en una historia que se pudiera contar en un plano secuencia de 5 minutos. De esta manera, tenía dos tomas para lograr la coreografía y filmar bien la historia.
Por otra parte, The Undertaker es una historia de un género que siempre me ha llamado la atención: el gótico. Muy influenciado por el ambiente de Londres en otoño, decidí sacar provecho de la atmósfera natural para filmar este cortometraje. La idea era tomar los elementos de la naturaleza para contar una historia gótica y salirse de los elementos típicos del género como los cementerios, castillos, elementos religiosos, y demás. Así que nos centramos en buscar lo gótico en la naturaleza y el paisaje. Este cortometraje fue rodado en digital, con un estándar de calidad técnica muy alta, gracias a los equipos suministrados por la Universidad.
¿Qué dificultad le ha representado cambiar de género entre un corto y otro? De la comedia, al cine negro, al gótico...Cada uno presenta retos creativos distintos. Hasta el momento mis cortometrajes anteriores y mi primera película son más cercanos al cine negro, al suspenso o al crimen, así que intentar hacer algo con tonos de comedia representó un gran reto. La comedia es uno de los géneros más complicados, porque usualmente se malinterpreta con el chiste. Pero resulta que la comedia es más un tono que un artificio para hacer reír. Es precisamente en esa diferencia donde florecen los que para mí son los mejores exponentes. Directores contemporáneos como Woody Allen, Alexander Payne o Wes Anderson han entendido esto muy bien. No se trata de hacer reír necesariamente, sino de darle un tono general que da la sensación de lo cómico. De todas maneras, sea cual sea el resultado, respeto mucho el género y sin duda alguna me gustaría ir más lejos la próxima vez que lo visite.
¿Cómo se sintió con el cine gótico?Fue una experiencia muy rica porque es un género lleno de clichés y lugares comunes. El reto era hacer que se viera, sonara y sintiera de alguna manera distinto. Personalmente siento que The Undertaker logró tener su personalidad a pesar de utilizar temas ya reconocibles del género.
Como caleño, ¿siente que lo ha influenciado de alguna manera la tradición cinematográfica caleña?Creo que Cali tiene un amor generalizado por el cine, por lo menos la generación de mis padres y la mía. No sé si esto se ha ido perdiendo, pero me siento muy identificado con la idea de una ciudad que creció amando el cine. Supongo que la generación del llamado Caliwood de los 70, y el Cine-Club de Cali en el teatro San Fernando al que mis padres asistían religiosamente los sábados de Caicedo y el grupo de Cali, influenció positivamente a la ciudad y generó cultura cinematográfica.
No podría afirmar que necesariamente sus cuestionamientos estéticos y narrativos sean los mismos que los míos como cineasta, pero sin duda alguna mi generación es de alguna manera heredera de esa tradición. En cuanto a las nuevas generaciones de cineastas como Oscar Ruiz Navia y William Vega, aunque respeto mucho su trabajo me siento algo distante de su búsqueda cinematográfica.
¿Tiene pensado seguir dirigiendo cortos?Creo que todos los cineastas podemos seguir haciendo cortometrajes siempre porque implica un ejercicio creativo distinto del largometraje. Muchos cineastas reconocidos lo siguen haciendo y los resultados son muy interesantes. Yo ya tuve la gran fortuna de escribir y dirigir mi primera película llamado Malos Días. Precisamente el cortometraje El Librero se rodó durante la preproducción de Malos Días, un thriler protagonizado por Roberto Cano, Gloria Montoya, Cristóbal Errázuriz y Alejandra Chamorro que se encuentra en este momento en su última etapa de posporducción y esperamos tenerla lista pronto para estrenarla en salas comerciales.