Este fin de semana, el verano del ‘Conejo malo’ hizo lo suyo en la fría Bogotá y la lluviosa Medellín, al atraer a miles de fanáticos del exponente de música urbana Bad Bunny, que corearon y bailaron, sin parar sus éxitos más icónicos: ‘Me porto bonito’, ‘Ojitos lindos’, ‘Un verano sin ti’ o ‘Tití me preguntó’.

Fueron tres conciertos en Colombia, con dos fechas en Medellín y una en Bogotá, que hicieron parte de su gira World’s Hottest Tour y que agotaron boletería en cuestión de horas.

Una gira que ha vendido más de 500 mil entradas, por las que el público, especialmente en Colombia, pagó entre 132 mil pesos —en la parte más lejana del escenario—, ó 25 millones de pesos —por un palco de máximo 10 personas—. No por nada, este es el tour artístico calificado como el segundo más lucrativo del mundo, reportando a septiembre de 2022 un recaudo de alrededor de 123.7 millones de dólares.

Su primera parada la hizo en la ‘Ciudad de la eterna primavera’ donde el conejito puso a saltar a sus ‘bunny-lovers’ con frases como: “La energía de Medellín se siente cabrona desde que llegué. Esta noche lo que hay es ‘party’ sin parar”.

Y sí que hubo fiesta, no solo para sus seguidores sino para toda la cadena comercial y hotelera que se preparó para el evento, favoreciendo la recuperación de esta industria e impactado positivamente en la economía local y nacional. Los hoteles tuvieron alta ocupación, y la búsqueda de hospedaje en plataformas como Airbnb, aumentó considerablemente.

No cabe duda que se trató de un show histórico con uno de los artistas más aclamados del momento en el mundo. Las redes sociales ‘spoilearon’ el concierto, anticipándose a sorpresas como la imagen del ‘Conejito’ flotando por los aires.

Cuatro grúas le permitieron a Bad Bunny —quien en agosto de este año se robó el protagonismo de los titulares de los medios de comunicación al ser elegido como el mejor artista del año, según los premios VMA (Video Music Awards) de MTV—, suspenderse encima de su público al mejor estilo de las estrellas de rock de los años ochenta.

Una vez terminadas sus dos primeras presentaciones, paralizó Medellín, cuando decidió salir a comer a una de las zonas más visitadas del Poblado, Provenza, la calle que la reguetonera colombiana Karol G hizo famosa en su canción.

Fue allí donde se agolparon los fanáticos para conocerlo, y donde solo una mujer entre cientos de seguidores, logró robarle un beso, al subirse sobre el vehículo en el que este se disponía a irse.

Pero aunque él se portó bonito con sus seguidores —como dice su canción—, su paso por este país dejó a algunos muy felices, y a otros no tanto. Al igual que en Perú, donde miles de personas fueron estafadas con boletas falsas para el show, Colombia no se quedó atrás.

Una de las primeras en hacer pública la estafa para entrar al concierto fue la generadora de contenido Pautips, quien intentó comprar en reventa unas de las boletas para el evento. “Compré un palco en reventa en 15 millones en Medellín y la persona que vendió me dijo que este palco no existe”, dijo a sus seguidores por redes.

Sin embargo, corrió con suerte, “sí voy a ir al concierto de Bad Bunny, la persona que me vendió el palco al fin me resolvió, asumió la pérdida, me devolvió mi platica y conseguimos otro palco”.

Otros admiradores del cantante, en cambio, no contaron con la suerte de la influencer, incluso denunciaron a la empresa encargada de la venta de boletería, porque al parecer, otras personas ingresaron por ellos al concierto. “Estuvimos rogando, mostrando soportes de pago, cédula, comprobante de pago de la página, evidencias de que somos los titulares de las entradas, pero todo fue en vano, la respuesta siempre fue: ‘no hay nada que hacer, ustedes aparecen adentro’”, denunció una de las personas afectadas, a través de redes sociales.

La polémica no quedó allí, los conciertos fueron tan controvertidos, que, incluso, hubo conflicto por la silletería. Pese a que las boletas estaban numeradas, no se respetó el orden. Algunos asistentes, muy ofuscados, amenazaron con llegar a los golpes, de no contar con el espacio correspondiente al precio que pagaron.

“Las boletas de Bad Bunny en Medellín están numeradas y donde no me respeten eso, me voy a los traques (golpes) en ese estadio porque yo no puedo llegar temprano por trabajo”, escribió un tuitera antes del esperado evento.

Y en Bogotá, ni qué decir, fuera del estadio El Campín, decenas de personas intentaron entrar a la fuerza. Saltaron sobre las vallas y se agolparon en las graderías, pero les fue imposible acceder.

Incluso, en redes, hubo comparaciones de lo que fue el concierto en ambas ciudades. “La logística de Bad Bunny en Bogotá fue un desastre. Más de cinco horas para entrar al Campín; cientos de personas colándose y traspasando las barreras de seguridad; 11:00 p. m., y el escenario no estaba listo y por eso se atrasó todo. Medellín demostró ser la ciudad superior de nuevo”.

Y, aunque muchos bogotanos no estuvieron presentes en el show, hicieron fiesta a las afueras del recinto, para escuchar a viva voz, al artista número uno del mundo.