Las cifras lo gritan: cada vez más la gente en el mundo opta por la soledad. Según datos del DANE, el 43 por ciento de la población de Bogotá está soltera. En el 2020 se registraron 1.285.509 personas, entre los 25 y 29 años, que nunca se han casado, ni han vivido en unión libre.
Y hay más pruebas de este nuevo estado civil, la encuesta del DANE ‘Soledad en Colombia’ demostró que el 79,7 % de las personas que viven solas declaró no tener pareja o cónyuge (agrupando personas solteras, divorciadas, separadas y viudas).
Ocurre lo mismo en España, donde según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), se ha alcanzado el máximo histórico de 14 millones de personas solteras, frente a los 20 millones de españoles cuyo estado civil es casado. O en Estados Unidos, donde más del 60 por ciento de los hombres jóvenes son solteros, casi el doble de la tasa de mujeres jóvenes solteras.
Para la psicóloga Gloria Hurtado, esta tendencia tiene muchos matices, el primero es la desilusión de lo que el amor romántico prometía, “que si tú amabas, alguien te iba a hacer feliz; que si tú te enamorabas, eso garantizaba tu futuro tranquilo. La desmitificación del amor puede estar ayudando a entender que nada ni nadie te hace feliz, y que la felicidad o la tranquilidad no depende tanto de afuera sino de ti mismo”.
Esos solteros felices sienten que amar conlleva más riesgos, piensan “de pronto yo solo o sola puedo encontrar momentos de tranquilidad y de felicidad. Si entro en una relación con otro también puedo ser feliz, pero el miedo al sufrimiento me paraliza. Si yo amo, puedo gozar pero puedo sufrir”, explica Gloria H. “Es como una forma de vacunarme, prefiero no correr el riesgo, y hay muchas cosas que puedo conseguir por mí misma”.
Muchos jóvenes asumen: “Yo puedo ser feliz solo, sola, qué rico que estés conmigo, pero tú no eres el responsable de mi felicidad”. Así como lo expresa Anthony de Mello, en su frase: “Cuando estoy contigo, la orquesta interpreta una melodía, pero cuando tú te vas, la orquesta no se detiene, siempre hay música en mi vida”.
Esa, dice Gloria H., es la nueva concepción del amor en tiempos de influencers, redes sociales y trabajo remoto, “yo puedo estar solo, no te necesito para ser feliz, puedo vivir contigo, pero como somos seres que evolucionamos y cambiamos, me puedo enamorar de alguien a los 30 años y 10 años después esa persona no existe porque ha evolucionado y yo también he cambiado. Hay un poco más de individualismo, yo puedo conseguir las cosas por mí mismo y solo o sola evito sufrir, pueda que no goce tanto, pero puedo ser más feliz”.
A esa manera de pensar actual se suma un componente, según la experta, “los fracasos de los padres y de las madres de los que han sido testigos los jóvenes, los problemas de las separaciones, los divorcios, las peleas, el sometimiento del uno o del otro, hacen que muchos vean que la relación de pareja y amar se puede convertir en una cárcel, en un secuestro. Con esa experiencia que les hemos entregado las generaciones anteriores, ellos se están curando en salud, y dicen: ‘Para qué amar, si produce problemas’.
El panorama con el que se ha encontrado Carolina Velásquez Montoya, coach y conferencista especialista en liderazgo, cuando llega a las organizaciones, es ver líderes entre los 25 y 35 años que ya no la van con el concepto que había entre las generaciones anteriores como terminar una universidad, casarse, tener hijos, establecerse, durar 30 años en una organización donde puedan jubilarse. No. “Ellos valoran más una independencia, lo que los amarra o ancla es muy diferente, ya no es externo, las anclas son internas, es su deseo por salir, viajar, conocer, y generar cosas a su alrededor que no los limiten y puedan volar. Líderes muy jóvenes están construyendo su patrimonio pensando en no tener que esperar el momento de una jubilación, sino, poder tener la libertad financiera de hacerlo mucho más temprano”.
Para ellos el matrimonio es una especie de amarre, diferente a “yo vivo y comparto contigo y para mí es suficiente”. Todo el estereotipo que generaciones anteriores manejaban sobre la importancia de generar ese vínculo formal ya no tiene tanto peso, este se genera, pero no necesita protocolizarse.
Agrega la coach: “A muchos jóvenes líderes les interesa más vivir experiencias a través de sus viajes o adquirir conocimiento, no necesariamente con el estudio, valoran más irse a recorrer seis meses Europa, el mundo, que hacer una maestría”.
Es así como el ser humano que había en los años 70, 80 o 90 ha cambiado, debido a los avances tecnológicos y posibilidades, y a su conciencia ambiental y social. La mayoría de jóvenes huye de la dependencia, posterga —u omite— el matrimonio, la paternidad/maternidad, emprende, trabaja remotamente desde cualquier parte del mundo y prefiere dedicar sus primeros 10 años de vida profesional a generar toda una experiencia antes de establecerse.