Sufrió una grave enfermedad, peritonitis gangrenosa, por la que estuvo en riesgo mortal y debió ser hospitalizado por varios meses, “me desahuciaron, me dieron los santos óleos y todos esperaban una muerte inminente”. Pero antes que la muerte, que nunca llegó, durante esos días llegaron a su vida los libros, convirtiéndose en una suerte de “medicinas para curarme de mis tormentos interiores”.
Todo empezó como una forma de catarsis y una búsqueda de trascendencia en las historias de ficción, “la literatura pertenece a las artes mágicas, a los secretos dionisiacos por medio de los cuales los adeptos experimentan transformaciones de gran intensidad. Ingresamos en un libro para encarnar en otros individuos, para meternos dentro de ellos y vivir sus vidas”. Después, la lectura fue la trinchera que se construyó Mario Mendoza para protegerse del caos del presente, sus delirios y fanatismos, y mantener la cordura en un mundo cada vez más bárbaro: “nos encontramos atravesados por altos grados de perturbación psicológica. Pero cuando abro un buen libro, todo eso desaparece, me cambio de realidad, me fugo, me camuflo”.
Y ahora, propone Mario Mendoza en su nuevo libro, cuando el mercado domina hasta las vacunas que reciben en los lugares más remotos del mundo, cuando las tendencias generadas por algoritmos son más contagiosas que el Covid-19, la lectura se ejerce como una forma de autonomía y libertad, de emancipación y resistencia a un orden generalizado que pretende decidir cada aspecto de nuestras vidas, cómo deseamos y qué debemos imaginar. Tal vez por eso, su libro lleva el título de un manifiesto político: ‘Leer es resistir’.
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A partir de esta consigna, el escritor reúne una serie de relatos autobiográficos, donde deja testimonio de cómo la lectura ha sido para él y muchos otros, un acto comprometido de desobediencia y resistencia civil, del que normalmente no tenemos conciencia hasta que sentimos limitadas nuestras libertades, bien sea por una enfermedad como en su caso, o para alguien que desea escapar por un momento de la inmediatez de su vida, o para quienes están en la prisión, o en el cautiverio para los que han sufrido el secuestro.
“Leer es ya en sí mismo un acto de desobediencia frente a las políticas de la productividad capitalista. Y, por encima de todo, leer es una fuerza que significa emancipación, resistencia y resiliencia (...) Leemos porque estamos hartos de un mundo agobiante que nos acorrala hasta asfixiarnos”, escribe en el prólogo del libro.
Después de ‘Bitácora del naufragio’ (2021), un libro de relatos crudos, grotescos, y en general pesimista, con el que Mario Mendoza diseccionó el mundo durante la pandemia, ahora con ‘Leer es resistir’ (2022), comparte con sus lectores ese refugio donde ponerse a salvo en los tiempos que se avecinan.
Muchos escritores hacen un alto en su camino para dar una mirada a sus lecturas, ¿este libro era una deuda pendiente en su trayectoria? ¿Hubo algún motivo en particular que desencadenara estos relatos?
Hubo algo que me causó mucho interés y es que casi siempre los libros sobre la lectura son teóricos, uno lee esos textos y son ideas, aportes de ensayistas sobre los libros y los autores, que son buenísimos. No digo que esté mal, hemos leído con mucho placer a Borges o a Vargas Llosa hablando de libros, pero yo tenía muchos deseos de escribir un libro narrativo y literario sobre la lectura, es decir, que contara historias, tuviera personajes y el lector deseara saber cómo termina esa trama, aunque detrás siempre está la idea de la lectura, algo que ver con libros.
Esto tal vez se deba a que no conozco ningún libro narrativo sobre la lectura. Creo que ese fue mi gran esfuerzo en este libro, y proponer también que la lectura es algo más vital, no esa cosa que la tradición escolar nos ha enseñado.
¿Cómo la escritura también ha sido una forma de resistencia en su vida?
Hoy en día hay un sistema con exceso del yo, si miras las redes sociales, Instagram o Twitter, todo gira en torno a la necesidad de protagonismo. Y es la razón por la cual yo no tengo redes sociales, me parece un encarcelamiento, me siento atrapado en un lugar donde solo importa mi yo. Y al mismo tiempo hay algo que se llama positividad tóxica, todo aquello que el sistema te vende con la obligación de ser una persona exitosa, entonces te dicen que debes estudiar tal carrera porque ganan más dinero, y otra más para cotizarte en el mercado, y encima de eso debes ir al gimnasio, y van llenándote, con cosas como “ten fe”, “cree en ti”, “lee todas las mañanas una frase motivadora” para rendir más en el trabajo, y al final esa positividad tóxica termina deprimiéndote más, y obligándote a ir a terapia porque ya no puedes levantarte de la cama. Hay toda una serie de patologías mentales que se expresan en ese cansancio y fatiga de uno mismo, el cansancio del yo.
Mientras que, por el contrario, escribir y leer son actividades que te sacan de ti mismo, te obligan meterte en la vida de otros, es un viaje por otras conciencias, otros lugares, otros géneros. Leyendo puedes ser un traidor, una prostituta, un héroe, un genio, una bailarina, eres un poco de todo de acuerdo al personaje sobre el que leas en una novela o cuento.Ese viaje por los otros, esa multiplicidad de perspectivas, es algo contrario a lo que promueve el sistema, por eso creo que leer es una forma de resistencia civil, y no tiene nada que ver con la positividad tóxica, porque leyendo nos podemos meter en mundos horribles, con personajes derrotados y tristes, personajes que sufren mucho, algo que sin embargo es muy sano, porque es parte de la condición humana, y además al concebir la existencia de otros, aprendemos democracia participativa. Por eso la lectura es esencial, siempre que la entendamos con los argumentos correctos.
En el libro hace una defensa de los libros que no son parte del canon literario, esos que muchos intelectuales desprecian, como ‘El padrino’ de Mario Puzo…
Siempre me ha parecido increíble que en las universidades no se haga alusión a una obra maestra como ‘El padrino’, es una radiografía de la condición humana. Por eso descubrí muy pronto que en el mundo académico hay una pose, un acartonamiento según el cual hay autores que no debes citar, y creo que buena parte del problema que tenemos para aprender a leer literatura es eso, que muchos de los que enseñan transmiten poses que aburren y terminan castrando el gusto por la lectura.