En Bolivia se ha gestado un movimiento entre los indígenas de la comunidad LGTB que se autodenomina “Movimiento Maricas Bolivia”, surgido en 2011. Sí, y usan la palabra “marica”, que suena tan grosero, despectivo, tan políticamente incorrecto. Es un fenómeno que se llamaba “resignificación” y pone patas arriba todo el fenómeno de los eufemismos.
Usar LGTB o el sofisticado “gay” puede ser considerado eufemismo, pues busca una manera más elegante de nombrar a una comunidad tradicionalmente vilipendiada por una sociedad que los llama despectivamente “maricones”.
La sigla LGTB busca incluir la mayor cantidad de posibilidades de orientación sexual, para evitar cuidadosamente que alguno se sienta excluido: Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales. Pero después se dieron cuenta de que quedaban por fuera los Intersexuales, aquellos que nacieron en una situación intermedia entre hombre o mujer, o los Questioning (Preguntándose), que no han definido su orientación sexual. El nuevo término es LGTBIQ.
En español, además, el uso de una palabra inglesa “gay” permite darle cierta sofisticación a la realidad que se menciona. Como en vez de “paseo de olla” le llamamos “picnic” o en vez de “paparrucha” decimos “fake news”; o no le llamemos “pupitrazo” a aprobar rápidamente una ley, llamémosle “fast track”. O no digamos proaborto, llamémonos “prochoice” (proelección), ni antiabortista, sino “prolife” o su traducción “provida”.
En este orden de ideas va la crítica que propone el Movimiento Maricas Bolivia con respecto a la palabra “gay”. En el video publicado en youtube, Edgar Solís afirma que todo el discurso respecto al género está influenciado por la cultura anglosajona y es de corte burgués. La palabra “gay” le suena muy referido a los maricas norteamericanos de clases acomodadas.
Los homosexuales pobres e indígenas tienen mucho más que decir al respecto. Son una población triplemente marginada por su orientación sexual, clase socioeconómica y procedencia étnica. Al interior de las mismas comunidades indígenas ya existe un estigma muy fuerte contra los homosexuales, que no encuentran cobijo ni en sus comunidades indígenas ni en la sociedad general, y terminan totalmente marginados, prosigue Solís.
La palabra para marica en aymara (lengua indígena de Bolivia) es “k’eusa” y Edgar Solís deja entender que la mejor traducción sería “marica”.
La palabra “marica”, según el diccionario de la Real Academia, proviene de “María” y viene a ser su diminutivo. Recordemos que en español existe el diminutivo con “c”, como en “zapatico” y “maletica”. Pues bien, seguramente por ser un nombre común de mujer se aplicó con el diminutivo a los hombres que exhiben características femeninas. El diminutivo le da el sentido peyorativo.
En la base de datos histórica de la Real Academia, la primera documentación clara de la palabra en el sentido despectivo de “afeminado” aparece en 1599 en la novela picaresca Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán: “Como entienden que no los conocen, piensan que en engomándose el bigote y arrojando cuatro plumas han alcanzado la nobleza y valentía, siendo unos infames gallinas, pues no pelean plumas ni bigotes, sino corazones y hombres.
¡Vámonos, que yo le haré al marica que desocupe nuestros cuarteles y busque rancho!”.
Sin embargo, también se usa “marica” en femenino como sinónimo de “urraca”, así que es posible que más bien haya derivado de una metáfora del hombre afeminado como un pájaro similar, como se entiende en la cita. No es posible determinarlo con seguridad, pues la documentación en este sentido es escasa, debido a ser una palabra malsonante y no ser propia de lo escrito. Más misterioso aún es el uso que se escucha en Colombia entre mujeres jóvenes para referirse a una amiga cercana, o incluso el uso de “marica” entre amigos casi como muletilla: “nooo, marica, ese man ni llegó…. ya”.
La palabra “marica”, en todo caso, podría estar en riesgo de desaparecer si triunfa el afán de corrección política de influencia anglosajona. Por otro lado, si prospera la iniciativa del Movimiento Maricas Bolivia, podría incluso llegar a resignificarse en ciertas variedades, de manera que se convirtiera en una palabra normal. De hecho, al oír la entrevista a Edgar Solís, uno se va acostumbrando a escucharla y al final ya no suena tan fea.
Creo que la iniciativa del movimiento boliviano es la más desafiante que he escuchado contra la discriminación que sufren homosexuales. Tomar un término insultante y reapropiarlo llega incluso a molestar a los colectivos LGTBIQ, a la vez que va dejando sin recursos a los que buscan insultarlos. Así mismo hace el movimiento con otras palabras, como las referidas a las lesbianas, “marimachos” y “tortilleras”, versión colombiana: “areperas”.