El director de orquesta y timbalero Orlando Marín, la última gran leyenda que quedaba de la época dorada del mambo, falleció en las últimas horas en Nueva York.
La noticia fue confirmada por varios músicos y empresarios artísticos allegados a su entorno, quienes no divulgaron información sobre las causas del deceso.
Orlando Marín, quien tenía 88 años de edad, fue contemporáneo de Tito Puente, Machito y Tito Rodríguez, con quienes compartió en la era de las famosas ‘big bands’ del mambo en Nueva York. Su nombre quedó inscrito dentro de la lista de leyendas de la música que actuó en el famoso ‘Palladium Ballroom’, el famoso establecimiento nocturno de la ‘capital del mundo’ donde se forjó gran parte de la historia de lo que hoy se conoce genéricamente como ‘Salsa’.
El maestro Marín, nacido en 1935 en el barrio del Bronx, pero de ascendencia puertorriqueña, inició su carrera en 1951, abriéndole la puerta a quien después sería otro grande de la música: el pianista y director de orquesta Eddie Palmieri, quien aún sigue vivo y activo.
Su larga trayectoria en la música le permitió cosechar grandes éxitos que trascendieron como imprescindibles en el cancionero de la música afrocaribeña, entre ellos la pachanga ‘La Casa’, reconocida por muchos con la famosa frase de su coro: “se te quemó la casa, Marcela”.
En Cali, ciudad que visitó en varias ocasiones a lo largo de su carrera, se le venera como toda una leyenda y sus discos originales son conservados por melómanos y coleccionistas que los atesoran como auténticas joyas. Su música es programada de forma permanente en salsotecas, bares y otros sitios de rumba, y hace parte de la programación habitual de las emisoras comerciales de salsa.
Infancia e influencias del maestro Marín
Sus raíces en la salsa surgen de su vida cuando nació en 1935 en el Bronx, Nueva York, Marín creció en un barrio diverso, donde la música latina estaba en sus primeros pasos, los salones de baile se estaban convirtiendo en una parte esencial de la cultura.
Marín describía el Bronx de su infancia como un lugar de comunidades judías, italianas, irlandesas y latinas coexistían. En ese entonces, la comunidad puertorriqueña en Nueva York era pequeña en comparación con otras comunidades de inmigrantes europeos, pero todo cambió en 1945 con la llegada de miles de puertorriqueños y afroamericanos del sur de Estados Unidos. Esta migración masiva marcó un punto de inflexión en la historia de esta ciudad y dejó una huella indeleble en la cultura musical.
La música de su época
El timbalero compartía recuerdos de la música que primaba en las fiestas y eventos de su juventud. En ese entonces, la música campesina era la preferida, ya que había pocos salones de baile. Con la llegada de la fiebre del mambo, se fundaron numerosos clubes en la ciudad, transformando el panorama musical.
El Bronx fue testigo del nacimiento de la escena musical latina en Nueva York, y Marín recuerda el Hunts Point Palace como uno de los primeros lugares donde se escuchaba música hispana. Este icónico salón de baile, ubicado en el Bronx, fue el epicentro de la cultura musical latina en su juventud.
La revolución de los discos
Orlando Marín recordaba la transición de los radios con volumen bajo a la llegada de los tocadiscos y cómo esta evolución cambió la forma en que la música se consumía y compartía. Escuchaba a artistas como Carlos Gardel y Bobby Capó, así como a Frank Sinatra y otros cantantes americanos de la época, lo que influyó en su versatilidad musical.
Además, Marín mencionaba la llegada de discos de Puerto Rico y Cuba que introdujeron nuevos ritmos y bailes, como el ‘tumbaito’, muy conocido en esa época. Su vida y su música fueron un testimonio de la diversidad cultural y la creatividad que florecieron en el Bronx y dejaron una marca perdurable en la música latina.