La película Mi Bestia, después de su recorrido por importantes festivales del mundo, aterrizó en Cali. Con su proyección en la Cinemateca La Tertulia y el conversatorio con su directora, Camila Beltrán, colombiana radicada en Francia, se dio un abrebocas a lo que será el Festival Internacional de Cine de Cali, a realizarse del 12 al 17 de noviembre.
Esta historia sobrenatural, ambientada en los años 90 en Bogotá, estará en salas de cine del país a partir del 24 de octubre. Pero ya estuvo de correría por el mundo. Se estrenó en el Festival de Cannes, en ACID, sección paralela organizada por la Asociación para la Distribución de Cine Independiente. Contó con el Estímulo Primer Largometraje de Director(a) colombiano. Estuvo en Shangai; en Alemania en el Festival de Oldemburgo; en el Festival de Cine Fantástico, de Suiza; en Roma y en Sitges, España, donde ganó el premio Blood Window, el pasado 12 de octubre, a mejor Película Latinoamericana.
“Se ha trazado un camino en los festivales de género fantástico, aunque está en medio de la película adolescente, apocalíptica y fantástica. Eso hace que pueda jugar con diferentes narrativas. Ahora estamos en Colombia para el estreno en su casa. Y estoy muy feliz porque el público responde conectando con muchos elementos generacionales de los años 90, en que está ambientada la película”.
Rodada en Bogotá con un presupuesto de 500.000 euros, genera mucha curiosidad “por como aborda la sociedad colombiana, por la voz femenina de una niña que está creciendo en los 90 en Colombia. Es universal a la vez, al tocar temas ligados a lo femenino, lo que se ha visto también recientemente en películas en Malasia, Francia, Estados Unidos. Y es la asociación entre el crecimiento de la mujer y su posible transformación en un personaje ligado al misterio y a lo monstruoso”, explica Beltrán.
Uno de los recuerdos que vino a la mente de la cineasta fue “ese pánico colectivo que hubo en Colombia a finales de los 90 por la profecía de la llegada del diablo”. En 1996 decían que el diablo llegaría el 6 de junio de ese año a las 6 de la tarde, durante un eclipse lunar. En la película, llega el temido día, la luna roja ilumina el cielo, Mila, de 13 años, siente que la mirada de los demás sobre ella se hace cada vez más asfixiante. Le puede interesar: Sofía Coppola recrea para el cine el cuento de hadas que se convirtió en tragedia; La vida de Priscilla Presley y su aventura al lado del rey del rock and roll
Camila y su equipo trabajaron con archivos de la época reales, que incluyeron en el filme, donde se ve a la gente haciendo filas en las iglesias, para bautizar a sus hijos antes de la llegada de la Bestia. Bogotá es otra protagonista, e incluye su parte hostil, urbana, caótica, peligrosa, en la zona céntrica industrial y en los humedales, en los que Mila se refugia y se encuentra a sí misma.
Mientras todos están a la espera del diablo, el cuerpo de Mila se transforma y se encuentra con un mundo hostil, con la mirada de los hombres sobre ella, con los estereotipos de la mujer en las telenovelas, el peligro de una ciudad donde siempre tiene que estar acompañada. Es una atmósfera de espera, de miedo, no tanto del diablo ni de ella, sino frente al mundo. Le puede interesar: Juan José Garnica, el colombiano de 12 años que está conquistando Hollywood con la película ‘Mi Amigo el Pingüino’
La película, dice Camila, no empezó desarrollándose en el género del terror, sino en el trabajo a partir de los recuerdos y el navegar entre el género de terror llegó más adelante.
Mientras que las películas de terror plantean un mundo en el que algo llega, en Mi Bestia este mundo cotidiano empieza a transformarse, a ir hacia lo fantástico, es un mundo inverso. En lugar de recurrir a efectos especiales para recrear al monstruo, se da en la película el cambio de mirada sobre Mila y su propio cuerpo, para ver cómo crece en ella esta cosa monstruosa, a partir de elementos de la realidad.
La protagonista, dice Camila, “no formula con palabras lo que sucede, lo narra en su mirada, en su cuerpo, en sus gestos, en su forma de moverse y en la manera como siente que la miran, y el encuentro con Stella Martínez, quien la encarna, fue un ejercicio distinto”.
Marcela Mar, quien hace el rol de la mamá que cree saber cómo debe comportarse su hija y no ve sus cambios profundos, dio apoyo coproduciendo. Mallely Aleyda Murillo Rivas, Héctor Sánchez y las niñas del colegio donde la cineasta se graduó, entre otros, aportan su talento. Camila trabaja ahora en un proyecto ambientado en la época contemporánea y se relaciona con el Caribe.