El eterno ícono mundial, la diosa, objeto del deseo universal, la hermosa criatura, la eterna rubia... Han sido tantos los adjetivos que se han utilizado para llamar a la enigmática Marilyn Monroe, que aún hoy, a meses de cumplirse 60 años de su muerte, sigue estando tan presente, que pareciera que fue ayer cuando posaba inocente, y a la vez atrevida, ante el lente de una cámara.
Es Netflix, la plataforma que, en tiempos de virtualidad, trae de vuelta a esta leyenda para dar a conocer algunos secretos que rondaron su vida y su temprana extinción, en el documental titulado: ‘El misterio de Marilyn Monroe, las cintas inéditas’.
La producción centra su hilo en los hechos que enturbiaron el fallecimiento del gran mito erótico de los años cincuenta, el 4 de agosto de 1962 —a sus 36 años—, en lo que pareció ser un trágico accidente, con muchas dudas por resolver. Además de proporcionar los testimonios recopilados por el escritor y periodista Anthony Summers.
Fueron más de 600 archivos de entrevistas conservadas en casetes por Summers, posteriores a la muerte de la diva rubia, el insumo, para su libro ‘Goddess: The Secret Lives of Marilyn Monroe’, y para este especial audiovisual de la plataforma, el cual recuerda algunos de sus momentos más destacados y también los más sórdidos.
Se rememora el momento en el que ella le cantó el cumpleaños feliz a John F. Kennedy. El vestido que usó esa noche era tan ceñido, que tuvieron que coserlo una vez puesto, para cerrarlo y que así quedara como un guante.
Inolvidable fue también su encuentro en 1949 con el científico Albert Einstein, a quien la diva rubia le dijo: “¿Se imagina un bebé con mi belleza y su inteligencia?”, ante lo cual él esbozó una sonrisa y le contestó, muy seriamente: “Desafortunadamente, me temo que el experimento salga a la inversa y terminemos con un hijo con mi belleza y con su inteligencia”. Ella tenía un cociente intelectual de 165, cinco puntos por encima al del padre de la teoría de la relatividad.
Fue venerada por muchos, incluido el magnate de Playboy Hugh Hefner, fallecido en septiembre de 2017, quien compró su nicho fúnebre al lado del de Monroe, en Brentwood Heights, Los Ángeles. Ambos están sepultados en el Cementerio Westwood Village Memorial Park.
Diez años después de fallecer Marilyn, la actriz Verónica Hamel compró su casa. Cuando comenzó la reforma, descubrió un sistema de espionaje de uso exclusivo del FBI y la CIA. Esta revelación volvió a abrir el debate de si Marilyn fue asesinada por alguien cercano al clan Kennedy, pues había sido amante del entonces Presidente de Estados Unidos y su hermano.
Su verdadero nombre era Norma Jean Morteson, el apellido de su padrastro, aunque también se le conoce como Norma Jean Baker. Nació el 1 de junio de 1926, en Los Ángeles, California, Estados Unidos.
Hasta los siete años, Norma vivió con un matrimonio amigo de su madre, quien luego se la llevó a vivir consigo. Sin embargo, un año más tarde, Gladys —quien nunca le reveló la identidad de su padre—, fue internada en un sanatorio psiquiátrico en el que se le diagnosticó una esquizofrenia paranoide. Cuando Marilyn era internada por sus depresiones, creía que había heredado dicha enfermedad.
Lo cierto es que su infancia y adolescencia transcurrieron entre un orfanato (en el que ingresó a los nueve años y trabajó como ayudante de cocina), la casa de sus abuelos y las de varias familias que la adoptaron. Y aseguró que en una de dichas casas de acogida sufrió abusos sexuales, por parte del hombre cabeza de familia, cuando ella tenía ocho años.
Nada auguraba para Norma Jean un futuro como actriz, ni siquiera el hecho de que su madre, quien era extraordinariamente atractiva, hubiera trabajado como montadora de negativo en Consolidated Film Industries. Inestable emocionalmente y pobre, a los 16 años abandonó sus estudios y se empleó en una planta de construcción de aviones. Allí conoció al mecánico de 21 años James Dougherty, con quien se casó el 19 de junio de 1942 y del que se divorció cuatro años después.
En esa época un fotógrafo de modas la descubrió y la convenció de que se hiciera modelo. Así comenzó su carrera bajo la tutela de la agente Emmeline Snively, que le sugirió cambiar el color de su cabello, castaño de nacimiento, por el característico rubio platino. Hizo un sinfín de campañas publicitarias, muchas para anunciar trajes de baño.
Y como siempre fue amante de adquirir nuevos conocimientos, tomó clases de arte dramático en el Actor’s Lab de Hollywood y asistió a cursos de literatura en la Universidad de Los Ángeles (UCLA).
Por debido a su gran exposición en publicidad, que en 1947, el magnate Howard Hughes, propietario de la compañía cinematográfica R.K.O., le ofreció hacer casting, pero ella prefirió aceptar la oferta de la 20th Century Fox para trabajar como actriz de reparto. Intervino en tres películas olvidables, en las que no fue debidamente acreditada, y pasó a llamarse Marilyn Monroe.
Pese a los éxitos profesionales que obtuvo en corto tiempo, su vida personal no fue nada feliz. Se casó tres veces, primero con el oficial de policía James Dougherty, luego con la estrella de béisbol Joe DiMaggio, y con el dramaturgo Arthur Miller, cuyo matrimonio duró solo cinco años.
La que fuera clasificada, en 1999, por el American Film Institute en el sexto lugar de su lista de las más grandes leyendas del cine femenino de la Edad de Oro de Hollywood, nunca cesó en su intento por demostrar que era algo más que una cara y una figura bonitas. Cuanto más se convertía en sex-symbol, más intentaba no sucumbir a la imagen que proyectaba. Era acosada por los directivos de las productoras. Mientras en la ficción atraía al galán de turno con su cuerpo y su inocente encanto, en la vida real se jactaba de no aceptar nunca acostarse con los productores y jefes de estudios.
Tenía un arraigado complejo de nulidad intelectual por haber dejado tempranamente los estudios. Así que se empecinó en formarse en la actuación. En 1955 acudió al Actors Studio neoyorquino para tomar clases con Lee Strasberg.
Él la motivó a estudiar psicoanálisis con la finalidad de conocerse más a sí misma y despertar su potencial interpretativo. Le ofreció también intervenir en sesiones teatrales del centro, protagonizando obras como ‘Un tranvía llamado deseo’ y ‘Anna Christie’. Ella fue objeto de bullying por parte de miembros de Hollywood que la veían con menosprecio por, supuestamente, tener el único atributo de despertar una irrefrenable atracción en los hombres.
Ese menosprecio, la presión habitual a la que era sometida y su descontento consigo misma, hicieron mella en Marilyn. Su comportamiento en los rodajes se tornó problemático. Se quejaban de ella por su impuntualidad, sus repentinas ausencias y sus malas relaciones con actores y técnicos.
Foco constante de la prensa, solía conceder entrevistas anhelando que algún periodista se interesara por sus inquietudes intelectuales, por lo que leía o por el tipo de películas que le gustaría interpretar, pero las preguntas se basaban en temas superfluos. Pese a ello, siempre salían a flote sus respuestas célebres, como que no usaba ropa interior o que para dormir solo se ponía Chanel nº 5. Así que, inconscientemente o no, ella terminaba consolidando la imagen de rubia ingenua, tonta.
En 1956 se casó, el 29 de junio, con el escritor y dramaturgo Arthur Miller, miembro de la élite intelectual judía y de posiciones ideológicas izquierdistas, por el que se convirtió al judaísmo. Les auguraron lo peor y acertaron, fue el tercer y último matrimonio de Monroe, quien no congenió con el exclusivo círculo de intelectuales neoyorquinos que rodeaba al escritor y dramaturgo.
El filme de Netflix ‘'Blonde’, biopic de Marilyn Monroe, de Andrew Dominik, protagonizado por Ana de Armas, tendrá clasificación para adultos.
Pese a sus líos amorosos, fue la primera mujer en crear su propia productora. Cansada del recelo de sus jefes, viajó en 1957 a Gran Bretaña para protagonizar y producir ‘El príncipe y la corista’, variación más dramática, de Los Caballeros las Prefieren Rubias y Cómo Casarse con un Millonario. La crítica alabó su espontaneidad y encanto, pero fue inmisericorde con el filme.
De regreso a Estados Unidos, retornaron sus temores e inseguridades, los estudios se negaban a contratarla, pese a su popularidad; llegaron nuevas depresiones y estancias en clínicas de reposo, el consumo de alcohol y barbitúricos, y finalmente, la muerte.