En español un fenómeno muy productivo es el que se llama “lexicalización de siglas”. Esto es, las siglas forman y se pronuncian como palabras completas. La Organización de Naciones Unidas es “onu” y no “o ene u”; la Dirección de Impuestos y Aduanas Naciones es “dian” y no “de i a ene”; el Servicio Nacional de Aprendizaje es “sena” y no “ese ene a”.
El que las siglas se pronuncien como palabras parece muy obvio, pero no todas las lenguas funcionan así. En inglés sí se dice letra por letra en la mayoría de los casos. La ONU es “iu en”, o UN (United Nations). Y el nombre del país del norte es “iu es ei”, como en USA (United States of America), y no “usa” como pronunciamos en español.

A los gringos les causa gracia pronunciar en español “ucla” por “iu ci el ei” o University of California at Los Angeles o UCLA (Universidad de California en Los Ángeles), o el mismo “usa” para nombrar a su país.
Pues bien, en algunos casos la manera como pronunciamos las siglas tiene una carga ideológica muy fuerte. Véase por ejemplo el eslogan que circulaba por ahí: “USA te usa”, para referirse a la dominación estadounidense de Latinoamérica.

Me quiero referir a la pronunciación de la agrupación guerrillera que se desmovilizó recientemente. Su nombre completo era Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y pasó a convertirse en “Fuerza Alternativa del Común”.

Su sigla es “FARC”. Antes de 2002, antes de la presidencia de Álvaro Uribe Vélez, se les conocía como “Las Farc”. Posteriormente Uribe tuvo el interés de quitarles el reconocimiento como grupo beligerante, y por eso él le quitó el plural al artículo, diciendo “la” en vez de “las”.
Pues bien, cuando se dice “Las Farc” se mantiene un plural que concuerda con “Fuerzas Armadas”. Al emplear el artículo “las”, se está reconociendo el contenido léxico de la sigla, lo que implica reconocer su estatus beligerante.

Al decir “las Farc”, se está aceptando que esta agrupación guerrillera son unas “fuerzas armadas”, que constituyen un verdadero ejército revolucionario. Además, se está reconociendo que en Colombia existe un conflicto armado, y que un acuerdo de paz se justifica.

De esta manera, se permite que instituciones como el ejército y los tres poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) intervengan. Si fuera una banda criminal sin estatus político, solamente sería competencia de la policía y el poder judicial.

Cuando se pone en singular la sigla, como en “la far”, entonces, se trata “far” como una sola palabra, perdiéndose así el contenido de cada uno de los elementos. “La far” es una palabra que ya no se puede descomponer como sigla. Ya no son fuerzas armadas, menos revolucionarias, y menos de Colombia.

Me queda la duda si en verdad se decía “la far” o “la farc”. En español, es normal que sonidos como “d”, “c” o “j” desaparezcan al final de la palabra. Son demasiado explosivos e incómodos. Nadie dice “ciudad”, sino “ciudá”, ni “relojjjj”, sino “reló”. Y si alguien se propone decir “ciudad” con todos sus sonidos, termina diciendo “ciudát” con “t”.

Hay quienes dicen “la far” para burlarse del lenguaje uribista, parodiando así su negación al conflicto armado y el acuerdo de paz. Pero si en verdad Uribe decía “la far” intencionalmente sin la “c” final, buscaba quitarle su asociación con algo nacional colombiano.

Otros se burlan equivocadamente del lenguaje uribista, diciendo “las far”. Es equivocado, porque así mantienen el carácter plural de “fuerzas armadas”.

El hecho de que la agrupación guerrillera haya decidido mantener la sigla fue ampliamente criticado. No solo se lee como una pobre estrategia, sino como una falta de respeto contra las víctimas del conflicto.
Pero también se puede leer como un intento por resignificar la misma sigla. Resignificar es una manera de borrar las asociaciones negativas y construir las positivas sobre un mismo término. El propósito parece ser que la sigla “farc”, que seguirá mencionándose una y otra vez, empiece asociarse a algo más constructivo.

Ahora, las palabras que componen la sigla FARC serían “Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común”. De manera que se vuelve singular: se dice “la Farc”, como había dicho Uribe.

Así se apropian del singular “la Farc”. El mismo nombre que les dio Uribe empieza a servirles a sus propósitos de resignificarse.

Dejan a Uribe en una paradoja: cuando dijera “La Farc”, estaría reconociéndolos como movimiento político, como “fuerza alternativa”. Y si dijera “Las Farc”, está reconociéndolos como “fuerzas armadas”. Veremos qué nuevo término se construye para salir de esta paradoja.
P.D.: Algunas siglas pueden convertirse en palabras hasta que la gente olvida lo que significan sus componentes.


Es el caso del poliestireno expandido, que en Colombia se llama “icopor”. En realidad es la sigla de su fabricante: “Industria Colombiana de Porosos”. Muchos piensan que la palabra es “icopor”, cuando en realidad es una sigla.