Ereiza Mosquera Palomeque, cantadora de Pogue, corregimiento de Bojayá, Chocó, dice que después de la masacre de su municipio, el 2 de mayo del 2002, hubo un cambio brusco.
“Nosotros víviamos en nuestro territorio, trabajando la agricultura, había esa relación entre amigos, entre familias, después de toda esa violencia que entró a nuestro pueblo, hubo una ruptura en el tejido social, usted sabe, la violencia trae mucha división. Pero a través de los alabaos creamos resistencia y eso nos ha hecho estar más unidas”.
Ella se refiere a la Masacre de Bojayá, nombre que muchas cantadoras ya no quieren pronunciar, que les recuerda la muerte violenta en el interior de la iglesia de Bojayá, Chocó, de más de 100 bojayaseños como consecuencia de la explosión de un cilindro-bomba que lanzaron guerrilleros del frente 58 de las Farc, en medio de combates con el bloque Élmer Cárdenas de las AUC, contra la iglesia de Bellavista, ambos empeñados en mantener el control de la zona y el acceso al río Atrato.
Para mujeres como Ereiza, quien a sus 58 años tiene ocho hijos y 19 nietos, a las balas y a los malos hay que enfrentarlos con alabaos, cantos tradicionales que ella, sus compañeras y hasta algunos hombres y jóvenes chocoanos interpretan a capella en los rituales mortuorios, que hacen parte de la tradición oral de las familias y son transmitidos de generación en generación. Desde la masacre los cantos se convirtieron en su manera de hacer resistencia y nunca más callar.
Así lo hicieron tras la muerte, el 18 de noviembre de 1999, del sacerdote Jorge Luis Mazo, que viajaba en la embarcación que fue destrozada por una lancha con seis hombres armados, que navegaba por el río Atrato. El cura iba acompañado por una comisión de ayuda humanitaria integrada por miembros de la Diócesis de Murindó, Chocó, la comisión diocesana Vida, Justicia y Paz, y de la organización no gubernamental Paz y Tercer Mundo.
“Comenzamos a componer el primer alabao, para que el mundo supiera lo que nos estaban haciendo, ahora atacaban a la iglesia que siempre ha estado con el pueblo y para el pueblo”, dice Ereiza con la mirada y la voz tristes, tan tristes como cuando le cantan a sus muertos.
Dice ella que cuando no está cantando es ama de casa y labora en lo que encuentra por ahí. “Aunque los hombres dicen que tienen el poder, la que marca la batuta en el hogar es la mujer. Cuando una mujer se pierde del hogar, este queda loco, es un barco que queda sin timón. La madre es a la que los hijos le tienen la confianza, la que estoicamente sufre el dolor, la que derrama sangre por los hijos”.
Ella hace parte del grupo de alabadoras y alabadores de Pogue, Bojayá, Chocó, que participan en ‘Voces de resistencia. Volumen 1’, producción que compila 12 canciones y un documental. Dicho proyecto, apoyado por la Universidad Icesi, busca fomentar el alabao como expresión musical de las comunidades afrocolombianas en el departamento del Chocó.
Los alabaos son cantos ancestrales conocidos como el arte de cantar a los muertos, de despedirlos y de acompañarlos en su paso a otros mundos, los mundos donde residen los espíritus de sus ancestros. Son como un canto de intercesión ante Dios y los santos por el alma de los que fallecen.
Precisamente, para Máxima Asprilla no poderles cantar a sus muertos los alabaos ha sido una gran pena. De ahí que hayan hecho el llamado al gobierno para que les dejara exhumar los cadáveres de sus seres queridos para hacerles su ritual. “Cuando no les cantamos alabaos, sentimos que nuestros muertos no descansan”, explica.
Cuenta Luz Marina Cañola de Palacios, ‘La Negra’, que ella y un grupo de mujeres se reunieron para hacer cantos en honor al padre Mazo y sobre la Masacre de Bojayá. Aunque desde el 2002 ya existía un grupo de reflexión de 17 personas que hacían la lectura de la biblia, ante tanto dolor que sufrían, los pobladores de los ríos que atraviesan el municipio de Bojayá se unieron para cantar con más fuerza, y no sólo los alabaos que aprendieron de sus padres y abuelos, sino que también se dieron a la tarea de componer alabaos nuevos, cantos con los que no únicamente honran a sus muertos, también denuncian el abandono del estado y exigen el cumplimiento de las promesas de sus gobernantes.
Ereiza, quien canta desde que tenía 12 años y compone desde hace poco, dice que “todavía no hemos recibido amenazas, pero sí sentimos temor de que nos pase algo, porque en nuestros cantos denunciamos cosas, aunque también trabajamos por la paz”.
Por su parte, Emilia Hinestroza Pino, ‘La negra’, cuenta que en 1991 hizo su primera canción. Ellas le llaman “colocar” al arte de componer.
Las que no “colocan”, “responden” o le hacen coro a las “titulares”, que son quienes componen. Para cantar alabaos, dicen estas últimas, se necesita de “ganas” y “voluntad”. El don les viene por sus ancestros.
“La voz de los negros es muy fuerte, no sé si por la corriente del río que nos hace hablar más duro. Cuando el alabao empezó no existía el micrófono, así que cantamos duro. Una historia bella no muere, quienes envejecemos somos nosotros, pero el alabao de Pogue perdura”, dice Adelfa Julia Palacio Asprilla.
Y para que el alabao perdure, el grupo de Voces de Resistencia ha viajado a Medellín, Bogotá, Cartagena y a Cali a cantar su tradición, pero además cuentan con los que ellos llaman “los Millennials del alabao”, como Jhon Mario Mosquera Orejuela, quien cumplió este lunes 17 años y tres de estar en el grupo y ya hace un año y cinco meses compuso un alabao: “Vamos llegando a la fosa, dolidos de corazón y los que hicieron el daño, ya ve, no sienten ningún dolor”.
Voces de Resistencia es financiado por la Fundación Ford y realizado por el Centro de Estudios Afrodiaspóricos de la Universidad Icesi, en apoyo con el Centro de Ética y Democracia.
Javier Andrés Palacios Asprilla es otro joven que ingresó este año al grupo: “Nos conocían como los ‘trasnochaperros’, teníamos una chirimía. Me encanta la cultura y los alabaos son cultura. Hay que aprender de los mayores, ellos son el motor del grupo”. Él se refiere a cantadoras como Cira María Pino Palacios, quien tiene 65 años y empezó a cantar cuando tenía 14. “Ahora estoy sufriendo muchos dolores de cabeza, dos de mis 4 hijas están aprendiendo, para s mi huella”.
Así aprendió Eugenia Celestina Palacios Palacios, de mamá alabadora y papá y abuela cantadores. “Cuando mi mamá se iba a los alumbramientos y velorios a cantar nos llevaba a sus hijas. Cada vez que cantaba, me erizaba, como dice Amparo Grisales”.
Cantos al Papa
Alabao seas
“Debido a que compusimos alabos para la firma del Acuerdo de Paz en Cartagena, y hemos seguido componiendo, los de Memoria Histórica nos han invitado a varios espacios públicos. Ahora recibimos
la invitación para cantarle al Papa un alabao especial el 7 de septiembre en Villavicencio, pero no se los podemos adelantar porque es sorpresa para el mundo entero”, dice Ereiza Mosquera, quien junto a Luz Marina Cañola son las autoras del alabao.
Ana Oneida Orejuela Barco interpreta un alabao que invoca la paz: “Yo vivía en las tienieblas y ahora me llega la luz, solo tenía la esperanza en el corazón de Jesús. Como somos campesinos vivimos esperanzados de que la paz en Colombia se refleje para todo lado”.