Por estos días la vemos como Jackie Atehortúa, alias Doña K, la temible productora ejecutiva detrás de ‘El Robo del Siglo’, la mujer al mando del grupo de asaltantes que se muestra en la serie de Netflix, la cual protagoniza junto a Andrés Parra y Christian Tappan, y que está inspirada en la historia real del hurto por $24.072 millones al Banco de la República de Valledupar, en 1994.
Antes la hemos visto en la piel de mujeres como Yamilé Caicedo, la sobreprotectora madre de Marbelle en la serie ‘Amor Sincero’; Mireya Pinzón de Eslava, la madre de ‘La Niña’, tan cruda con su propia hija, una guerrillera reinsertada a la sociedad; Estrella Ulloa, una madre angustiada por la suerte de su hijo en ‘La Ronca de Oro’; Verdolaga, en ‘Hierba Mala’, o Lady Macbeth, la antiheroína de Shakespeare, en teatro.
Marcela Benjumea Plazas nació un 13 de mayo, día de la Virgen María, pero su mayor devoción es la actuación. Su mamá es Julia Plazas, profesora de literatura y su padre, Carlos Benjumea Guevara, actor.
Desde muy pequeña balbuceaba parlamentos ininteligibles ante el público de la sala de su casa, sin saber que seguiría los pasos de un actor que desde que ella tuvo uso de razón se le antojó inalcanzable, su padre, ‘El Gordo’ Benjumea. Aún hoy en día, con una trayectoria de más de 20 años, piensa igual.
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¿Cómo describe su infancia?
Fue sin excesos, sin necesidades. Con mi hermano jugábamos mucho. Vivimos hasta los 7 años en el barrio Calvo Sur, en Bogotá, y jugábamos en la calle con todos los pelados, juegos como Soldado Libertado, pero yo no era muy buen miembro, porque no me gusta competir, entonces era muy aburridora.
¿Qué admiraba de sus padres cuando era niña?
Mi papá y mi mamá se separaron cuando yo tenía 3 años, entonces mi recuerdo de mi papá es el de un señor que llegaba siempre con su magia. A mi mamá le tocaba la disciplina y a mi papá parte del entretenimiento, el paseo de los domingos. A mi mamá le he admirado lo fuerte que ha sido.
¿Qué sentía cuando veía a su papá en teatro o en televisión?
En teatro me parecía muy mágico verlo arriba de ese escenario, era maravilloso saber que era mi papá actuando.
¿Sí le gustaba lo que él hacía, por qué al principio no quería ser actriz?
Para mí ser actriz estaba ligado con la fama, y era algo que no me interesaba. Mi papá y mi mamá, pese a estar separados, se la llevaban muy bien, y cuando salíamos me parecía que no podía disfrutar estar con él, porque la gente se le iba encima y era algo que yo no quería. Después entendí que una cosa y la otra no tenían que estar necesariamente ligadas.
¿Ha sentido el peso de la responsabilidad al tener como padre a un actor tan respetado en Colombia?
Responsabilidad sobre todo de hacer bien el trabajo, no de competir con él, pero creo que eso les pasa a todos los hijos con sus padres, ¿no?
¿Por qué tuvo siempre matrícula condicional?
Porque lo que me interesaba eran las humanidades, la literatura, la geografía, la historia, pero no las matemáticas, la física, ni la química. No sé por qué mis papás me metieron a un colegio de monjas, yo preguntaba muchas cosas que no debía preguntar, el castigo para que me ajuiciara en las materias fue alejarme de la literatura, la música, la danza y el teatro, y eso hizo que me aburriera del colegio y me volví muy indisciplinada, tuve varias matrículas condicionales. Al final me dejaron en dibujo técnico y me obligaban a tomar clases de matemáticas. Luego entré a otro colegio donde fueron muy chéveres conmigo y me pidieron que hiciera un compromiso y se me ocurrió hacer un grupo de teatro. Ya al colegio me llamaba la atención ir y mejoré mis notas. Escribí unas obras, súper atrevida, pero así descubrí lo que quería hacer y me metí al Teatro Libre a estudiar la carrera de cuatro años.
Y gracias a que su hermano empezó varias carreras que no terminó, coinciden en el Teatro Libre ambos, ¿no?
Sí, sí, sí. Y ha sido maravilloso, pues mi hermano y yo hemos estado juntos desde chiquitos y con formas de ser muy distintas, la escuela nos unió. Trabajamos aparte, juntos, llevamos así más de 20 años.
¿Le preocupó a su padre que ambos se dedicaran al teatro?
Quién sabe. Frente a nosotros no nos hizo evidente un disgusto y, además, con qué autoridad moral. Supongo que sí se angustió porque la vida de los actores en Colombia es compleja, muy dura. No lo llenaría de dicha, pero nunca estuvo en contra.
¿Su padre no intervino en su carrera?
Para nada, ni en la carrera ni en el trabajo. Es muy respetuoso. Nunca nos intentó meter a producciones ni nada, y eso nos ayudó a Ernesto y a mí a labrar nuestro propio camino, a responder por nuestro trabajo.
¿Ha vivido tiempos difíciles?
Sí, sí, sí, claro, esta es una profesión muy compleja, un día tienes todo el reconocimiento, al otro día no. Y cada vez que uno tiene que trabajar, depende de un gran engranaje: que muchas personas digan que sí, que se pongan de acuerdo. Los actores, si nos va muy bien en la vida, conseguimos trabajo dos veces al año, hay que lucharla. En el país no hay regalías para los actores, si no trabajas no comes.
¿No recibe regalías por ‘Amor Sincero’ y ‘Hasta que la Plata nos Separe’, series suyas que han repetido?
Nosotros tenemos, gracias a Dios, la Sociedad de Gestión, que nos reconoce el derecho a representación, pero no recibimos regalías sobre nada. Con la pandemia, esta situación se hizo muy evidente, porque los actores tenemos contratos muy raros. Uno se puede quedar sin trabajar un año y así repitan las novelas en las que trabajó, estas se publicitan, pero para los actores ni un peso.
¿Qué ha significado hacer papeles de madre como los de Yamilé Caicedo y Mireya Pinzón, sin haber tenido hijos?
Para mí las mamás, las buenas mamás, son una vaina loca, las admiro profundamente, es algo que yo no voy a poder hacer en mi vida, porque para eso se necesita mucha berraquera, entonces las escucho, a todas, siempre tienen unas historias maravillosas. Y como las admiro, les presto mucha atención, son amas de casa, amantes, profesionales, y siempre están sonriéndole al hijo, al papá.
¿Qué admira de su hermano como actor? Él la dirige en teatro...
Mi hermano es un tipo sumamente estudioso, perseverante, que no deja cabos sueltos y eso se lo admiro profundamente.
¿Usted heredó el sentido del humor de su padre?
Pues ojalá (risotada). Yo soy muy tímida, pero al parecer eso se me da.
Si tuviera que definirse como un personaje, ¿cuál sería su perfil?
Como todo el mundo, uno tiene blancos y negros, se mueve en unos grises raros. Soy buena vida, pero he sido muy trabajadora, tengo mi genio a veces, soy mamagallista, pero no soy tan disciplinada como Ernesto, cuando tengo que serlo lo soy, pero no soy de gimnasios, ni de dietas, ¡jamás en la vida!
Amo mi trabajo con locura y fue una fortuna habérmelo encontrado, porque no tengo paciencia para muchas cosas. No tengo tantos amigos, pero sí buenos amigos. No tengo una familia muy grande, pero me la llevo bien con la que tengo.
¿Cómo fue la primera vez que enfrentó al público en un teatro?
El teatro para mí es como el bungee jumping, un deporte de alto riesgo. Empecé de a poquitos porque en la Escuela del Teatro Libre uno no se podía presentar ante el público sino hasta que se graduara y yo estaba de acuerdo. El público eran los mismos de la escuela y así nos fuimos entrenando. Actuar es para mí muy emocionante, se siente dentro del alma.
Hermanos y colegas
Ernesto Benjumea, hermano y colega de Marcela Benjumea, cuenta que “fue una niña con mucho carisma, los vecinos iban a la casa cuando era bebé, la sentaban en el centro de la mesa y se ponía a hablar palabras ininteligibles durante horas, era divertidísimo. Fue desde pequeña muy histriónica y con mucho carisma”.
Para Marcela, quien junto a su hermano actuó en sus inicios en teatro con su padre, Carlos Benjumea, es insuperable: “No he visto nunca un actor como él, encima del escenario era sorprendente, uno quedaba borrado, uno podía prenderse fuego y la gente lo seguía mirando a él”.
Confiesa él que, antes de dedicarse ambos a la actuación, “como vivíamos con mi mamá y mi abuela, llevándole yo pocos años a Marce, adopté esa figura paternal, y cuando ella salió del colegio a buscar la opción para hacer carrera en la actuación, me sumé. Yo había fracasado en otras cosas”.
Los hermanos Benjumea se hicieron compañeros en la Escuela del Teatro Libre de la Candelaria. Fueron la segunda promoción.
“Empezamos diez, pasaron diez más en los cuatro años y nos graduamos seis, entre ellos Marce y yo”. Era todo un día, de 7:00 a.m. a 10:00 p.m., ensayando, en clases. “El año de la graduación, 1992, hicimos un montaje de supuesta creación colectiva y eso nos abrió los ojos para hacer un teatro sobre temas relacionados con nuestro espacio y tiempo. Conformamos el grupo Índice Teatro con ocho compañeros de varias promociones”.
Ahora la hija del ‘Gordo’ Benjumea protagoniza, con Andrés Parra y Christian Tappan, ‘El Robo del Siglo’, serie colombiana en una plataforma de entretenimiento digital, inimaginable para su padre en su época. “Con Parra somos de la misma escuela, hablamos lenguajes comunes y con Tappan había trabajado, nos entendimos rapidísimo, es un actor maravilloso, tuvo escenas que me conmovieron profundamente, fui muy feliz trabajando con ellos”.
Parra cumplió el sueño de trabajar con esta actriz a la que admira, “tenía miedo de conocerla porque es una mujer de un carácter muy fuerte, intensa, poderosa, pero es amable, generosa, querida, tremendamente sensible, muy inteligente. En este papel me cuestioné muchas cosas a nivel actoral, con ella hablamos del ego de los actores y hasta qué punto uno se da mucha matraca cuando lo que hay que hacer es liberarse. Sé que sufrió mucho con Tappan y conmigo, porque cuando nos encontramos retornamos a la adolescencia. Es una malgeniada bacana, me gusta mucho tomarle el pelo”.
Para él, Marcela tiene claro el oficio y es de una gran profundidad: “Ella ya alcanzó un nivel de verdad sin tapujos ni trampas, sin efectos, que me genera profunda admiración y envidia de la buena”.
Cuñadas y amigas
Para Ernesto Benjumea, quien dirige a Marcela en ‘Contussas’, obra que presentarán el próximo 11 de septiembre a través de la plataforma Teatro en Casa: “Marce es célula por célula una actriz, absolutamente apasionada, sensible, no le tiene miedo a sudar en escena, a romperse el alma por un personaje, es honesta con su trabajo, no se va por el camino fácil y tiene tremendo carácter. Mientras está pasando por circunstancias difíciles, parece que recogiera información para futuros personajes, eso le da un desapego con los dolores, con las tragedias, es como si cada mal rato la hiciera más fuerte y tuviera más material para trabajar”.
Marcela vive rodeada de naturaleza, a las afueras de Bogotá, “no es que yo sea la Heidy de la montaña, vivir en el campo era la opción para que mis cuatro perros estuvieran tranquilos y me da una sensación de libertad. Por eso dejé de fumar el día que descubrí que el cigarrillo era quien decidía cuándo me lo fumaba y no yo”.
Cree en el amor, pero también que “uno no se puede quedar donde ya no está bien. Vivir en pareja es parcharse sabroso con alguien, y cuando eso no pasa... uhm, uhm”.
Decidió no tener hijos, pero si tuviera una hija le gustaría que fuera como su sobrina, inteligente, independiente y corajuda, que pudiera encontrar en qué es talentosa y qué le gusta en la vida, para que lo desarrollara.
A Marcela, Ernesto la ha dirigido en las obras de teatro ‘Hierba Mala’, ‘La Invitación’ y en ‘Contussas’, comedia que lleva trece años, allí ella actúa con Katherine Vélez, su cuñada. “Yo interpreto a Pancha, quien tiene una relación muy larga con su novio y está esperando que él le diga que se quiere casar y le dice que se va a casar pero con otra, después de cuatro años de relación y esta nena entra en una tusa horrorosa, con todo lo ridículo que puede ser uno entusado, y llama a su amiga ‘Soco’ (Katherine), que tiene pareja estable y terminan consolándose las dos”.
Katherine, esposa de Ernesto Benjumea, confiesa que se divierten mucho juntas en el escenario y que amó su personaje de madre en ‘La Niña’. “Marce siempre propone en el escenario, es divertida. Es una mujer muy fuerte y ha tenido que demostrárselo a la vida, que la ha puesto a prueba. Y puede coger a pellizcos al que le diga ‘pobrecita’”.
Con sus sobrinos, dice su cuñada, “es consentidora, los admira profundamente y ellos se lo agradecen, la quieren mucho y les encanta compartir con ella, porque es una gran contadora de historias”.
Últimas preguntas
Debut actoral...
Hice Cándido y las Incendiarias, con José Domingo Garzón.
¿Cómo vence la timidez?
En teatro no soy tímida, porque en teatro no soy yo, mis personajes son más osados, más corajudos o más malos. No me cuesta tanto. Dan nervios y hay una cosa con la técnica, de estar siempre presente, que se escuche, que se entienda, que se vea como la primera vez, ese es el abecé.
No soy de deportes de alto riesgo, en la escuela jugaba voleibol y decía: ‘no peleen, que cualquiera gane’, pero la gente que practica montañismo entenderá esa sensación de vacío de la que hablo, eso que extraño en aislamiento.