Un libro sobre la historia del libro, donde se citan libros que a su vez hablan de otros libros... Así es la “puesta en abismo” escrita por Irene Vallejo en ‘El infinito en un junco’ (2019), un ensayo erudito que, no obstante su rigor histórico, se lee como una emocionante novela de aventuras, en la que los lectores recorren todo el camino de ese objeto maravilloso llamado libro.

Desde sus orígenes en las tablillas de barro sumerias, pasando por los papiros de junco en Egipto que dieron origen a la biblioteca de Alejandría, así como los preciosos códices medievales escritos a mano por monjes, los primeros libreros venecianos, llegando hasta el libro impreso y digital, en el que posiblemente el lector esté leyendo, ahora mismo, esa historia sobre los libros.

Irene Vallejo es una filóloga española que durante años se dedicó paciente, y placenteramente, a rastrear en fuentes antiguas, de las más antiguas bibliotecas del mundo (Oxford y Florencia) las historias aún no contadas de la cultura libresca. Su libro ‘El infinito en un junco’, recibió en 2020 el Premio Nacional de Ensayo en España, y actualmente, con más de 50.000 ejemplares vendidos, se encuentra entre los libros más exitosos a nivel hispanoamericano.

Puede leer: Joël Dicker habla sobre su quinta novela en Hay Festival

¿Por qué decidió escribir un libro sobre libros, cuando ya existen tantos sobre el tema?

Así es, de hecho ‘Una historia de la lectura’ de Alberto Manguel fue como mi brújula y mi inspiración, yo soy muy consciente de que existen incluso librerías que dedican estanterías completas a los libros sobre libros. Partiendo de esa humildad, de reconocer que no es un tema original, sentí necesario escribirlo cuando muchas voces proclamaban el fin del libro de papel, con la llegada del libro electrónico. Muchos especialistas y gurús de la industria editorial proclamaron que el viejo libro de papel, nuestro añejo compañero, iba a ser superado por otras opciones. Pero desde mi perspectiva de historiadora, contemplando el curso de los libros y todo el camino que ha recorrido este objeto asombroso, tenía una visión discrepante del asunto, por eso quise escribir un libro que fuera un homenaje pero, al mismo tiempo, un testimonio de esperanza.

El libro ha atravesado a lo largo de los siglos tantas catástrofes, periodos difíciles de pobreza y analfabetismo, imperios y civilizaciones que se hunden, cambios culturales y lingüísticos, y pese a ello, no ha hecho más que expandirse. Aunque también quiero resignificar la relación entre el libro de papel y el libro electrónico, yo creo que se trata de una convivencia y no de una competencia, hay que destacar que no es la primera vez que han convivido distintos formatos de libros, ya se dio en la antigüedad con el rollo, las tablillas y el códice, que es como llamamos a nuestros libros de páginas, estos convivieron de forma amable sin implicar la desaparición de ninguno, se han prolongado a través de los siglos, generando unas experiencia de lectura más rica.

Algunos mantienen hoy esa disyuntiva entre lo impreso y lo digital...

En la antigüedad cuando existieron distintas formas de libros, lo que se hizo fue especializarse en distintos contextos y con distintas utilidades, y está sucedido de nuevo ahora. No es cuestión de que existan lectores de libros electrónicos y lectores de libros de papel, todos podemos abrazar ambos formatos y utilizarlos de distintas maneras. Posiblemente seguiremos deseando tener ciertos libros en nuestra mesa de noche, libros en los que hay una inmersión sensorial, aquellos que tocamos y disfrutamos del diseño, su maquetación, las ilustraciones, su sonido al pasar las páginas. Estos libros pueden ser dedicados, con una frase manuscrita de una persona querida y como tienen que ver con nuestros afectos seguirán ocupando un lugar en nuestros hogares.

Luego también existen los libros electrónicos para facilitarnos otras formas de lectura, son más cómodos para viajar y pueden almacenar cantidades de textos que no podemos permitirnos ocupar demasiado espacio en nuestras casas, y para las personas que tienen dificultades de visión permiten ampliar el tamaño de las letras, y cambiar las tipografías.
Es decir que son complementarios, y yo lo que promuevo es apreciarlos a ambos y sus distintas posibilidades, no se trata de adorar ciegamente las tradiciones y tampoco de caer en la idolatría de las nuevas tecnologías.

Ambos, impreso y electrónico, tienen ventajas y desventajas, pero lo que yo reivindico es que le reconozcamos a nuestro libro de papel toda su magnífica gesta de supervivencia, y todas las ventajas que sigue ofreciendo en el siglo XXI, por eso me gusta la reflexión de Umberto Eco cuando dice que el libro es uno de esos objetos casi perfectos, como la rueda, la cuchara, la silla, las tijeras o el martillo, casi imposibles de mejorar.

En su libro destaca el papel que tuvieron las mujeres lectoras y escritoras en la antigüedad…

Uno de los aportes que yo quería hacer con este libro era intentar explorar esa historia donde la perspectiva de las mujeres está presente, como la de los hombres, y contar los aportes que se hicieron simultáneamente. Y esa sensibilidad viene de mis estudios, porque yo como filóloga siempre he consultado a las fuentes antiguas por la mujeres, qué nos pueden decir de la situación de las mujeres cuando querían leer, cuando quería escribir o ser poetas, qué acceso a la palabra pública tenían las mujeres de las distintas épocas, y aunque nunca es el tema principal de las fuentes antiguas, interrogando y recogiendo datos dispersos pude construir una imagen de conjunto de las mujeres y su papel en esta historia del libro.

Yo siempre había escuchado mencionar que la aportación de las mujeres había sido casi nula en la antigüedad, pero me sorprendí de encontrar sus huellas, aunque solo fueran retazos de la presencia de muchas más mujeres de las que nunca sospeché, lo cual quiere decir que siempre hubo un esfuerzo, aunque tropezaran con muchas prohibiciones y barreras, de las mujeres para contar su mundo y compartir su visión de la existencia, y para intentar que también sus palabras sobrevivieran, eso me ha parecido conmovedor.

Creo que la labor intelectual de las mujeres como pensadoras y como transmisoras del saber siempre ha estado arrinconada y oculta, y no se ha valorado en la medida que merecen, en ese sentido también ‘El infinito en un junco’ es un canto a todas ellas.

Otro aspecto importante de su libro es la oralidad, ¿tiene trascendencia en la actualidad?

Sigue ocupando un lugar esencial. Aunque yo he querido homenajear al libro como vehículo del conocimiento de ideas y relatos, también he querido destacar el poder de la oralidad, porque el libro no destruyó esta capacidad, ha seguido existiendo y creo que nosotros alcanzamos a tener la experiencia de escuchar familiares, abuelos y campesinos, que eran grandes narradores. 

La oralidad ha seguido en nuestro mundo a través de las historias que nos contamos diariamente en mensajes de audio, en la radio, los podcast, los audiolibros, porque la tecnología siempre ha estado aliada con la oralidad, por ejemplo para hablarnos a través de la distancia en plataformas, como sucede actualmente.

Pero la oralidad adquiere su forma prístina y originaria cuando le contamos cuentos a un niño, esa es la misma magia que congregaba a nuestros antepasados (cazadores recolectores) alrededor de las hogueras cuando caía la noche. El fuego ahuyentaba a las fieras y ellos se contaban historias, allí es donde empezó todo, y algo de ese fuego sigue brillando hoy cuando le cuentas un cuento a un niño.

En ‘El infinito en un junco’ usted revela que la historia del libro también tiene mucho de barbarie...

Ese es uno de los aspectos a los que quise prestar especial atención, por ejemplo la cuestión del alfabeto como colonizador, de la escritura impuesta, lo que sucede cuando un pueblo oral es invadido por uno alfabetizado, imponiendo la escritura y su lengua, esto ha sucedido en muchos lugares donde los Europeos y la cultura occidental han llegado con su cultura invasora. Pero esta es una situación muy ambigua que no podemos valorar solo como una donación cultural, también implicó una enorme violencia, pero al mismo tiempo con esas letras impuestas se trató de rescatar las formas de cultura de las poblaciones colonizadas.

Hay que ser conscientes de esa dimensión, porque gracias a la escritura también se pudieron conservar formas, relatos y narraciones que de otra forma habrían quedado en el olvido. Siempre la civilización y los actos de barbarie han estado juntos, como decía Walter Benjamin, todo documento de cultura lo es también de barbarie, y mucho antes lo había planteado Heródoto de cómo la línea divisoria entre la civilización y la barbarie no es una frontera de dos territorios, sino que atraviesa todo, incluso a cada persona.

Ese es un enfoque muy interesante que nos legaron los griegos y que nos sirve para entender que muchas veces lo más bello, como puede ser un pergamino medieval con sus miniaturas deslumbrantes, fue hecho a partir de la matanza de animales para usar sus pieles como lienzo, incluso se sabe que para conseguir las telas más blancas y suaves para un pergamino de lujo, forzaban abortos en vacas, ovejas, corderos, cabras o cerdos para que las crías tuvieran la piel intacta y así fabricar un ejemplar lujoso. Es algo que no debemos olvidar, la crueldad, la violencia, las distintas formas de opresión a las mujeres, los prejuicios con los extranjeros, la esclavitud, son elementos que están presentes en toda la historia del libro, no podemos apartar la vista de esto, debemos ser conscientes y críticos, no podemos elevar la historia a pedestales o romantizarla. Lo más interesante es que entendamos esa doble dimensión de la cultura y que seamos capaces de afrontar esas dos caras de la moneda.

Muchas veces el precio del avance y el progreso es también la destrucción, la violencia y la crueldad, están juntas y no podemos negarlas ni borrarlas. Es un ejercicio que compete a quienes narramos el pasado, no idealizarlo y al mismo tiempo impedir que se olviden sus lecciones, y lo que haya de esperanza en la historia intentar contarlo y salvarlo.

“La violencia y las distintas formas de opresión también están presentes en la historia del libro, algo de lo que debemos ser conscientes y críticos”.

Hay Festival

Algunas charlas virtuales para no perderse hoy.

Viernes 29 de enero: 

- 9:00 a.m. Irene Vallejo, autora de ‘El infinito en un junco’, conversará con Héctor Abad Faciolince.

- 12:00 p.m. El periodista científico David Quammen, autor de ‘Contagio’, hablará con Pablo Correa.

- 1:30 p.m. El paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga y el escritor Juan José Millás, autores de ‘La vida contada por un sapiens a un neandertal’, conversarán con Yolanda Ruiz.