Uno de los protagonistas de este cuento se bajó de una camioneta Toyota de vidrios polarizados y caminó unos metros sobre la Avenida Sexta Bis Número 27N-24. Vestía una camisa de algodón, una pantaloneta y unos tenis que lo condujeron a una tienda de moda que tenía las luces encendidas a pesar de la hora. Iban a ser las doce de la noche y una gran parte de Cali ya dormía.
Minutos antes de esa escena, el otro personaje clave de la historia recibía una llamada que lo dejó impactado. Al principio creyó que era una broma, pero luego de confirmar la veracidad de los hechos, no dudó en alistarse y apresurarse a abrir las puertas de su negocio, porque puede que Dios sea generoso, pero pocas veces te da la ventaja de avisar que va a pasar a hacerte una visita.
Quien relata los detalles de esa fantasmagórica madrugada caleña del año 2001 es el diseñador de modas Andrés Otálora, que en ese momento empezaba a consolidarse como uno de los grandes genios colombianos de la alta costura. Tras colgar y asimilar rápido que iba a ser quizá uno de los anfitriones más envidiados de toda la historia, corrió hacia su tienda eterna, que es el génesis de su éxito.
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Diego Armando Maradona, entonces, apareció frente a él junto a su representante de ese momento y un acompañante más al que Otálora solo recuerda como “un asistente”.
“Me dio la impresión de que Diego venía de hacer ejercicio. Quizá por eso pidió que le abriera la tienda tan tarde”, recuerda el diseñador caleño casi veinte años después, cuando la noticia de la muerte del ‘10’ conmociona al mundo.
En ese primer año del siglo veintiuno, Maradona había llegado a Cali con la meta de hacer un exhaustivo proceso para bajar de peso que estuvo a cargo del médico Mauricio Vergara, y Otálora recuerda que, en ese entonces, el astro “ya debía estar más o menos en unos 90 kilos”.
El Diego ya había visto y escuchado detalles del trabajo de Andrés, como se dice coloquialmente, por un amigo de un amigo, así que por eso entró a su tienda con la seguridad de saber que allí iba a encontrar la ropa indicada para sus más allegados.
Dentro de la ‘canasta’ de compras de Maradona, el diseñador recuerda con gracia que estuvo una corona de novia que el exfutbolista le compró a su esposa de ese tiempo, Claudia Villafañe. “Me mostró fotos de su señora para que yo lo asesorara. Le llevó muchas prendas a ella y a otras personas”, contó.
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Al caleño le bastaron en ese entonces solo un par de horas para definir el gusto del emblema de la Selección argentina y el fútbol mundial: “No le interesaba lo sencillo, sino lo más exagerado”.
“En ese momento yo tenía en la tienda unas piezas que eran solo para desfile y que no estaban a la venta, y Diego las escogió”, relata. “Se interesó mucho por los diseños con pedrería y los accesorios brillantes”.
Andrés Otálora recuerda a Diego Armando Maradona como “un niño en un parque de diversiones” que recorrió con emoción todos los rincones de su tienda, incluso la terraza, en la que hay una pasarela. “Allí desfiló”, cuenta el diseñador, quien también rememora que el genio del balón se encaprichó con un traje de plumas.
“Yo tenía una colección de invierno que había presentado en el Bogotá Fashion Week y él fue feliz desfilando todas esas prendas por el almacén”.
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La velada de Maradona en la tienda de modas duró más o menos unas cuatro horas. “Él se quería quedar más tiempo, estaba pasando un rato muy agradable, pero me tocó decirle que ya me sentía muy cansado”, dijo Otálora, quien narró, además, que durante toda la madrugada fue muy respetuoso a pesar de la amabilidad de ese Dios al que siempre fue tan difícil llegar. “Lo recuerdo como una persona muy cálida, amable”.
Allí fue cuando la visita de Diego terminó con su pago y una promesa: “Recuerdo que al final me dijo que le arreglara todo y que se lo mandara al otro día al Lago Calima, donde estaba hospedado en ese momento. Yo mandé a un mensajero que fue muy feliz cumpliendo esa labor”.
“Yo he tenido la oportunidad de vestir a grandes artistas y personas famosas, pero esa experiencia con Diego, una persona que la gente admira tanto, fue definitivamente muy valiosa”, reflexiona Otálora.
Al final, su deseo de tomarse una foto con el astro no pudo ser. “El representante, que era mucho más distante, dijo que mejor no”, rememora.
De todas maneras, cuenta el experto de la moda, que Diego le dejó su autógrafo con dedicatoria incluida, reconociéndolo por esos diseños que lo conquistaron y lo tuvieron en vilo.
Otálora seguramente habrá cerrado su tienda esa madrugada con mucha emoción. Pero el cuento, claramente, no terminó allí, al menos para él, porque su negocio fue tocado por esa ‘varita mágica’ que Maradona utilizaba en la cancha y que solo compartía con los genios de verdad.