En los últimos años las obras del escritor Mario Mendoza han logrado llegar a un público lector apasionado, que suele someterse a largas filas en sus interminables firmas de libros, sea de sus novelas, relatos, así como su serie, cómic y novelas gráficas.
Sin embargo, no siempre fue así. Algunas de sus obras han requerido del paso del tiempo para que se les diera el verdadero valor literario y conectara con ese público fiel que hoy por hoy lo sigue en cada uno de sus retos profesionales, como recientemente con la película ‘Los iniciados’, construida en buena parte del universo literario que ha desarrollado.
Ese es el camino que han recorrido sus dos libros de cuentos, ‘La travesía del vidente’ y ‘Escalera al cielo’, que ahora, son publicados en un sólo volumen, bajo el nombre: ‘Cuentos completos’.
“El cuentista tiene una manera de ver bastante particular, de percibir detalles, de ir a una trama única y sostenerse en ella durante un número determinado de páginas. Pero hay algo que a mí me cautivó desde un comienzo, y es que el relato parece irse armando de una manera muy particular. Una persona que escribe poesía, teatro o novela, tiene una manera de desarrollar el lenguaje muy distinta, pero el cuentista es rápido y eficaz”, aseguró Mario Mendoza en la presentación de esta nueva edición.
Como escritor, Mendoza comenzó por el género del cuento. Cruzaba los 16 años cuando en su colegio se abrió la convocatoria para publicar en el nuevo periódico escolar, y él presentó ‘Pesadilla’, con la historia de un soldado atrapado en un bucle temporal en un campo de batalla, inmerso en un círculo de terror.
“Cuando empiezo a estudiar el género, Édgar Allan Poe es indiscutiblemente el maestro, y él dice algo muy bello, que la longitud del relato debe ser acorde para una sola lectura, que uno pueda leerle a un auditorio en vivo el texto. Si esto es así, parece que hay una relación entre la vieja oralidad, alrededor de la fogata, la tribu, y alguien contando una historia que cautiva. Para ello, una de las particularidades del cuentista es tener el suficiente suspenso y la suficiente maestría para mantener a la tribu cautiva”, continuó el escritor.
Poe aparece constantemente en la obra de Mario, en distintos géneros literarios, con el horror de la consciencia o el terror psíquico, donde lo que da miedo no es la atmósfera, lo que aterra es lo que está sucediendo dentro de la protagonista.
“La mayoría de los personajes de Poe se presentan con trastornos, amnésicos, suelen confesar que lo que van a narrar no están seguros si sucedió o no, quizás sus cabezas no funcionaban bien por esos días, y arrancan a relatar. Aunque desde el inicio uno sabe que posiblemente uno está escuchando a un demente o trastornado, siendo embaucado por un mitómano, de todas formas no se puede desprender de lo que te está contando. El lector llega a sentir el propio temor de sentir que su cabeza, en momentos, puede llegar a presentarle juegos incomprensibles. Ahí entra el pánico, el temor consigo mismo”, afirmó Mendoza.
“Me parece fascinante que el hombre moderno, 200 años después, esté igual o más asustado, más sorprendido de lo que pasa en nuestras emociones y percepciones, lo que pasa en nuestros afectos, no nos tenemos confianza y la poca que tenemos la hemos ido perdiendo. El relato policiaco, de alguna manera, es un giro que Poe va dando sobre el horror psíquico, en búsqueda de generar un efecto mayo hacia ese terror metafísico”.
DE CUENTO EN CUENTO
Aunque su primer libro publicado fue ‘La ciudad de los umbrales’, Mario Mendoza aclaró que el primero que escribió fue ‘La travesía del vidente’, uno de cuentos, en el cual terminó trabajando por bastantes años.
Escrito en máquina de escribir, lo presentó al Premio Nacional de Literatura de 1990 a 1995 hasta que obtuvo dicho galardón, que incluye el cuento que le da título al libro y que trata sobre la odisea de Noé y su arca.
“Esa raza especial de Caín se termina con Noé, que terminan siendo los buenos, los que acogen las reglas del sistema. Ahí me pregunté: dónde está el loco, el artista, el poeta quien está siempre por fuera. La única manera, era que alguien así viajara en el arca para mantener esa tradición intacta, un polizón y logra salvar la segunda visión, de los que no están satisfechos”.
En aquellos tiempos de la escritura de esos cuentos, Mendoza vivió en distintas partes de Bogotá, habitualmente en pensiones estudiantiles del norte, sur y centro, alejado de la televisión y los noticieros, en tiempos donde el poder del narcotráfico se hacía sentir a través de los violentos ataques. Mario admitió que vivía desconectado de la realidad, y quizás por ello, conectaba tanto con los relatos de travesías marinas de autores como Joseph Conrad, así como con narradores de las aventuras del siglo XIX.
“A mí me parecía que los marineros y viajeros de esos tiempos eran como monjes. Había algo místico que iban y venían, buscando un estado de conciencia privilegiado. Viajé a Cartagena para entrar en contacto con el mar, alejándome de la montaña, viviendo por un tiempo en un hotel de mochileros. La máquina de escribir sonaba todo el día, para vagabundear por las calles de Cartagena y su historia”.
Y agregó, “Son viajeros que viven en un desapego permanente. El monje se retira, no le interesa esa vida de los hombres mundanos, lo que creo que le sucede a los navegantes que tienen al mar como su monasterio”.
En ese primer libro se siente el viaje, como en el cuento ‘Molokai’, con el padre Damián que termina en las islas de los mares del sur, viviendo con los leprosos de esa isla, cuidándolos y termina contagiado. Ese escape de la ciudad, terminó haciendo que extrañara Bogotá. “No entendía a Bogotá mientras vivía en ella, sólo una vez salgo de ella y la veo desde la lejanía, es cuando la añoro, cuando la necesito”.
Es así como Bogotá se convierte, más allá de un escenario, en un personaje de sus novelas, y también de los cuentos que terminarían haciendo parte de su segundo libro de relatos, ‘Escalera al cielo’, que publica tras recibir el Premio Seix Barral de Novela por ‘Satanás’.
“Los escritores somos como unos ciegos que vamos dando bastonazos en la oscuridad, y ese ciego que era yo en 2002, cuando me doy cuenta que estaba bastante perdido, porque debí refrendar el premio, publicar una gran novela y demostrar que merecía ese premio, pero está la ingenuidad maravillosa de querer jugar limpio, por lo que tenía ganas profundas de volver al cuento, y volver a mi ciudad como cuentista”, confesó Mario Mendoza.
Un libro que tras más de dos décadas continúa cautivando nuevos lectores, con cuentos como ‘La fiesta’, el relato de un muchacho que decide robarse un taxi para ayudarse en una crisis familiar, y termina metido en un casi ritual oscuro.
“Cuando escucho la canción de Led Zeppelin (Stairway to heaven), siempre tuve la impresión de que se refería al descenso, para llegar al paraíso es descendente, como ‘La divina comedia’, donde para llegar al cielo primero se pasa por el infierno”, finalizó.
Por ahora, mientras como productor prepara una nueva película, continúa el desarrollo el trabajo de las novelas gráficas y una nueva novela que presentaría en la próxima edición de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, no tiene planes para volver al género del cuento.