“Más adelante, cuando el mundo estallaba en torno a él y los mortíferos mirlos se apiñaban en el trepador del patio del colegio, se enfadó consigo mismo por haber olvidado el nombre de la periodista de la BBC que le anunció que su antigua vida había terminado y una existencia nueva, más tenebrosa, estaba a punto de empezar. Lo telefoneó a casa por su línea privada sin explicarle cómo había conseguido el número. ‘¿Qué siente uno –preguntó la periodista– al saber que el ayatolá Jomeini lo ha condenado a muerte?’. Era un martes soleado en Londres, pero esa pregunta extinguió la luz. Esto fue lo que él dijo, sin saber en realidad qué decía: ‘Uno no se siente bien’. Esto fue lo que pensó: ‘Soy hombre muerto’”.

Con estas palabras inicia ‘Joseph Anton’, las memorias narradas en tercera persona por el novelista Salman Rushdie, sobre su tiempo en la clandestinidad.

En una entrevista para Vanity Fair en 1995, al estilo ‘Proust’, cuándo le preguntaron ¿cómo le gustaría morir? contestó: “Preferiría no hacerlo”.
Hace 30 años la cabeza de Salman Rushdie fue valorada en tres millones de dólares, por lo que tuvo que refugiarse en Reino Unido por un largo tiempo.

El 24 de septiembre del año 1998, el presidente iraní, Mohamed Jatamí, concluyó oficialmente la condena a muerte que el régimen de Jomeini había ordenado contra el escritor, asegurando que ya no era objetivo de persecución. Sin embargo, siempre se mantuvo la amenaza de muerte.

Rushdie, quien nació en 1947 en India, en el seno de una familia de intelectuales musulmanes no practicantes y enviado de joven al Reino Unido a estudiar, había provocado la ira en una parte del mundo musulmán con la publicación de su polémico libro ‘Los versos satánicos’, en 1988.

En la novela cuenta las aventuras picarescas de dos ciudadanos de India que llegan, milagrosamente salvos, a una playa inglesa, después de que el avión en que viajaban estalló en pleno vuelo a causa de un atentado.
Con un estilo que navega entre fantasía e historia, los personajes se mezclan con emigrantes londinenses en plena época de Margaret Thatcher. Una historia que, para Rushdie, se centra ante todo en el desarraigo que sufren las personas migrantes.

“De todas las ironías, la más triste es la de haber trabajado durante cinco años para dar voz a la cultura de la inmigración y ver mi libro quemado, la mayoría de las veces antes de haberlo leído, por las mismas personas de las que habla”.

El escándalo, fue provocado por el segundo capítulo, conformado por unas pocas decenas de páginas entre varios cientos. Allí, el escritor pinta escenas donde el personaje, vagamente ridículo, del profeta Mahound -en alusión al fundador del islam, Mahoma-, engañado por Satanás, predica la creencia en divinidades distintas a las de Alá antes de reconocer su error. Y esa fue su sentencia.

India prohibió el libro y le siguieron una veintena de países.

No obstante, el ayatolá Rouhollah Jomeini, fundador de la República Islámica, emitió una fatua, —decreto religioso—, en 1989, llamando al asesinato de su autor por considerar que ridiculizaba al Corán y a Mahoma. Fue tal el odio que, incluso, se ofreció una importante recompensa por la cabeza del literato.

La fatua obligó al autor a esconderse durante años y vivir bajo protección policial, pues incluso, varios de sus traductores fueron asesinados.

Fue el mismo Rushdie quien tomó la decisión de mudarse a Nueva York, de eso ya, hace dos décadas.

Se convirtió en ciudadano estadounidense en 2016 y, a pesar de la continua amenaza contra su vida, se le veía cada vez más en público, a menudo sin un operativo de seguridad notorio. De hecho, visitó Colombia en varias ocasiones, en 2009 y en 2018 para asistir al Hay Festival en Cartagena y, para promocionar su libro ‘Dos años, ocho meses y 25 noches’, en Bogotá en 2015.

Durante mucho tiempo, como
Joseph Anton, viajó por el mundo en distintas oportunidades, intervino en muchos congresos y ofreció conferencias casi clandestinas, ya que no podían ser anunciadas a través de ningún medio previamente, porque eso suponía un peligro para su vida.

El año que se convirtió estadounidense, varios medios iraníes, en un contexto de tensiones dentro del régimen entre ortodoxos y reformistas, sumaron 600.000 dólares al bono ofrecido por la cabeza del escritor.
Fue así como ahora, más de tres décadas después de la publicación de aquél libro, este aún huele a azufre y Rushdie, tal y como había quedado escrito en la fatua, pagó las consecuencias.

Fue durante un evento literario realizado este mes en el estado de Nueva York, cuando un hombre se le acercó y sin mediar palabra, lo apuñaló en el cuello y abdomen varias veces, dejándolo gravemente herido.

El ataque, del que su señalado agresor, Hadi Matar, y considerado por expertos en radicalismo islámico, como un simpatizante de Irán y la Guardia Revolucionaria iraní, causó estupor mundial, tanto así, que grandes figuras literarias como la escritora J.K Rowling, se solidarizaron con el escritor, quedando ella en el punto de mira de los extremistas.
Matar, de 24 años, nacido en

EE. UU., dijo que sentía aversión hacia el autor por haber “atacado el Islam”, pero negó estar en contacto con Irán o haber leído entero su libro ‘Los versos satánicos’, según dijo en una entrevista con The New York Post, en la que, además, se mostró sorprendido de que Rushdie sobreviviera al ataque.

Meses antes del hecho, el novelista había descrito cómo su vida había vuelto a cierto grado de normalidad tras mudarse del Reino Unido, donde contó por muchos años con la protección de Scotland Yard y se refirió a su polémica obra.

“Mi problema es que me siguen percibiendo bajo el único prisma de la fatua”, comentó en una ocasión este librepensador empeñado en mantener su identidad de hombre de letras, sin convertirse en símbolo de nada.

En 2005, consideró que la sentencia emitida por el ayatolá Jomeiní, preludiaba los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Y en 2016 declaró: “Mi caso no fue más que un anticipo de un fenómeno mucho más amplio que ahora nos atañe a todos”.

Rushdie, con sus sempiternas gafas de montura delgada y mirada irónica, relató sus años de clandestinidad en uno de sus libros, pero luego se cansó de la penumbra. Cuando emergió de su estado de protección, apareció en películas, como ‘El diario de Bridget Jones’ y la serie estadounidense ‘Seinfeld’.

Antes de convertirse en escritor, tuvo una carrera exitosa en el mundo de la publicidad. Previamente, había estudiado historia en la Universidad de Cambridge. Su escolaridad se repartió entre el Bombay de su infancia y el Reino Unido.

Su nombramiento como caballero por la Reina de Inglaterra en 2008 fue calificado por Irán como un acto de “islamofobia” y los extremistas musulmanes, especialmente en Pakistán, volvieron a enfurecerse.
Es hijo del abogado y empresario Anis Ahmed Rushdie, y de la maestra Negin Bhatt. Su apellido fue una invención de su padre, quien lo adoptó en específico por la admiración que le tenía a Ibn Rush, ya que consideraba al filósofo como un pensador que estaba a la vanguardia del argumento racionalista contra el literalismo islámico.

Salman, al igual que su padre, hizo una combinación inspirada en los escritores Joseph Conrad y Anton Chéjov para crear su alias y mantener su identidad protegida.

El escritor colombiano Ricardo Silva considera que “en Rushdie comienza un modo -descomunal e irreverente, pero con fe conmovedora en el acto de la ficción-, de hacer literatura”.

Obras del “horror”

Las ventas de libros de Salman Rushdie, y especialmente su novela ‘Los versos satánicos’, se incrementaron luego de que el escritor fuera atacado.

Su obra encabeza el barómetro de libros de Amazon, que marca el ritmo de los más vendidos. Su primer best seller, ‘Hijos de la medianoche’, ocupa la cuarta posición.

Para personajes como el filósofo francés Bernard-Henri Lévy, Salman Rushdie, debería obtener el premio Nobel de Literatura, que se entrega en octubre, “no imagino a un escritor que tenga hoy la presunción de merecerlo más que él. Comienza ahora la campaña”, dijo en el Journal du Dimanche, periódico francés.

En esto coincide el novelista colombiano Santiago Gamboa, quien considera que debió recibir el Nobel hace más de 10 años. “Salman es un autor con una característica que pocos tienen, incluso sus compañeros de generación, y es que tiene una visión que abarca los tres continentes, Asia, Europa y América y esto se expresa en su literatura”.

Aunque en Enghelab Street, el corazón de las librerías de la capital de Irán, ‘Los Versos satánicos’ está prohibido, otras obras de Rushdie como ‘Vergüenza’, cuya versión persa fue premiada por el estado iraní en 1985, son permitidas.

Una de las primeras obras del autor en hacer eco en el mundo, fue ‘Los hijos de la medianoche’, que publicó en el año 1981, novela centrada en la partición del subcontinente indio.

Esta fue la primera obra de él que leyó Gamboa, a quien impresionó “porque era una literatura y una escritura muy cercana al realismo mágico de Gabriel García Márquez, con elementos de la India, y de su relación con Inglaterra”.

Publicó su primera novela ‘Grimus’, en 1974, sin ninguna repercusión. Contrario a ‘Los versos satánicos’, que al poco tiempo de publicarse fue prohibido en India, Sudáfrica, Pakistán, Túnez y otros países.

En 1990 presentó un libro para niños titulado ‘Harún y el mar de las historias’, inspirado por su hijo, y el ensayo ‘In good faith’ (De buena fe), en el que explicó su punto de vista sobre el libro que lo condenó, aunque no consiguió aplacar los ánimos.

Así que decidió continuar defendiendo su irreverencia. En 2005 presentó su novela ‘Shalimar, el payaso’. En 2012, llegó ‘Joseph Anton, memorias del tiempo de la fatua’. Y en 2015 apareció de nuevo en la literatura con el libro ‘Dos años, ocho meses y veintiocho noches’. Su más reciente hazaña literaria, es haber ganado el Booker Prize por su relato ‘Quijote’ en 2019, versión moderna de la epopeya picaresca del héroe de Cervantes trasladado a Estados Unidos.

Amores y odios

El escritor, nacido en junio de 1947 en Bombay, pasó una década escondido, cambiando constantemente de casa y sin poder decir a sus hijos donde vivía.

Una soledad que se ahondó tras la ruptura con la novelista estadounidense Marianne Wiggins, su segunda esposa, a quien había dedicado los ‘Los versos satánicos’, que incendiaron a buena parte del mundo musulmán.

“Estoy amordazado y encerrado. Me gustaría jugar al fútbol con mi hijo en la plaza. Una vida ordinaria, trivial, un sueño que para mí es inaccesible”, escribió alguna vez.

Rushdie se casó por primera vez con Clarissa Luard en 1976. Se conocieron en un concierto en 1969 y ella también trabajaba en publicaciones, por lo que más tarde se convirtió en oficial de literatura en el Consejo de las Artes de Inglaterra. Con ella tuvo a su hijo Zafar en 1979 y divorciaron en 1987.

Luard murió de cáncer en 1999. En una entrevista con la revista Big Issue en 2016, Rushdie dijo: “Lamento mucho el final de mi primer matrimonio. Lamentablemente, ella falleció cuando mi hijo tenía 19 años y, de hecho, para entonces habíamos logrado reconstruir una buena amistad. El último día de su vida, yo estaba en el hospital tomándola de la mano. El matrimonio terminó, pero la relación no”.

La tercera esposa, Elizabeth West, es otra autora. La pareja se casó en 1997 y tuvieron a su hijo Milan, en 1999. Se divorciaron en 2004, el año en el que volvió a casarse con la actriz, modelo y presentadora del programa de televisión estadounidense Top Chef, Padma Lakshmi.

Lakshmi le dijo a People que estaba “enganchada” cuando comenzó a hablar con Salman Rushdie. “Para mí fue maravilloso porque finalmente tuve a alguien que me entendió porque él también era indio y también vivía en el oeste y era muy ágil para navegar en esos dos mundos”, explicó, además. Cuando se casaron, ella tenía 28 años, mientras que él tenía 51.

“No se preocupe demasiado dijo el periodista, quien le comentó sobre la sentencia que caía sobre él. Jomeini condena a muerte al presidente de Estados Unidos todos los viernes por la tarde”, escribió en Joseph Anton.
Rushdie permanece en estado grave en un hospital de Pensilvania y los detalles sobre su salud han sido escasos, pero su hijo ha dicho que ya no necesita respiración asistida y el martes trascendió que era “elocuente” cuando fue entrevistado por los agentes de Policía.