El realizador colombiano también dirigió Milagro en Roma, Los niños invisibles y Los actores del conflicto, ahora pone el dedo en la llaga con una sátira cómica sobre la negligencia de la iglesia católica. Cine Colombia le aumentó el número de salas.
Lisandro, ¿en qué estás trabajando ahora? - preguntó Juan David Alvarado, que para ese entonces soñaba con estudiar cine.
- Pues, mira, estoy trabajando en el episodio aquel de la confrontación que tu familia tuvo con el cura párroco cuando tu abuelo se suicidó- contestó Lisandro Duque.
-¡Ah! Yo no sabía esa historia- contestó el joven con tanto asombro como preguntas agolpadas en su boca.
Esto fue lo que dialogaron el realizador de cine Lisandro Duque y Juan David Alvarado hace ya varios años. Ese pelado no había nacido cuando eso pasó, dice el director sobre el joven nieto del suicida que ocasionó, sin proponérselo, la guerra entre un sacerdote y un pueblo, una historia real en la que está basada la más reciente película de Duque, El soborno del cielo.
Ignoraba entonces el cineasta en ciernes, quien culminó ya hace tres años su carrera, que la muerte de su abuelo Fulvio había desencadenado todo un conflicto entre un cura, una familia y el pueblo de Sevilla, Valle, en 1965. Todo porque el párroco de la comunidad, un bugueño, Jorge León Navia, le exigió a los Granada, la devota familia del suicida que lo enterró en el camposanto, que lo trasladara al cementerio laico.
Ante la negativa de estos, el cura declara la iglesia cerrada por entredicho y se niega a administrar sacramentos mientras no se cambie el cadáver de sitio. Niños sin bautizar, bodas que se retrasan y moribundos que fallecen sin recibir la extremaunción, hacen que la comunidad comience a presionar a los familiares del suicida hasta el punto de llevarlos a decidir que solo mudarán el cadáver si todos los demás cuerpos de suicidas enterrados (que no son pocos, aunque se hayan mantenido como un secreto a voces), también sean trasladados.
[[nid:520045;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2016/03/p6gacetamar27-15n1photo05.jpg;left;{Oliva Parra, viuda del suicida.Foto: Jorge Orozco | El País}]]
Nunca le habíamos comentado al nieto sobre el suicidio de su abuelo y en una reunión que tuvieron Lisandro y él, salió la historia. A la familia de mi esposo poco le ha gustado comentar sobre el tema, han sido muy callados con eso y él no sabía cómo preguntarme, hasta que se le contó todo, cuenta Oliva Parra, viuda del suicida. Ella recuerda que a la iglesia debían entrar con velo en la cabeza o rebozo. Para entrar al colegio, para casarse, hasta para los servicios hospitalarios se requería de permisos de la iglesia, como la partida de bautizo. Oliva cuenta que eran 12 hermanos y que la mamá murió de pena moral luego de que este hijo decidió terminar con su propia vida.
Después de que hablamos empezó a investigar la historia de lo que sucedió en Sevilla, tras el suicidio de su abuelo, se interesó demasiado. Y a mí me impresionó mucho que el propio nieto de quien había motivado todo ese asunto, lo ignorara, reflexiona hoy en día Lisandro, quien había escrito un cuento basado en esta historia real desde hacía 18 años.
Sentía que había una explicación a ese silencio, y es que la gente suele ser muy prudente o encubridora cuando se trata de episodios en los que está implicado un sacerdote o un conflicto con la iglesia. A causa de eso ni la abuela ni la mamá le habían dicho al nieto qué era lo que había ocurrido en el año 1965 y el grado de solidaridad pública que hubo para con la familia a la que pertenecía el suicida, agrega.
Me gustó mucho la historia contada por Lisandro, es muy entretenido y por él me di cuenta de un suceso trascendental de mi familia Mi madre estaba pequeña cuando eso pasó, por eso no se acordaba y mi abuela lo dejó atrás. Yo no había empezado mi carrera y le dije a Lisandro que me gustaría ver la historia en película, que si no la hacía, me la dejara hacer a mí. Pero me alegra mucho que se haya atrevido a hacerla por su cuenta.
Así fue. El pasado 17 de marzo la película se estrenó en simultánea nacional en Bogotá, Medellín, Bucaramanga, Pereira, Villavicencio, Cali. Y de 25 salas que eran en un inicio ampliaron el número a 48, debido a la acogida que ha tenido.
Alvarado, hoy realizador de cine, quien vio la película, al igual que varios familiares, cuenta que desde que Lisandro publicó esa historia de mi familia se volvió un tema recurrente de nuestras reuniones. El personaje de Daniel, que anda con la libretica bajo el brazo, reúne las personalidades de tres tíos.
Incluso Lisandro cuenta que cuando le dijo a la familia que iba a estrenar la película, una de las señoras, muy amiga suya, le dijo: ¿Y vas a contar ahí la vez que el cura echó a mi mamá de misa? Cuando él la vio desde el púlpito le dijo; La señora Fulana de tal se retira de la iglesia y ella salió humillada de ahí. Él no sabía eso.
Pero Duque dice que no quiso incluir eso en la película, la razón: me pareció tan inverosímil, que me rehusé a agregarle eso, porque se me hacía un detalle efectista y exagerado, aunque ocurrió en realidad.
En realidad al guion lo precedió un cuento que Duque escribió hace ya 18 años. Después sentí que era adecuado volcarlo al cine. Lo sometí a prueba en una convocatoria de guiones del Ministerio de Cultura y ganó y ya fue adquiriendo su destino final de película, explica.
Y aunque la historia sucedió en Sevilla, Valle, en 1965, Duque la ambientó en los años 70, una época de mayor renovación cultural, y la filmó en Honda y no en Sevilla, por presupuesto, ya que el primero es más cercano a Bogotá, queda a cuatro horas por tierra, y tiene una conservación y preservación arquitectónica que permite reflejar muchas épocas.
Eso sí, admite que temía no poder encontrar la ayuda de un párroco que le facilitara una iglesia. Ya me había pasado en Milagro en Roma, hace 30 años, que necesité un cementerio como locación y el monseñor de Salamina, Caldas, me dijo: Yo no voy a prestar un camposanto para que se filme una película de un renegado de la religión como (Gabriel) García Márquez.
Esta vez las cosas fueron distintas. Duque escogió una iglesia colonial de Altos del Rosario en Honda y el párroco, Fernando Cadena, un hombre sumamente respetuoso con la libertad de opinión, me dijo: Bien pueda Lisandro, trabaje lo que le parezca, yo no me meto en nada, no voy a fisgonear el rodaje, cuente usted con la colaboración mía.
Es así como la película se rodó durante seis semanas. Se inició con $750 millones que desembolsó Proimágenes a través de concurso, por la Ley 814 de Cine, en el que participaron 120 proyectos. Después obtuvimos US$100 mil participando en un concurso en Ibermedia Madrid.
Y Cine Colombia, por la confianza que le inspiró la película, aportó una cuantía significativa. La compañía Gestionarte, de mi socia, la productora Anaís Domínguez, hizo la gestión nacional e internacional y en el Festival de Cine de Guadalajara, México, se consiguió una coproductora mexicana, Espectrum, que fue clave.
Esta comedia negra cuenta con un elenco encabezado por Germán Jaramillo, junto a Guillermo García, Wilderman García, Santiago Londoño, Milady Dau, Nicole Quintero, Carlota Llano, Jaime Correa, Andrés Restrepo, Sara Deray y Martha Osorio. Jaramillo fue el único que no hizo casting, para el resto de actores hubo muchos aspirantes; la película tiene 49 personajes con parlamento y Duque tardó un año en escoger entre más de cien personas. Quería que fueran inéditos, los escogí de la cantera del teatro, muy disciplinados.
En lo que tiene que ver con Jaramillo, dice Duque necesitaba esa presencia escénica apabullante para ese cura, soberbio, vanidoso. Así que le pidió que se viniera desde Nueva York, donde el paisa reside.
Lisandro confiesa que a él mismo de niño le afectaron mucho las intimidaciones religiosas, vivía aterrorizado de que le debía mucho a Dios, a la Virgen María, que había descuidado mis deberes sacramentales, vivía con pánico de morirme e irme al infierno, el chantaje moral al que los curas nos sometían. Cuando renuncié a Dios, a mis creencias, a los 16 años, descansé de esa injusta presión. No volví más a misa, ni a comulgar ni a confesarme y seguí siendo un ciudadano decente y honrado sin el soborno del cielo.