El Trooping de Colour es uno de los eventos más importantes dentro de la agenda real.
Es la celebración oficial del cumpleaños del monarca y por ende, un momento especial de encuentro entre él y sus súbditos que acuden a saludarlo a las puertas del Palacio de Buckingham, su sede principal en Londres.
Si bien Carlos III nació el 14 de noviembre, desde el siglo XVIII se acostumbra celebrar el día del monarca a mediados de año, en primavera, cuando la capital ofrece unas mejores condiciones atmosféricas.
Sigue las tradiciones de siglos
La versión de este año ha sido muy especial, pues pasará a la historia como la primera del reinado de Carlos III, quien subió al trono en septiembre del año pasado, luego de la muerte de su madre, la reina Isabel II, cuyo reinado duró setenta años.
Una vez más, él ha demostrado que quiere seguir con las tradiciones de siglos de monarquía británica, por lo cual el programa se mantuvo sin modificaciones.
Todo comenzó con la salida del rey a caballo, con el uniforme de la Guardia de los Granaderos y alto sombrero de piel de oso, rumbo a Horse Guards Parade, el campo donde suele tener lugar el homenaje por el cumpleaños del monarca.
El rey montado en estos festejos era algo que no se veía desde los años 80, cuando la reina Isabel dejó de hacerlo.
En su recorrido por el Mall de la capital británica, lo escoltaban los regimientos de la Household Cavalry, es decir, la guardia personal del monarca, en tanto que una multitud lo aclamaba.
También a caballo y en uniformes militares, lo seguían su hijo William, príncipe de Gales y heredero al trono; su hermana Ana; y su hermano, el príncipe Eduardo, duque de Edimburgo.
Tras ellos se desplazaba el carruaje que conducía a la reina Camilla, esposa de Carlos; Catherine, princesa de Gales, y sus hijos, los príncipes George, Charlotte y Louis de Gales, quien desde ese momento se robó el show con sus ya acostumbradas muecas y gracias.
En otro coche iban la duquesa de Edimburgo y el vicealmirante Tim Laurence, esposo de la princesa Ana.
Ya en Horse Guards Parade, Carlos pasó revista a los contingentes militares.
El buen desempeño que mostró el rey a caballo, a los 74 años, le valió los elogios tanto de la prensa como de sus súbditos.
Como cada año, se escogió a un regimiento para que desfilara ante el rey con su bandera y esta vez, el turno fue para el primer batallón de la Guardia Galesa.
Luego, los distintos regimientos, desfilaron también con sus bandas y un grupo de tamborileros, algunas veces haciendo curiosas coreografías militares.
En total, tomaron parte cerca de 1.500 soldados y 400 músicos, además de 200 caballos, que fueron liderados por Juno, el primero de los Drum Horses, los caballos más importantes del ejército y que ostentan el rango de mayor.
Acabada la ceremonia, la familia real volvió a palacio, a cuyas puertas la esperaba una multitud para presentarle sus respetos a Carlos en su cumpleaños oficial.
Carlos, Camilla, los príncipes de Gales y sus hijos, la princesa Ana y su esposa, y los duques de Edimburgo, entre otros, hicieron su aparición el balcón.
Todavía quedaba un espectáculo más: la revista aérea, con aviones que son todo un símbolo del orgullo nacional, pues con ellos el Reino Unido venció a los alemanes en la Segunda Guerra Mundial.
Este año, esta presentación trajo una novedad que encantó tanto a los Windsor y a los espectadores y es que un grupo de aviones hizo la figura del monograma del monarca: CR, del latín Carolus Rex, es decir, rey Carlos.
Por su parte, nueve Red Arrows expulsaron humo rojo, blanco y azul, los colores de la bandera del país.
En ese y otros momentos del día, la estrella indiscutible, además del rey, fue su nieto, el príncipe Louis.
A sus cinco años, el tercer hijo del príncipe William, ya tiene acostumbrados a los británicos y admiradores de la monarquía británica en todo el mundo a sus graciosas muestras y esta vez también se robó el show.
Ello para deleite de los espectadores, a quienes les encanta ver sus gestos faciales exagerados y cómo baila y gesticula con los brazos.
Luego de contemplar la revista aérea y saludar a su pueblo, Carlos y su familia se retiraron del balcón para un almuerzo en los salones del palacio.
Aparte de la continuidad en las tradiciones que el nuevo rey procura mantener, los observadores de la realeza opinaron que una vez más, con la escena del balcón, quedó clara la idea de la monarquía reducida que el hijo de Isabel II quiere implementar.
Mientras que en tiempos de su madre solían acompañarla hasta 30 miembros de su parentela, ahora solo estuvieron 14 junto a Carlos.
Se trataba estrictamente, de los miembros de la casa real en funciones, es decir, que reciben un sueldo por representar a la monarquía en diversas actividades.
Así, aparte de sus hermanos y descendientes, estaban también sus primos, el duque de Kent y los duques de Gloucester, que cumplen ese rol.
Grandes ausentes fueron el príncipe Harry, duque de Sussex, hijo menor de Carlos, y su esposa Meghan Markle, que mantienen una enconada trifulca con los Windsor desde su retiro de la monarquía en 2020.
Por su parte, Carlos también decidió marginar de toda actividad real, incluida la de hoy, a su hermano, el príncipe Andrés, duque de York, a causa del escándalo de su amistad con el pedófilo Jeffrey Epstein y el oscuro caso de la mujer que lo acusó de haber tenido relaciones sexuales con él cuando tenía 17 años, a instancias del propio Epstein.
Por ende, tampoco estuvieron en el balcón las hijas de Andrés, las princesas Beatrice y Eugenie de York con sus esposos.
Otros “descabezados” de este tradicional acto fueron el conde Wessex y Lady Louise Windsor, hijos de los duques de Edimburgo y que tampoco son miembros en funciones de la monarquía.