"Anteriormente, hace casi 10 años, cuando salíamos unos pocos a pajarear, la gente se asustaba cuando nos veían con cámaras y binoculares. Nos miraban con desconfianza. A veces llamaban a la policía. Ahora cuando nos ven por los caminos o en el interior del bosque, se acercan, nos preguntan por las aves y se quedan con nosotros. Eso nos da una idea sobre la percepción y sobre el crecimiento que ha tenido el aviturismo en Colombia”, cuenta Carlos Mario Wagner-Wagner, el caleño amante y protector de las aves y la naturaleza que dirige la Feria Internacional de Aves de Colombia que inicia mañana en Cali.
El encuentro anual, que llega a su novena edición, se convierte, cada vez más, en una de las citas con las aves más importantes de Suramérica, y tiene como objetivo promover el interés de la sociedad civil por la observación y la conservación de estas en Colombia, donde se han registrado 1951 especies.
“En Colombia casi que podríamos decir que en cada municipio hay por lo menos un grupo y una persona haciendo observación, esto se debe a las alianzas de quienes nos ayudan a divulgar el mensaje de ‘Colombia, el país de las aves”, comenta Carlos Mario, quien no tiene consciencia de cuándo empezó su amor por estos ejemplares, pero que ha dedicado gran parte de su vida a trabajar por su conservación y a invitar a personas de todo el mundo a que vengan a la ciudad y disfruten respetuosamente de ellas.
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“El problema que tenemos es que no nos hemos dado la oportunidad para apreciar las aves porque se nos han vuelto paisaje. Es increíble que en Cali nos podamos sentar a las cinco de la tarde, al frente del Hotel Intercontinental, en pleno centro, a ver grupos de hasta 50 individuos de guacamayas, que llegan al frente de las palmas de río. Este es un espectáculo de aves impresionante que solo se puede lograr en países tropicales”, explica Wagner, zootecnista de la Universidad Nacional de Colombia.
Al preguntarle ¿cuál es el pecado del pajarero? asegura que es “no ser conscientes de la riqueza natural que tenemos. Pensar que el ave solamente está allí y no dimensionar que estas hacen parte de un ecosistema y un ambiente natural que debemos cuidar”, eso para él, quien ama la tangara multicolor, es mucho más importante que la pinta, el equipo o el lugar en el que se hace aviturismo.
“Para salir a pajarear solo hace falta tener ganas, si salimos temprano hay más posibilidades de observar más aves, pero uno puede disfrutarlo de seis a seis, a casi cualquier a hora, y en Colombia, casi que desde cualquier lugar. Muchos creen que necesitan equipos, guías, o dinero para disfrutar de las aves, pero no es así. La naturaleza está al alcance de todos”, explica el director de la Colombia Birdfair, quien sí recomienda el libro de ‘La nueva guía de aves’, de Fernando Ayerbe, para empezar a pajarear. Muchos prefieren hacerlo solos y en silencio para no espantar a las aves, pero él no tiene problema en hacerlo con amigos expertos, o con conocidos que no saben nada de aves y están teniendo su primera cita con ellas.
El Quetzal Dorado en la Sierra Nevada de Santa Marta, es el que siempre se le escapa. Le ha hecho como cinco viajes y nunca lo logra, “pero al otro día de irme, el guía me manda fotos de que lo acaba de ver. Así es esto y por eso es una pasión a la que cada día se suman más personas”.
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