Maria Cecilia Botero, una de las actrices más queridas del país, regresa a la actuación en Hilo de sangre azul. Una protagonista bella que no se centró en su físico.
María Cecilia Botero Cadavid, una de las mujeres más queridas de la televisión colombiana, quien ha hecho protagónicos y antagónicos con la misma facilidad, no se siente diva. Aclara que no le tocaron los galanes bonitos de ahora, a excepción de Fernando Allende con quien protagonizó la película María.
Fue Manuelita Sáenz en la serie Bolívar, el hombre de las dificultades, María Cándida en La Pezuña del Diablo, Yadira La Ardiente en Caballo Viejo (el galán era Carlos Muñoz) y Sándalo Daza en Música Maestro (con Luis Eduardo Arango y Pacheco). En su rol de Rufina de Ferrero en Lorena, le hizo la vida imposible al personaje de Coraima Torres y en una de sus novelas recientes, La Suegra, hizo de una veterana quejumbrosa, Beatriz Eugenia Espitia.
Admite que su vida amorosa daría para un guion. Ha estado tres veces casada: con Juan Carlos Atuesta; con el escritor, productor y director de cine y televisión argentino David Stivel, de quien enviudó, y con el economista Mauricio Reina.
María Cecilia nació el 13 de mayo de 1955, es hija del actor, libretista y director Jaime Botero Gómez; sobrina de Dora Cadavid y hermana de Óscar y Ana Cristina Botero. Estudió antropología pero eligió, como ellos, la actuación.
Ha tenido roles destacados, en Dos Mujeres (premios TV y Novelas y Simón Bolívar a Mejor Actriz Protagónica), en AMA La Academia, Nuevo Rico Nuevo Pobre, Muñoz Vale por Dos, Secretos de Familia, La Bruja y La Hipocondríaca.
En los años 90 presentó el programa Día a Día en el Canal Caracol, junto a Catalina Gómez y Agmeth Escaf; condujo su talk show Las Tardes de María C., obtuvo el Simón Bolívar a Mejor Presentadora de Noticias por el Noticiero CM&, la Orden Simón Bolívar, la Gloria TV y la Placa Caracol como una de las mejores actrices colombianas.
Actualmente la vemos en Hilo de sangre azul, historia basada en la novela de Patricia Lara sobre un ambicioso inversionista, Pedro Ospina (Sebastián Espinosa), que engaña a quienes le confían su dinero y al final paga sus mentiras con su vida, tras hundirse en un mundo de traiciones que termina envolviendo a sus vecinos.
¿Cómo es su personaje, Sonia Díaz, en Hilo de sangre azul?
Es la mamá de una niña con conflictos por el peso y autoestima, bajita, que se enamoró del hombre equivocado, y descubre que se aprovechó de ella. Sonia tiene un matrimonio muy aburrido, no soporta al marido pero sigue adelante por su hija y hasta termina involucrada en la investigación de la muerte de Ospina, se vuelve esotérica, tiene momentos chéveres y aburridos.
¿Cómo ha sido su regreso a la TV?
La verdad, esta telenovela estaba grabada desde hacía dos años, la tenían guardada; casi había perdido la esperanza de que la sacaran. Fue lo último que hice, y unos capítulos en Las Hermanitas Calle. El tema de la televisión está muy raro, muy cambiante. Uno se encuentra cantidad de actores sin trabajo. No sé hacia dónde vaya esto, estamos en un momento de cambios, ajustes, la televisión va a cambiar como ha cambiado todo con la tecnología.
¿Qué fue lo mejor y lo peor de ser la reina de las telenovelas?
Nunca me sentí la reina. Entré a este medio hace 45 años y no había tanta competencia como ahora, ni tanta exigencia en aspectos diferentes a los del talento y el profesionalismo. Uno no tenía que estar yendo al gimnasio, ni preocuparse por si estaba gorda o flaca, bonita o fea. Nunca me di cuenta si era más o menos importante que otras actrices. Hoy en día, a las niñas que están en el plan de ser protagonistas les toca más duro, deben cuidar muchos aspectos, además del profesional. Para mí fue gozoso mi trabajo. Ahora de grande, gozo hacer de la mamá, de la tía, de la abuela, de la amiga, de mujer madura.
¿Cree que se discrimina mucho a los actores mayores en la televisión?
No solamente en la televisión. En otras carreras la gente llega a los 40, cuando se empieza a tener la real experiencia y ya parece que son viejos, prefieren a los jóvenes. Es el momento que vive la sociedad consumista, y en el medio nuestro, tan exigente con el aspecto físico, lo que pide el mercado es gente joven, bonita y por allá, en tercer lugar, profesionales.
¿Qué encanto tenían los galanes de telenovela de antes?
La verdad y con todo el respeto y el cariño por mis compañeros de esa época, hoy en día sí hay galanes chéveres, a mí no me tocaron tan chéveres. Era muy difícil conseguir actores como los que ve uno hoy, eran poquitos y no tan bonitos.
Hace bien de villana. ¿En la vida real qué defectos tiene?
La lista es larga, mi amor, soy perezosa, poco disciplinada. Yo miro hoy en día a todas estas mujeres tan disciplinadas con el ejercicio, con las dietas, con la comida, y me da envidia no tener esa disciplina y esa fuerza de voluntad que se me fue sin estrenar en esta vida. Soy desordenada y muchas otras cosas, pero no te las voy a decir, no está bueno que todo el mundo sepa tus defectos.
Pero en el archivo encontramos una foto suya haciendo ejercicio...
¡Uy! Esa es vieja. Treinta años tiene esa foto. Fue cuando llegué a los 30 años que me dio por cuidarme. Nunca me preocupó si me engordaba o no y he tenido un físico, gracias a Dios, buenísimo para resistir estar en la pantalla, pero me inventé un programa, Vivir mujer, en donde hacíamos ejercicio, hablábamos de la buena alimentación, de lo que ahora está de moda, convencida de ponerme juiciosa y no resultó, grabábamos los cuatro programas del mes, uno por semana; de resto, no hacía ejercicio.
¿Entonces cómo hizo para mantenerse tan bien físicamente?
Ha sido cuestión de genética y porque Dios me quiere mucho. Claro que a mis 60 años, me miro y digo: Si hubiera sido juiciosa, estaría como un pimpollo y no estoy como un pimpollo pero conservo la energía, la alegría y el bienestar que me produce mirar hacia atrás y saber que he vivido una vida maravillosa sin necesidad de haber sufrido por mantener un buen físico.
¿Su vida amorosa da para telenovela?
(Risas) ¡Ay, Dios santo! Mi vida amorosa... de todo se puede sacar una telenovela, hasta de mi vida amorosa. Tuve una hermosísima vida amorosa con el papá de Mateo, David (Stivel), lástima que nos duró tan poquito, se me fue muy rápido, quizás el final tan triste hace que sirva para argumento de novela. Después duré 20 años en una relación bonita con Mauricio (Reina). He sido muy estable en mis amores.
¿Es decir que en poco tiempo podríamos ver un biopic de María C.?
De pronto hasta me siento a escribir un guion, quien quita y de ahí hacemos una película aunque sea (risas).
¿Qué le diría hoy en día a David Stivel si pudiera hablar con él?
¡Ay! Qué difícil, no sé qué le diría. Le doy gracias a la vida y a Dios porque durante ese tiempo doloroso de la enfermedad, nos dijimos todo, no nos quedó nada en el tintero. Más que todo siento el agradecimiento por haberme acompañado, por haberme enseñado tantas cosas en tan poco tiempo y haberme dado el hijo tan maravilloso que hoy en día tengo, que si no hubiera sido hijo de él no hubiera sido tan maravilloso como es.
Vivió tres tipos de relaciones, una con un contemporáneo, otra con un hombre mayor y otra con uno menor. ¿La edad importa en el amor?
Mi conclusión es que la edad cronológica no tiene ninguna importancia, siempre y cuando en la edad emocional, intelectual o de conceptos seamos pares. David me llevaba 25 años y nunca sentí esa diferencia. Yo le llevo a Mauricio 7 años y tampoco la he sentido. Hay una edad emocional en la que uno está listo para encontrarse con el otro, independientemente de la cronológica. En mi primer matrimonio, Juan Carlos y yo teníamos la misma edad, duré cuatro años casada con él y conocí a David y me enamoré y a los 25 me casé con él.
¿Sigue creyendo en el amor?
Totalmente. El amor es el motor de la vida, y no me refiero a casarse o a vivir juntos sino a tener un compañero de vida. Nacimos para ser dos.
Lea aquí la segunda parte de este perfil de María Cecilia Botero