Los Salmos, una colección de poesía y oraciones en la Biblia, han sido una fuente de consuelo espiritual y fortaleza para millones de personas en todo el mundo a lo largo de la historia. Estos versículos transmiten una amplia gama de emociones humanas, desde la alabanza y la gratitud hasta la angustia y la búsqueda de sabiduría.
Uno de los salmos más poderosos en este último sentido es el Salmo 119:66-90, que se centra en pedir a Dios entendimiento y discernimiento. A continuación encontrará este salmo que puede utilizarse como una plegaria personal por sabiduría y entendimiento.
El Salmo 119:66-90: un llamado a la sabiduría y el entendimiento
El Salmo 119, en sus numerosas estrofas, el salmista reflexiona sobre la importancia de la Palabra de Dios y cómo guía sus pasos en la cotidianidad de las personas. Dentro de esta larga composición, se encuentran los versículos 66 al 90, que se centran en la búsqueda de sabiduría y entendimiento divino.
“Dame la sabiduría y el conocimiento que necesito, porque confío en tus mandamientos. Antes yo no andaba en tu camino y sufría mucho, pero ahora cumplo fielmente tu palabra. Tú eres bueno, y haces el bien; enséñame tus mandatos. Gente mala que se cree mejor que yo, mintió sobre mí, pero yo sigo cumpliendo de todo corazón tus instrucciones.
Ellos tienen la mente embrutecida; yo, en cambio, disfruto tus enseñanzas. Fue bueno que yo sufriera tanto, porque así aprendí tus mandatos. La enseñanza que sale de tus labios vale más para mí que todo el oro y la plata del mundo.
Tus manos me crearon, tú me formaste; ayúdame ahora a aprender y a entender tus mandamientos. Los que te respetan se alegran al verme, porque en tu palabra he puesto mi esperanza. Señor, yo sé que tus órdenes son justas y que fue necesario que me castigaras, pero ahora te pido que me consueles con tu fiel amor, tal como me lo prometiste.
Muéstrame tu fiel amor y déjame vivir, pues disfruto de tus enseñanzas. Que sea castigada esa gente arrogante que me atacó y mintió sobre mí; yo siempre sigo tus instrucciones. Que los que te respetan regresen a mí y puedan aprender tus enseñanzas. Ayúdame a obedecer de corazón tus mandatos para que nunca tenga que sufrir pena y humillación.
Estoy agotado esperando que me salves, pero confío totalmente en tu palabra. Mis ojos ya están cansados de tanto esperar tu promesa y digo: ‘¿Cuándo me consolarás?’ Aunque me siento terriblemente agotado, no me he olvidado de tus mandatos.
¿Cuánto tiempo más tendré que vivir esperando que des la orden de castigar a todos los que me atacan? Hay gente muy arrogante y soberbia que ha cavado trampas contra mí; ellos están en contra de tus enseñanzas. ¡Dios mío, ayúdame! Podemos confiar plenamente en todos tus mandamientos. Casi me borran de la tierra, pero yo no me desvío de tus instrucciones.
Conforme a tu fiel amor, dame vida y yo cumpliré con los mandatos que me impongas. Señor, tu palabra está firme para siempre en el cielo. La gente podrá confiar en tu palabra ahora y siempre; tú hiciste la tierra, y ella perdura”.
En estos versículos, se destaca que la sabiduría divina es más preciosa que cualquier tesoro terrenal, incluyendo el oro y la plata, pues no solo es vista como un medio para tomar decisiones acertadas, sino también como una fuente de regocijo y consuelo en momentos de aflicción.
*Este artículo fue creado con ayuda de una inteligencia artificial que utiliza machine learning para producir texto similar al humano, y curado por un periodista especializado de El País.