Maribel Camilo Gómez está sentada frente a un espejo. Los reflejos son distantes, pero hay una similitud inequívoca: en ambas imágenes son los mismos ojos color cafés oscuros. De un lado, la expresión está marcada por la inocencia de una artista caleña que ha batallado contra el racismo, los estigmas y el machismo.
Al otro lado, esos mismos ojos se encuentran en un rostro diferente, marcado por la emotividad y el orgullo de una madre, además del apoyo incondicional.
Las miradas de Ana Gómez, su progenitora, y Maribel se buscan, de forma inconsciente, cada que alguna de ellas responde una pregunta.
“Rapeo para expresar mis inconformidades. Las batallas de ‘freestyle’ fueron para expresar mi ira”, reconoce Maribel después de ver a su madre.
Una de esas inconformidades que se convirtió en ira, y en la que prefiere no ahondar, se trata del bullying que recibió en su infancia. Esto se trasladó a la Universidad en la que estudió un par de semestres de Matemáticas y, para llegar a un aula, debía hacer zigzags entre caminos para no encontrarse con algunos personajes.
“Había dos personas que, porque tenían dinero, me hacían comentarios de forma despectiva. Un indigente que pasaba por el lugar me decía negra. También otro que en las calles siempre me intentaba tocar las manos. Fue horrible. La gente es cruel”, dice Gómez.
Los humanos, por naturaleza, buscan entonces un refugio. Algunos lo encuentran en la religión, el deporte, la pintura, los libros, pero en Marithea fue el rap que descubrió a sus 15 años.
El descargo emocional de los raperos estadounidenses fue ese impulso y su amigo Jorge Mosquera uno de sus sustentos. “Él no es como los otros.
Siempre nos estábamos mostrando en los descansos del colegio las batallas de rap. Nos reuníamos y mediante la percusión rapeábamos. Solo dábamos golpes a una mesa y con eso nos defendíamos”.
Pero en ese momento, su madre marcó cómo sería su estilo de rapeo de forma inconsciente al decirle que, bajo ninguna circunstancia, podía decir alguna grosería mientras practicaba. “El trabajo que yo desempeñaba como ama de casa, en aquel entonces, era muy estresante.
Había humillaciones, gritos y uno sale a la calle y la gente está diciendo malas palabras. Entonces, llegar a casa y escuchar lo mismo… si en ese momento no hubiese actuado como lo hice, ¿cómo sería el rapeo de ella hoy?”, dice Ana. Además, recuerda que ella también sufrió por el bullying.
Al principio, Marithea incursionó en batallas mediante WhatsApp y Skype. “Yo sabía que mi mamá me estaba escuchando. Por ejemplo, la gente de México dice cosas muy crudas. Entonces a mí me tocaba intentar voltear ese argumento sin decir groserías para ganar la batalla sin que mi mamá se estresara”.
Cinco mil pesos cambiaron la historia
Era septiembre de 2017. En aquel entonces, en los pensamientos de Maribel solo cursaba una idea: dejar el ‘freestyle’. Junto a su madre acudieron a un evento de ‘gallos’ en el parque Nueva Tequendama y la rapera caleña, no por miedo sino por la situación económica, daba vueltas evadiendo participar aquella noche.
Lo que solía pagar para ingresar a una batalla eran $2000, pero esa costaba $5000. “Eso era mucha plata. Con eso podíamos comprar algo de carne y de arroz. Pensaba en que podíamos perder ese dinero”, recuerda.
Mientras Maribel caminaba por el parque intentando hacer tiempo para no participar en esa batalla, su personaje Marithea estaba listo para ganar esa jornada. La diferencia entre ambas son polos puestos. Añadirle el ‘Thea’ a parte de su nombre la convirtió en una diosa griega.
Y eso fue lo que pasó porque no había otra opción más que ganar. Ana pagó con un billete de 20.000 pesos la inscripción. Maribel se transformó en Marithea y coronó la segunda fecha de Verso Pesado, el torneo de ‘freestyle’ callejero de ese entonces.
Mencionar su personaje frente a Maribel la lleva a su amigo Édison. “A él le gustan mucho las cosas griegas y me comentó que Thea significa diosa, entonces me dijo que me pusiera Mariathea. Pero no, yo le dije que estaba asqueroso (risas). Simplemente le quité la A. Hasta hoy la gente se confunde y me dice así, aunque nunca haya sido mi nombre artístico”.
Pero la vida empezó a girar más allá de las batallas en Cali. Junto a su madre viajaban a Pereira, Manizales, Tuluá, Palmira, Bogotá, Medellín, entre otras ciudades para seguir batallando.
Sin embargo, en la escena urbana la reconocían como mujer y no como rapera. Ese fue uno de los estigmas con que tuvo que batallar. La noticia, en ese entonces, era que alguien del género femenino le ganara a un ‘freestyler’ masculino.
“Yo sabía que era buena. Aunque dijeran que me gritaban en las batallas por ser mujer, les decían que me escogieran y me eliminaran. No podían. Pero sí había un inconsciente respecto al tema porque la gente justifica todo”, expresa.
El escenario y machismo dentro del ‘freestyle’
Dos llamadas se repiten antes de salir a cualquier escenario. Primero, Maribel llama a su madre y luego, a su entrenador Infranich. Cuando cuelga, entra en escena Marithea y antes de salir a la batalla, vocaliza su frase favorita: “A ver cómo resuelvo”.
Pero sus inicios no fueron lo que ella esperaba. En el 2017, Marithea se dio a conocer por un video en YouTube en una batalla que se titula ‘Mujer humilla a rapero’, la cual alcanzó más de 100.000 reproducciones. Aunque ella le pidió a la organización que quitaran esas imágenes, la respuesta fue que ese enfrentamiento sería muy visitado.
“Cuando yo entré a las batallas no era tan marcado (el machismo). Tampoco era tan exaltado ni tan satanizado. No era lo que yo esperaba vivir. Yo no esperaba que me preguntaran qué se siente ser mujer. Los medios empezaron a vender que soy la primera mujer en competir en Colombia o cosas así, cuando yo solo esperaba competir como todo el mundo”, dice la caleña de 24 años.
Semanas después de ese evento, le llegó un mensaje a su celular de Camilo Ballesteros (VallesT), quien en 2019 fue subcampeón de la competición de Red Bull Internacional, el evento más importante.
Ballesteros, uno de los raperos más icónicos, le explicó cómo colarse en un género plagado de hombres. Incluso formaron equipo en la batalla de God Level 2021 en octubre del año pasado junto a Lancer Lirical y Letra.
En los escenarios de México, Marithea se consagró. Batalló contra raperos que han marcado la historia como Aczino, Chuty, Gazir, entre otros.
Posterior a ese evento logró coronarse como la mejor ‘freestyler’ de Colombia en 2021 tras ganar la Red Bull nacional. Sin embargo, para llegar a ese punto, pasó por el momento más cercano a su retiro en 2020.
“Esto no lo sabe nadie. Yo ya no quería volver más a Red Bull. La había perdido dos veces y estaba estresada. Pero luego, viendo entrevistas de deportistas, una medallista olímpica de artes mixtas perdió dos veces y renunció. Yo dije que esa pelada era cobarde por perder y retirarse. Luego pensé: ‘ay, mejor voy a volver a las batallas'''.
Rapeo para expresar mis inconformidades. Las batallas de freestyle fueron para expresar mi ira”. Maribel Gómez, Freestyler colombiana.
Tras coronarse campeona nacional, su foco se puso en la competencia internacional. Logró lo que ninguna otra mujer había logrado: estar entre los 16 mejores freestylers del mundo. Además, visibilizó la poca cuota femenina que hay y lo difícil de batallar contra estigmas ajenos a una pasión.
Los espejos
La historia suele repetirse, pero con personajes diferentes. Cuando Marithea habla sobre el bullying que recibió por ser negra en su colegio y en parte de su estadía en la universidad, su madre asiente frente a ella.
Antes del estallido de la fama huía entre los caminos de la Universidad para no encontrarse con ciertos personajes. Maribel reconoce que sufrió aquellos años de estudio y su refugio lo encontró en la serie de ánime Hajime no Ippo porque “lo que hizo el boxeo en el protagonista lo hizo el ‘freestyle’ en mí”.
Uno de sus mayores pasatiempos durante la adolescencia era leer textos diferentes a la que le proponían en su época del colegio.
Los ojos de Ana no dejan de mirarla y recuerda las humillaciones, gritos y malas palabras que recibió cuando trabajó de ama de casa. Los recuerdos se entrelazan y ambas sonríen, como si aquello hubiese sido un mal sueño.
Ahora Maribel está sentada frente a un espejo. En un lado de la mesa está ella, con un saco para protegerse de la brisa de las 9:00 a.m., cubriendo parte de su pelo crespo y frondoso con una capucha.
Es gran admiradora de los grandes nombres en las matemáticas como Pitágoras, Descartes, Tales de Mileto, entre otros.
Al otro lado está Ana, con una túnica morada sobre su cabeza. El parecido no solo está en su pasado y aunque los reflejos son distantes en cuanto a años y cuerpos, hay una similitud inequívoca: en ambas imágenes brillan los mismos ojos color café oscuro.