Maestra ‘La Ruca’
“Yo me llamo Ruth Elena Cabezas Castillo, soy oriunda del municipio de Barbacoas, Nariño. Mi padre falleció. Mi familia está conformada actualmente por mi madre y cuatro hermanos. Soy casada con Jaime Guillermo Cortés, una hija que reside en Cali y un nieto”.
Esta mujer de 62 años, cantadora o cantora del Pacífico —las cantaoras son las de flamenco, advierte la maestra Nidia Góngora, otra cantadora—.
‘La maestra Ruca’, como le dicen afectuosamente, inició en la música tradicional desde casa. “Mi madre era cantadora y mi padre, músico empírico. Y en todo velorio y evento donde se adoran santos de devoción estaban. Él era bombero —tocaba el bombo—, bombero que toca la tambarria con doble parche, que toca cualquier tipo de alabanza. Desde pequeñita seguía el ritmo de las alabanzas de mi madre. Fue tan así que continúe con ese legado en la Institución Normal Superior donde yo estudié, en la fiesta Patronal, el 8 de diciembre, se cantaban en honor a María Inmaculada, nombre del colegio; se realizaba el festival de la Canción Mensaje que mezclaba diferentes poblaciones del litoral, como El Charco, Guapi, Pasto, la región de Andagoya, Barbacoas, y municipios vecinos de Telembí”.
La música se le da naturalmente. De ahí que ganara con Los Alegres de Telembí, dos veces el Petronio y cinco, el tercer puesto. - Lo más valioso del Festival ha sido tener la oportunidad de participar en este tipo de eventos, para fortalecerse con los saberes, costumbres y tradiciones que se promueven en otros lugares de la Costa.
Para ella, el Petronio, además de darles la oportunidad de mostrar la imagen cultural de otros pueblos, a muchos les da la opción para salir de caminos equivocados. Hay muchos muchachos que se han metido en el rol de la música tradicional y abandonaron esa secuela. Al final, se les ha convertido en una gran oportunidad de vida, ya que les genera el sustento de su familia y de ellos mismos.
‘La Ruca’, además de cantadora, es “maestra docente en ejercicio”. Trabaja en la Institución Educativa Normal Superior. Y ella incluye la tradición oral dentro del proceso de formación de sus estudiantes.
- Trabajo la copla para mejorar procesos de escritura, le meto el canto, porque a través de la letra de la canción, el niño se compenetra y logra entender más fácil el tema. Yo soy docente de aula, y tengo el grado primero, les llevo un cuento haciendo referencia a una problemática, como el uso de la letra mayúscula que les cuesta, entonces con cuentos que les relato, les voy hablando de su propia historia- dice.
A la par con su oficio de maestra, ‘La Ruca’ compone arrullos, bundes, jugas, currulaos... ya ha perdido la cuenta del número de canciones que ha compuesto. “Tengo más de no sé cuántas composiciones, grabamos con Discos Pacífico”, dice sin falsa modestia.
Aún recuerda la primera canción con la que fue al Petronio Álvarez y ocuparon el tercer puesto en 2002: ¿Qué Pasa con mi Colombia?. - Esa fue una canción que la cree en el tiempo en el que las fuerzas armadas ilegales se sentían con mayor poder frente a la población y las comunidades.
Y ‘La Ruca’ empieza a recitar con un sentimiento que eriza la piel y da abrigo al alma: “¿Qué pasa con mi Colombia?, no la dejemos morir. Madre de tanta riqueza, ayudémosla a vivir. ¡Qué problema tan inmenso el que atraviesa Colombia!, lo bueno que se vivió ya quedó para la historia. Se quieren solucionar los problemas personales, para vivir cómodamente, aunque otros, como animales. Dios sabe que de sus hijos muchos mueren inocentes, no es justo que por poder, se destruya nuestra gente. Este mundo está perdido, este mundo está al revés, el hombre se siente grande y quiere quitar a Dios el poder. (”Eso es lo que es. Luego viene lo que se recomienda”, explica ‘Ruca’: -En vez de tomar un arma, mas bien toma una maceta pa’ que hagas gritar al bombo ‘queremos la paz completa’. Cambien bombas y misiles por marimba y el guasá y a ritmo de currulao, bailemos pa’ llá y pa’ ca”.
“Eso tiene un texto hablado”, continúa emotiva ‘Ruca’: " Colombia, patria querida, tierra de amores y encanto, no es justo que la violencia nos cause tanto llanto. Madres que quedan sin hijos, esposas sin sus maridos, niños huérfanos que sufren sin haberlo merecido. ¡Oh! Colombia, patria hermosa, no quiero verte llorar, basta ya de la violencia, y al ritmo del currulao, bailemos pa’llá y pa’cá, y a ritmo del currulao, bailemos pa’llá y pa’cá”.
- Y casi todas las composiciones que yo tengo surgen de un tema específico.
También le compuso una canción al proceso de paz: “La gente quiere la paz, pero paz definitiva, que nos alegre la guerra y renueve nuestras vidas”.
- Y el coro dice: “Queremos paz, queremos paz, pero una paz verdadera, no de un grupo ni de un pueblo, sino de Colombia entera”.
-Para escribir no tengo ni tiempo, ni lugar, ni nada. Aquí se me ocurre algo y ahí lo hago. A las dos de la mañana se me viene una idea y a las dos me levanto y escribo. Soy aficionada, yo estoy lavando y estoy cantando.
‘Ruca’ llegó a esta versión del Petronio para participar en el concierto: ‘Ecos de Matronas’. - Vine de Barbacoa a Tumaco y de Tumaco hasta aquí. Otras veces, cuando hemos venido a participar, siempre lo hemos hecho por tierra, desde ‘Barbacoa’ (sic).
Maestra Nidia
Referirse al Pacífico colombiano y sus artes, es hablar de música, historia y tradición, es evocar el manglar, y el sonido del tambor, y es también hablar de una de sus grandes exponentes, Nidia Sofía Góngora Bonilla, una de las gestoras culturales más representativas del litoral. Nació en Santa Bárbara de Timbiquí, Cauca.
Hija de Olivia Bonilla Ángulo, una cantora, matrona y vichera, e Isaac Góngora, docente estudioso y melómano de las músicas del mundo. Fue criada por sus abuelos paternos, Mónico Góngora, comerciante y líder político, y Sofía García, una mujer muy espiritual. De todos ellos heredó su amor por el folclor y por los saberes de una diáspora, por la que hoy trabaja.
- Siempre estuve rodeada de música, a través de mis tías, de mis maestros y maestras de la comunidad, -tanto en la escuela formal como en esa escuela de la vida-, todo influyó en mí. Mi madre hablaba de que, desde mucho antes, incluso en el vientre, yo ya reaccionaba a un arrullo. Pero además, venir de una familia por tradición, de músicos, y vivir en el ambiente de la comunidad,- un pueblo musical donde desde que uno nace lo reciben con arrullos, y a la hora de morir, lo despiden con alabados-, hizo que en cada etapa de mi vida, la música estuviera presente.
Timbiquí, -tierra de grandes exponentes musicales como William Angulo y Begner Vásquez, integrantes de ‘Herencia de Timbiquí’-, fue la cuna de Góngora, que fue bautizada, según su mamá: “Bajo la gracia de haber llegado a este mundo con un propósito”.
- Nací en casa de mis abuelos maternos, pero me criaron los paternos, y desde allí inició esa pauta fuerte en mí, porque nací en medio de cantos y arrullos. Me recibió la partera, la enfermera Arcelia, pero también me recibieron las amigas de mi mamá, en medio de unos cuantos cantos alegres y hermosos. Al nacer provoqué una hemorragia por la que mi madre casi muere y yo también tuve mucha dificultad. Decía ella que si hoy estoy aquí, es porque esta vida me tenía un propósito muy fuerte, y pienso que tenía que ser el de trabajar en función de esto, de la música, de preservarla”, destaca Góngora, una de siete hermanos por parte de mamá, y de cuatro, por parte de papá.
Con el pasar de los años, esa pequeña cantadora que en su sangre llevaba el ritmo del currulao, bunde, la juga y los arrullos, entró al Colegio Santa Clara de Asís. -Allí hice mi primaria y tuve la fortuna de contar con muchas profesoras, que me ayudaron a fortalecer todo ese acercamiento que ya tenía con la música. Entre ellas Elizabeth Sinisterra, ‘Licha’, quien cumplió un papel fundamental en su formación como maestra sabedora.
-Ella empieza conmigo un trabajo de investigación. Ya no era solo la música transmitida desde el oído, desde la escucha, desde la imitación, desde un ambiente natural, sino un proceso de indagación y de adentrarme a los elementos que hacen parte de estas manifestaciones. Empezamos a hablar con los viejos, a preguntar el porqué de una juga, un currulao o un bambuco, cuáles son las jugas de adoración, por qué son de adoración,... y cuando termino el bachillerato, decido venirme a Cali, pero ya con un proceso en donde aprendí a hacer ejercicios de composición, ya conocía la historia.
Era 1997, y en Cali no había un movimiento del Pacífico, la música afro se escuchaba muy poco y el choque cultural, se hizo fuerte. - A la profesora ‘Licha’ la trasladaron a Jamundí, y nos reunimos para continuar el proceso que traíamos. Y nace la agrupación ‘Socavón de Timbiquí’, se llamó así durante dos años, luego, ante las diferencias en su propósito, — había nacido para difundir, transmitir, y salvaguardar las músicas tradicionales del Pacífico, y generar espacios de vínculo con el territorio—, cambiaron su nombre por ‘Canalón de Timbiquí’.
Así inicia la historia del grupo nominado al premio Latin Grammy 2019 a Mejor Álbum Folclórico. -Comenzamos desde cero, pero con todo el corazón y el saber, eso que nadie nos pudo arrebatar. Después fundamos la escuela Canalón, y el semillero, y hoy atendemos niños a partir de los 6 años de edad, en su mayoría del oriente Cali, a quienes le estamos transmitiendo este legado, un proceso de relevo generacional al que dediqué mi vida.
Góngora, quien a la par de su carrera artística, se formó en la Universidad Santiago de Cali, como licenciada en Educación Preescolar, una vez terminó, probó suerte en Villarrica, Cauca, y se quedó como maestra escolar durante ocho años. Pero como lo predijo su madre, la vida le tenía reservado algo más grande. Conoció a Will Holland ‘Quantic’, músico, Dj, director musical, arreglista y guitarrista británico, con quien comenzó el proyecto ‘Pacífico Electrónico’. Con él recorrió el mundo, luego vinieron proyectos como Ondatrópica, Pacífican Power y otros.
- Ahora tenemos el proyecto de colaboración Nuevos Ríos, y me dediqué a cumplir la función de las cantoras, a compartir los aprendizajes, como docente a través de mi fundación, y a llevar por el mundo la música del Pacífico. Mi mamá abrió sus puertas a todos y nos enseñó que al otro debemos verlo desde su humanidad.
Sobre el Petronio opina que “a través de este Festival se ha reconocido el aporte que ha hecho la comunidad a Cali, hemos llegado aquí a construir, ha sido nuestra casa, donde construí mi familia, mis hijos nacieron aquí y aman esta ciudad y aman a Timbiquí. Su casa es su pequeño Pacífico en Cali, junto a su “esposo, amigo, compañero y cómplice”, nacido en Cali, criado en Buenaventura y con familia de Tumaco, y sus hijos: Florita y Jorge Andrés. -Mi mamá asistió sus partos, y desde que nacieron los llevé a Timbiquí, y les enseñé a amar esta tierra donde vengo yo.
Julita Estrada
ulia Estrada de Bastidas es del Charco, Nariño, río Tapaje. Tiene 85 años. -Mi infancia en ese lugar fue hermosa. Era una niña muy consentida de mis padres y ahora ya quedé huerfanita, pue’, pero tengo unos hijos hermosos que me quieren. Tuve 10, se me murió unito, después otro ya grande de un infarto, y me quedaron 8, cuatro mujeres y cuatro hombres. Una anda conmigo, es la secretaria del grupo y me acompaña pa’ todos lados.
Toda su familia, cuenta, era musical. Mi papá tocaba bombo, mi mamá era una gran rezandera, cantadora. - Y se reunía con las amigas a repasar, y ahí yo oía cómo cantaban, pero uno cuando niño no le para muchas bolas, yo vine a despertar con la música y todo ya después que tenía 40 años, con el arrullo del Niño Jesús, que es mi patrón, con él viajo. Yo le digo: “¿Puedo viajar? ¿Me da permiso pa’viajar?”.
Su misión, asegura, es no dejar perder los saberes ancestrales. Sus cantos son ancestrales. - Yo soy compositora, todos los cantos en el Petronio, al que he venido desde hace 17 años, son míos. Algo especial de mi vida, todo lo que veo, por la noche, lo escribo. Hay una canción mía que dice: “Yo quiero cantarle a Dios y también a mi región, es algo que sale del alma y también del corazón. Son dos cosas muy hermosas que me llenan de emoción, de ver la naturaleza y este hermoso folclor. En el río de Tapaje, allí donde y nací, aprendía a cantar juga, el bunde y el currulao. cuando repican el bombo, la marimba y el guasá, ¡ay! el cuerpo se estremece, yo me pongo a bailar”, declama de memoria y suelta una carcajada.
Julia se inspira en los mitos, las leyendas, las historias de sus ancestros y hasta en espantos que ha visto ella: “Les voy a contar esta historia, lo que a mí me sucedió, que una noche de menguante una visión me asustó, era una cosa muy grande que ni cabeza tenía, solo era un tronco negro que caminando venía. Yo sentí un escalofrío, no sé lo que me pasó, pero lo cierto fue que al suelo me derrumbó. Mamá no sabía qué hacer, si rezar el padrenuestro, el Ave María o el Credo. Toda la gente corrió a ver qué era lo que había pasado, pero mi cuerpo estaba en el suelo desplomado. Eso fue una enfermedad de fiebre y escalofrío si no fuera sido por doña Sofío, yo me habría joriro”.
- Eso sucedió en la playa de Juanchillo, donde mi papá pescaba. Y entonces un día, a las tres de la mañana, mi mamá me dijo que me levantara a hacer una aguapanela, cuando iba por uno de mis hermanos, entonces yo paré la ollita y me puse en toda la puertica a lavar la taza donde iba a echar la bebida, y había un naranjal afuera y vi que cra, cra, venía esa cosa negra saliendo. Ahí fue que yo grité y fui a dar a la cama de mi mamá. Yo no sé que más pasó. Pero así nació mi repertorio de Lo Que a mí me Sucedió.
De sus ancestros heredó muchos saberes, incluido el gastronómico, aprendió a preparar el sancocho de pescado, el viudo. - Los hijos me dicen ‘yo voy hoy a la casa porque cocinó mi mamá’. Cuando les hago ese sancocho de pescado o un atollao de piangua con camarón y harto coco, ay, eso comen, ¡mejor dicho!.
La única que heredó su pasión por el arte es una hija que vive en Cali y es bailarina.
- Mi esposo hace 13 años murió, ahorita estoy viudita y solitica. Pero eso sí, admite, “duermo, sueño y despierto cantando”.