En los años 90 el caleño Marcelo Cezán era una especie de Ricky Martin colombiano, un joven de cabellera larga, cuerpo atlético y ojos soñadores, que hacía suspirar a todas con su éxito ‘Nueve semanas y media’ y después como galán de telenovelas colombianas, como la inolvidable ‘Me llaman Lolita’.
Confiesa que para un niño al que siempre le iba bien en todo, en el colegio, en el fútbol, en el tenis, el fracaso de su segundo disco lo llevó por el camino equivocado hasta que un 24 de diciembre de 2010 tocó fondo. 15 años después de vivir una época dorada en México tomó algunas decisiones erradas contra sí mismo. “No me hallaba, nadie quería trabajar conmigo, estaba muy metido en la rumba, despilfarrando dinero. No le encontraba sentido a nada, estaba muy decepcionado de mí mismo, de mis decisiones, de cómo había dilapidado mi fortuna, cómo había sido un irresponsable y le había hecho daño a muchas personas sin querer”.
El próximo 25 de diciembre, anuncia, cumple 9 años de su proceso de transformación. Al día siguiente de tocar fondo se contactó con la cantante Adriana Lucía, “ella me habló de una iglesia cristiana en Bogotá con unos pastores australianos muy serios, muy comprometidos y empezó un camino que jamás me imaginé contar”.
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Y es que Marcelo lo había intentado todo espiritualmente. “Nací católico, después metafísico, taoísta, rastafari y me encontré en el cristianismo bien entendido lo que yo había estudiado y he logrado de la mano de Dios sanidad financiera, física, emocional”.
Ahora tiene una esposa que ama, “bella, talentosa y un hijo hermosísimo”. “Vivo con mi papá de 86 años, recuperé una cantidad de cosas materiales que estaba perdiendo como una finca que tengo en el llano”.
A Michelle Gutty la conoció en diciembre de 2011, un año después de él haber tocado fondo. Cantante, bailarina, actriz y locutora de doblaje, debuta el 28 de febrero con un sencillo. “La primera vez que la vi fue en unas novenas en centros comerciales de Bogotá donde yo era maestro de ceremonias y ella actriz y bailarina del montaje navideño. Tenía un disfraz que no la hacía ver muy sexy, tenía su carita y su cuerpo escondido en una bolita de nieve, pero vi en sus ojos una gran nobleza. Un día llegué un poco antes y yo, que soy un poco cegatón, alcancé a ver a lo lejos a una mujer que me encantó, al acercarse no podía creer que fuera bolita de nieve, ‘pero qué es esta hermosura’, me dije. Veníamos de relaciones muy fuertes. El próximo diciembre cumplimos ocho años de relación”.
En estos días le pidió matrimonio de nuevo. Fue en una terminada de seis meses que cada uno, en su tusa, se dio cuenta de qué estaban hechos el uno para el otro. “Le compuse dos canciones y en la pedida de mano la llevé a un sitio y le canté esos temas. En la segunda pedida de mano aproveché un día en que coincidieron nuestras familias y le entregué otro anillo”.
Antes de Michelle, admite Marcelo, “había renunciado al matrimonio y a los hijos, pensaba que el amor no era para mí”. “Nos casamos en abril y quedamos embarazados de Fabricio en junio”, y continúa como relatando un cuento feliz: “es un niño preparado, querido, amado, buscado con conciencia. Estoy muy feliz. Fabricio es inteligente, musical, amoroso, nos encanta darnos besos. Él tenía una displasia de cadera, tuvo un tratamiento un poquito traumático, engorroso, con un aparatico que lo hacía sentir mal, pero ahora camina perfecto, habla, corre, es un niño, gracias a Dios, sano”.
Para una familia de ancestros italianos como la de Marcelo —su abuelo fue un italiano que llegó proveniente del pueblo Cecina, en la provincia de Livorno a Colombia huyendo de la guerra—, permanecer unidos es muy importante. “Tengo una hermana y tres sobrinos y pese a que mi papá vive conmigo, ella vive pendiente de él”. Cezán no olvida sus raíces, viaja a Italia, está en clases de italiano, es ciudadano italiano al igual que su hijo, aunque se considera “caleñísimo, vallunísimo, colombianísimo”.
Pese a que desde niño solían repetirle lo lindo que era, reconoce que tiene grandes defectos. “Soy terco, a veces ingrato con mis amigos, un poco impulsivo, pero Dios ha ido corrigiendo en mí”. Y a quienes se quedaron con su imagen de metrosexual, que se sometía a cuantos procedimientos estéticos pudiera, les dice que hace ejercicio, se alimenta bien y usa una crema facial recomendada por su mamá, pero por su cabeza no le pasa hacerse tratamientos invasivos.
Aclara que nació en Cali con el nombre de Édgar Alfredo Gómez Menicagli, pero a sus 2 años, a su papá en el trabajo lo trasladaron a Palmira, donde vivió hasta los 17 años. “Mis padres cantaban zarzuela en los 70 con Zoraida Salazar y yo iba a los ensayos a acompañarlos”. Regresó a estudiar odontología a la Universidad del Valle, modeló y se inició en el rock en la banda Láser en el año 89, después de destacarse en la tuna y en el coro del colegio. “Mi parche era David Corkidi, Jorge Fresquet de Kronos, Moisés Abad y Richie García de Dibanda”.
Hinchísima del Deportivo Cali, jugó fútbol con equipos de buen nivel como Italian Pizza y reforzó los de otros municipios, como Candelaria, jugó microfútbol en la Universidad del Valle. Nunca ejerció su profesión, “ya todos sabíamos que no me iba a dedicar a la odontología, cuando empecé a modelar, cantar y actuar”.
Su gran bendición fue cuando le cambiaron el nombre, “nunca me gustó llamarme Édgar, me hacían mucho bullying ‘uy, el élgar, ergar, vergar’, me decían de todo. Hasta que llega este argentino sabio del marketing musical, Eduardo Paz, y me pone Marcelo Cezán. Al otro día mi familia y mis amigos me decían ‘Marcelo’. Fue un regalo de Dios. Siento que nací para llamarme Marcelo, tengo cara de Marcelo”.
Hoy en día, el presentador retorna a la música con un espectáculo que estuvo en Bogotá, Barranquilla, Bucaramanga y que estará en Cali el 16 de noviembre en el Teatro Calima, Hombres a la Plancha.
Cezán anunció que, gracias al impulso de esta obra, grabará un disco de colección, “pero no para intentar sonar en ningún lado, sino para contarle a mi público sobre mis triunfos y fracasos”.
Futbolista y técnico
A veces Marcelo extraña a ese Marcelo de La Maldición del Paraíso, “un chico zanahorio, transparente, limpio, ingenuo, confiado, noble, amoroso, sin ningún tipo de rencor en su corazón, concentrado en lo musical, porque nunca había soñado con ser actor”.
Soñó, sí, con el fútbol. “En 1980 en las divisiones inferiores del Deportivo Cali, con el profesor Jairo Arboleda fui escogido después de jugar tres versiones de un torneo que se jugaba en esa época, la Copa Sarmiento Lora, y pasé todos los filtros del Deportivo Cali, pero a mi papá no le gustó el ambiente”. En el año 87, en la universidad, quedó en un equipo de segunda división, El Remanso de Jamundí, el técnico era Diego Umaña, “pero yo tenía en mi cabeza una orden de mi papá de estudiar algo y me generó un poquito de duda, de miedo, dejar mi carrera de odontología para irme a jugar fútbol”.
Ya siendo Marcelo Cezán, en el 96, no pudo con esa espina del fútbol y entrenó al Deportivo Cali un semestre, bajo la dirección técnica del Pecoso Castro y Cheché Hernández, “ese año salimos campeones”. Jugó fútbol aficionado en todos los países donde ha trabajado, en México, Perú, Venezuela, España, en Colombia, en Estados Unidos.
“Estoy estudiando para ser técnico de fútbol, el año entrante arranco mi curso que dura dos años. Siempre fui delantero por todo el frente de ataque. Arranqué muy pequeñito como volante de creación, pero un profesor a mis 10 años me dijo: ‘No, usted es delantero, usted tiene gol, es rápido, instintivo’ y siempre me destaqué en esa posición, salvo en el equipo de Artistas Fútbol Club, un equipo serio de actores y de músicos bien constituido, donde jugué en algún momento como volante mixto. Hace un par de años me retiré, me saturé”.
Galán de Lolita
La actuación le pareció a Marcelo un oficio dificilísimo, respetable y duro, tanto que cuando protagonizó la telenovela ‘Solo una mujer’ con Viena Ruiz vendió su carro y se fue a estudiar a Los Ángeles actuación.
“Trabajé con Marcelo en ‘Solo una mujer’, era todavía cantante, nos hicimos buenos amigos, siempre ha sido un bacán, un caleño muy chévere, siempre jugó muy buen fútbol”, dice el actor Fernando Solórzano. Con él coincide Juan Manuel Mendoza, compañero de elenco de Hombres a la Plancha de Cezán, quien dice que “su carisma es enorme y es un tipo generoso en escena”.
Lo mismo dice Cezán de Sofía Vergara con quien compartió elenco en México, en el 95 en la novela ‘Acapulco, cuerpo y alma’. “Fui como invitado musical al Festival de Acapulco, junto a Diego Torres, Ricky Martin, Eduardo Verástegui, hombres muy guapos, pero el jurado me escogió como el cantante masculino más sexy, y Paty Manterola, protagonista de la novela, me pidió en el elenco”.
Entrenando en el Deportivo Cali le salió una audición para la serie ‘Cartas de amor’. Luego fue escogido a dedo por Juana Uribe para ‘Me llaman Lolita’, ganó el India Catalina a Mejor Actor, “competí con Jorge Enrique Abello, de Yo Soy Betty, la Fea, y con Nicolás Montero por El Fiscal. Fue un momento lindo de mi carrera que guardo con preciado amor en lo más profundo de mi corazón”.