El caminante de caminos que contagiaba con su música parrandera a todo el que la escuchaba, ha dejado huellas imborrables en todo el país. Hoy Lisandro Meza deja este mundo, pero su legado deja una historia que nadie borrará.
Su habilidad para componer, cantar e interpretar todo tipo de instrumentos y géneros musicales, lo llevaron a quedar marcado en la historia de la música colombiana.
El 26 de septiembre de 1939, en El Piñal, departamento de Sucre, nacería el hijo de don Raymundo y doña Victoria.
Una oportunidad que supo aprovechar
Algunos años después, en 1954 empezó a cantar en la finca de su padre La Armenia, junto al capataz, Pedro Socarrás, quien tenía un acordeón.
Este parrandero autentico aprovechó el día en que su padre brindó una fiesta a los trabajadores de la finca y en el momento en que la mayoría se encontraban pasados de tragos, agarró el acordeón y comenzó a tocar.
La Hija de Amaranto, La Cumbia Cienaguera y El Alto del Rosario, se convirtieron en el inicio de su vida como acordeonero y cantante.
En 1959 empezó su camino como compositor al crear El saludo, paseo que terminó por sacarlo del anonimato.
Lisandro logró el estrellato cuando participó en el afamado grupo de Los Corraleros de Majagual. Fue una de las principales figuras del conjunto al cual ingresó en 1961.
Su carrera se consagró con los éxitos El Acordeón Pitador y La Gorra no se me cae, que grabaría en 1963. El cantante y compositor tuvo su propia agrupación desde 1965, nunca dejó de ser parte importante de la escuela del folclor sabanero.
Su primera participación en el Festival de la Leyenda Vallenata fue en 1969, en donde no logró ubicarse en una posición destacada, pero el pueblo decidió galardonarlo como “el Rey sin corona”, contradiciendo así las decisiones de los jueces del momento.
En 1975 se volvió a presentar al festival y logró ocupar el segundo lugar. En 1978 fue galardonado como Rey Sabanero del Acordeón.
Otro de sus grandes éxitos llegó en 1976 con La miseria humana, en 1977 llegó Entre rejas, y El guayabo de la ye, que reflejaba parte de la personalidad del maestro Lizandro Mesa.
Luego sus fanáticos pudieron disfrutar de Las Tapas, en 1979; La Baracunatana en 1981, Me voy pa la Luna y Estás Pillao en 1982; ¿Y de la plata, qué? y La Matica, en 1984; y de allí en adelante no había canción con la que no pusiera a bailar, aún al que no sabía hacerlo.
Lisandro traspasó fronteras y conquistó al público de Ecuador, Chile, Perú, Centroamérica, México y los Estados Unidos.
Entre su historia también figura la creación de una agrupación familiar con su esposa y sus hijos, denominada Los Hijos de la Niña Luz.
Su música ha sido regrabada por Aterciopelados, por el cantante Rodolfo Aycardi, y por agrupaciones vallenatas como el Binomio de Oro y El doble Poder.
Además, ha sido el único músico colombiano en haber ganado cuatro veces el Premio de la Canción de la Feria de Cali, con los temas: Las Tapas (1980), La Matica (1983), A la Bella Bella (1990) y El hijo de Tuta (2001).