La historia no siempre es un cúmulo de buenos momentos, también los hay malos, horribles y perversos, y es justamente ese último, el hilo conductor de dos de los tres libros que el periodista y presentador colombiano Rafael Poveda presentó en la FilBo 2023, en compañía del también escritor y periodista, Cristian Valencia.
Las obras tituladas ‘Tras la sombra de Garavito’ y ‘El reflejo de la Bestia’, retratan a manera de crónica, al grotesco y oscuro ser que aterrorizó por décadas a la sociedad colombiana. Un hombre culpable de abusar y asesinar, a sangre fría, a cientos de niños en más de 14 municipios del país.
“Entrevistarlo fue una experiencia rara, una especie de montaña rusa, estar con un personaje que tiene don de palabra, un culebrero que constantemente nos decía que estaba arrepentido y que por eso se había convertido a la Biblia. Relatar su historia, y escucharlo de viva voz contarla, era sentir y plasmar a alguien con una energía muy pesada, por todo lo que significa haber sido el asesino de más de 200 niños en Colombia”, resaltó Poveda.
Un libro que desentraña el pensamiento de “La Bestia”, como se le llama a Luis Alfredo Garavito, más allá de escudriñar en el detalle de su actuar. El reflejo de una persona táctica, que según Poveda, alberga un gran memoria.
“Garavito sabe todos los detalles, los días, las horas, cómo un niño podía estar vestido, absolutamente todo lo tiene en su mente. Los mapas que nos hizo eran exactos, nos decía cosas muy puntuales como: ‘aquí había un palo y aquí, una piedra. Nos contó, por ejemplo, dónde dejaba los niños que no se pudieron encontrar porque él no quiso confesar”.
Sin embargo, a los periodistas no les interesaba narrar en su libro qué le había hecho el ‘monstruo’ a estos pequeños, ni buscaban revictimizarlos, querían conocer su pensamiento y trasegar algunos pasos en su andar serial.
El País habló con Poveda, en una charla muy extensa, sobre su visita a Garavito, los recientes libros periodísticos, y sobre la autobiografía en la que cuenta cómo estuvo en la mira de la muerte y logró sobrevivir.
¿Qué sintió mientras entrevistaba a uno de los asesinos seriales más crueles de la historia colombiana?
Para mí era muy agobiante escucharlo hablar porque tengo un hijo, que hoy tiene 12 años, pero al momento de la entrevista, Martín tenía 10, y esa era una de las edades promedio de las víctimas de Garavito, niños entre 7 y 15 años de edad, fáciles de persuadir, así que escucharlo, saber que había hecho todo eso, era tener una energía constante en el lugar en que grabamos. Hubo noches en que llegué al hotel y me senté a llorar y llorar.
¿Cómo llegaron a él y cuántas horas de grabación se necesitaron?
En diciembre de 2019, Kevin Pinzón, periodista de Testigo Directo, le escribe a Garavito, que está en la cárcel la Tramacúa, en Valledupar, y se va a solicitarle una entrevista. Lo que más me llama la atención es por qué Garavito aceptó hablar con él, cuando tiene centenares de solicitudes para entrevistas alrededor del mundo. En enero de 2020, aceptó. Y en febrero de ese mismo año, fuimos a visitarlo durante más de cinco horas, solo, en una celda que no era como una celda contigua a otra. Ese día, cuando acabamos, yo quedé convencido de que era una historia que teníamos que contar por todo lo que él nos decía.
Teníamos que contarle al mundo cómo un ser así, se llevaba los niños de fácil, cómo los engañaba. Tenía mil caras y mil facetas, era un gran actor, se vestía de sacerdote, granjero, anciano, vendedor ambulante, indigente,..., llegaba a colegios y llevaba estampitas del Niño Dios, decía que llevaba agua bendita de Jerusalén, mejor dicho, este era un personaje nómada, que se la pasaba de pueblo en pueblo.
Pereira era su centro de operaciones, y lo era porque ahí ocupaba la fachada de padre de familia, tenía a su novia Chela, que a su vez tenía un hijo, y él lo quería mucho, a este no lo abusó por supuesto, entonces eso le daba una excusa perfecta para que nadie sospechara nada.
¿Garavito muestra ahora algún arrepentimiento por lo que hizo?
Sí, ahora muestra arrepentimiento, dice constantemente que es un hijo de Dios, y que lee la biblia. Eso se cuenta en el libro ‘El Reflejo de la Bestia’, una novela basada en todo lo que nos contó, tanto de su vida real como en las investigaciones, claro que esta es una novela. Decidimos hacerla así porque primero, no podíamos utilizar los nombres de los niños, tampoco queríamos revictimizarlos, y mucho menos queríamos agrandarlo a él, en absoluto. Solo quisimos llevar al lector al mundo de Garavito, pero a través de un personaje de novela, ese era nuestro interés.
¿Usted cree que él está loco o es una excusa para que no se le se le juzgue?
No está loco, para nada, es una persona cuerda, muy astuta y con una gran memoria. Pero creo que tiene una fachada. Con nosotros era muy amable, no obstante había momentos en que nos entregamos mucho, y habíamos ido a hacer preguntas, así que queríamos indagar sobre todo, sobre el por qué de las cosas.
Según él, le hablaban voces diabólicas en su cabeza, y de ahí esa urgencia por llevarse a los niños. Muchos aseguraban que supuestamente su padre abusó de él, pero según nos dijo eso nunca sucedió, no fue hasta cuando llegó a los 12 años, que el dueño de una farmacia en su pueblo, amigo de su papá, abusó de él, y cuando lo hacía, con un cigarrillo le quemaba sus partes íntimas, lo mordía y lo chuzaba con un objeto cortopunzante y eso fue lo que él terminó haciendo con todas sus víctimas.
¿Siente que después de todo, Colombia no protege a los niños?
Hay algo muy importante en esta historia, una lección para nuestro país y es que, realmente a nosotros no nos interesan los niños. Hace falta una legislación fuerte. Los gobiernos hablan de 20 mil cosas y menos de los niños, eso por un lado. Ahora, solo hay que mirar cuántas personas que tienen sus hijos pequeños, los mandan a la tienda a traer el pan, aún sabiendo que son niños y que pueden ser abusados fácilmente, y así muchos ejemplos. También se ve el el fracaso en general de nuestras autoridades, pues durante la década de los 80 y 90, Garavito, aprovechándose de todo el humo que generaba la violencia: -el narcotráfico de Pablo Escobar, Carlos Castaño, Paramilitares, tomas guerrilleras, todo eso que nos ha mantenido inmersos en peleas-, iba de pueblo en pueblo, por 14 municipios del país, matando niños.
¿Usted lleva 40 años en el periodismo, y por eso no ha estado exento de amenazas, incluso en alguna oportunidad a un periodista suyo, un ex paramilitar le cuenta que tenía la orden de matarlo a usted, cómo recibe ese tipo de noticias?
Además de los dos libros que tenemos, tengo una crónica autobiográfica que se llama ‘El Día que me iban a matar’ y es muy curioso. El mismo periodista que me ayudó con Garavito, estaba haciendo reportaje en julio del año pasado, sobre matanzas y masacres de los paramilitares. Este llegó a donde un paramilitar que había estado 15 años en la cárcel, pagando por justicia y paz, sus crímenes. Él se llama Alexander Gutiérrez, alías Picúa. Y cuando le contó que quería entrevistarlo, Picúa le pregunta que para qué es, y él dice le dice que era para un programa llamado Testigo Directo, dirigido por Rafel Poveda, que se emite el 28 países, y él le cuenta que había tenido orden de matarme.
Resulta que en el año 2000, el Presidente Pastrana quería despejar el sur de Bolívar para el ELN, ya había despejado el Caguán para las FARC, y quería despejar el sur de Bolívar para dialogar con el ELN, pero las paramilitares ya habían sacado al ELN de la zona a sangre y fuego, por el control de la coca. Así que estos se llevaron de todos los alrededores del territorio, más o menos a 7.000 campesinos para bloquear determinadas zonas, por supuesto Caracol me envío a cubrir eso. Cuando llegué allá, me decían que era un movimiento campesino, pero no les creí y comencé a preguntar, y eso no les gustó. Me di cuenta que los paramilitares estaban detrás de todo, y a uno de ellos, Picúa, le molestó que yo estuviera por ahí preguntado. Así que él llamó a su jefe, alias Candado, a pedirle permiso para matarme, y efectivamente se lo dieron. Era un hombre obsesionado con matar a todo el mundo, pero no pudo lograrlo porque donde yo estaba, había ejército y Policía, y estos no se fueron, durante el tiempo que permanecí ahí.
“Nunca nos interesó que nos contara cómo mataba sus víctimas, no, eso está la confesión. Nos interesaba era el por qué? Por qué lo hizo?”, Rafel Poveda, periodista y escritor.