El mítico cineasta franco-suizo Jean-Luc Godard, uno de los padres de la Nouvelle Vague, murió ayer a los 91 años de edad en su domicilio, en la pequeña comuna de Rolle en Suiza, indicó su familia en un comunicado.
Con un cigarro entre los labios y un espíritu siempre rebelde, el legendario director de cine dejó huella entre generaciones de cinéfilos como uno de los padres de la Nueva Ola, con clásicos como ‘Sin aliento’ o ‘El Desprecio’.
“Solo quiero hablar de cine. ¿Para qué tenemos que hablar de otra cosa? Con el cine se puede hablar de todo”, declaraba con convicción este director que “puso patas arriba” al séptimo arte, en palabras de su compañero y cómplice François Truffaut.
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Ambos fueron adalides de la ‘Nouvelle Vague’ (Nueva Ola) que sacudió el mundo cinematográfico en los años 1960. Godard fue el más arriesgado de todos, con más de cincuenta películas en su haber, además de decenas de videos y cortometrajes.
Durante décadas, su estilo osciló entre la experimentación absoluta y los grandes éxitos de taquilla. Para unos, era y es un genio, a veces incomprendido, para otros, un cineasta que en sus últimos tiempo se volvió excesivamente hermético.
Godard quien nació en París el 3 de diciembre de 1930. Su padre era médico y su madre pertenecía a una familia protestante adinerada, fue para muchos la estrella de su generación.
En 1987 recibió un César de honor por el conjunto de su carrera, y la Academia de los Óscar hizo lo mismo en 2010. El Festival de Cannes le otorgó también una Palma de Oro especial en 2018.
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No obstante, sus películas son inconfundibles por su montaje sincopado, la utilización de citas literarias, la intromisión de la política, y el uso innovador de la música, pero además, porque asumió sin complejos su rol de “pontífice” de una nueva manera de entender el cine.
Desde hace años estaba recluido en Suiza, pero su nombre, convertido en leyenda, seguía siendo citado por unas nuevas generaciones que no conocen la talla de su contribución al séptimo arte.
Un Amante de la provocación, pero celoso de su intimidad, del que hasta su deceso fue un ejemplo de ese secretismo.