‘El maestro’ Óscar Rentería Jiménez desciende las gradas de los estudios de Paranova Films ubicados en una casa antigua en el barrio Granada de Cali, desde donde realiza sus intervenciones en el programa de televisión Conexión de Win Sports.

‘El maestro’ baja despacio, sujetando el pasamanos, mientras relata historias de amigos y familiares que se accidentaron precisamente por no utilizar las barandas.

– Yo era muy amigo de Germán Lázaro Rodríguez, el director de la orquesta la Nueva Sonora Matancera de Palmira. A él le resultó un contrato para actuar en un centro comercial, y se fue a firmarlo. Bajando las gradas se enredó, se fue de cabeza, se dio con la punta de la grada y murió con el contrato en la mano. Yo desde ahí digo: para algo pusieron los pasamanos.

‘El maestro’ es un contador de historias nato, un conversador con un arsenal de anécdotas suficientes como para que su interlocutor mantenga el interés durante horas. Es como si, al conversar, Rentería intentara una vez más lo que ha hecho desde siempre: cautivar a su oyente para evitar que cambie de dial.

1. El balón

La diez

Sentado en un café del barrio Granada, y después de saludar a varias personas que lo reconocieron - alguien le dijo en broma que debía tener un pacto con el diablo para mantenerse tan joven – ‘el maestro’ comienza a relatar su vida. En este punto cuenta cómo inició su relación con el fútbol.

– Yo me gané muchos correazos de mis padres porque, en la mañana, antes de entrar a la escuela Eustaquio Palacios, que todavía queda en la parte alta de la Loma de la Cruz, me iba a jugar a la cancha. Lo mismo hacía cuando salía. A mí me apasionó muchísimo el fútbol. Era mi debilidad. Mi vida era jugar al fútbol.

Cuando ‘el maestro’ entró a estudiar el bachillerato en el colegio Santa Librada, ya estaba como profesor de educación física un amante del deporte: don Pedro Manrique. Manrique invitaba a sus alumnos a practicar todos los deportes, y con él Rentería aprendió de béisbol, de voleibol, de atletismo, de levantamiento de pesas, algo que, muchos años después, le serviría enormemente en su carrera como periodista.

Sin embargo, en esos primeros años en el bachillerato lo que en realidad quería ser era futbolista. Jugaba de diez. Según dice ‘el maestro’ con una sonrisa pícara que le da cabida a la duda, “como Messi”.

Se fue a entrenar primero a las divisiones menores del Deportivo Cali, pero pronto desistió. Aunque el técnico Óscar Severiano Ramos pretendía que se quedara, el equipo entrenaba varios días en la semana, lo que le interrumpía sus estudios.

El mismo Severiano le recomendó probar en las divisiones menores del América, dirigidas por ‘Colada’ Rojas, que apenas entrenaba un día a la semana. Y así fue.

‘El maestro’ ya en esos años iba al estadio Pascual Guerrero como un aficionado más y de manera espontánea comenzó a escribir comentarios sobe los partidos. Los comentarios los dejaba en la portería de un programa radial que se llamaba Mundo Deportivo, y que se transmitía por Radio Pacífico de RCN.

El director, Alberto Iragorry, sin conocerlo siquiera, y tal vez suponiendo que se trataba de un oyente veterano y no de un jovencito, empezó a leer al aire las cartas que ‘el maestro’ remataba con su nombre completo: Óscar Rentería Jiménez.

Hasta que un día, mientras Óscar entrenaba con el América, el directivo Manuel Correa Valencia lo mandó a llamar.

– Usted no puede ponerse una camiseta del América, jugar en las divisiones menores, y luego ir a criticar al equipo profesional. Tiene que escoger. O juega en el América, o es periodista – le dijo.

¿Rojo o verde?

‘El maestro’ parte un trozo de una galleta y bebe un sorbo de un café lechoso mientras se dispone a aclarar un asunto que ha rondado su carrera como comentarista deportivo. Algunos aficionados del Cali dicen poder jurar con una Biblia en la mano que Óscar Rentería es hincha del América. A su vez los aficionados del América están segurísimos que es hincha del Deportivo Cali.

La historia que hay detrás del verdadero equipo de sus amores es una gambeta impecable para eludir tales señalamientos. Como Messi.

– Yo, la verdad, nunca fui hincha ni del Cali, ni del América. Yo viví en el barrio Libertadores, y aún recuerdo la dirección de mi primera casa porque mis padres me hicieron aprendérmela de memoria: Calle Tercera A, 14B /39. Todavía existe la casa, aunque con otra nomenclatura.

En ese entonces la ciudad tenía tres equipos profesionales: el América, el Cali y el Boca Juniors. Y frente a mi casa vivían los jugadores paraguayos del Boca como Pablito Centurión, que era el portero.

Recuerdo que cerrábamos la calle con piedras, colocábamos porterías pequeñitas y jugábamos cuadra contra cuadra. Era un ambiente muy sano y los jugadores del Boca que vivían frente a mi casa apostaban a los partidos de nosotros. Si ganábamos, nos entraban gratis al estadio.

También nos regalaban camisetas del equipo. De ahí que por tener tanta cercanía, cuando empecé a ir al estadio hacía fuerza para que Boca le ganara al Cali y al América. Ese fue mi inicio y por eso soy hincha de Boca. Lamentablemente el equipo no existe a nivel profesional en Colombia, pero sí en Argentina, y me dolió que perdiera la Copa Libertadores con River.

2. Sobre el oficio

‘El maestro’ revuelve su café mientras se dispone a contar su extenso recorrido en el periodismo. Todo empezó en la radio, cuando supo de una vacante de locutor en una emisora llamada Radio Sideral.

El turno iba desde la 12:00 de la noche hasta las 6:00 de la mañana, y consistía en anunciar música. Una vez terminaba, Óscar debía llegar a su casa y seguir para el colegio, - “mantenía dormido”- por lo que rápidamente se matriculó en la jornada de le noche en el Santa Librada. Con otro problema: no podía asistir a los partidos nocturnos.

Todo se solucionó después de que le surgiera la posibilidad de ingresar al periódico Occidente para hacer un reemplazo de Álvaro Angulo Albán, quien iba a ser enviado como corresponsal a una Vuelta a Colombia. Al principio, en el periódico ‘el maestro’ hizo algo que le da pena contar, “pero es la verdad”.

– Yo compraba el periódico que menos circulación tenía en Cali: El Siglo. Cogía las noticias de El Siglo y las redactaba de otra manera, para que la novia que tenía en ese tiempo me las escribiera en las cuartillas de Occidente. Yo hacía una montonera de noticias y al otro día, cuando don Raúl Echavarría Barrientos o Pacho Gómez Valderrama decían “material”, yo ponía en la mesa lo que mi novia me había transcrito a máquina. Lo que pasaba era que aunque sabía redactar más o menos las noticias, no sabía escribirlas a máquina.

Un día don Raúl Echavarría se paró frente al escritorio de Óscar después de que ‘Cochise’ Rodríguez ganara una etapa de la Vuelta a Colombia, y le pidió que escribiera el lead de la primera página.

Rentería sacó una cuartilla, la introdujo en la máquina de escribir, cuadraba las márgenes, volvió a sacar la cuartilla, mientras Barrientos seguía a su a lado. Hasta que Óscar no pudo más y le pidió que lo recibiera en su oficina.

– Yo quiero ser periodista, pero no sé escribir a máquina. Deme una oportunidad– le dijo llorando.

Barrientos le propuso un trato. Le dio diez días para aprender a escribir a máquina. Si lo hacía, se quedaba en el periódico. De lo contrario, se iba.

– Mi papá trabajaba en la Contraloría Municipal que quedaba en el edificio Moncaleano – en ese tiempo no existía el CAM–y yo por las mañanas me iba a la máquina que él tenía, una Remington, desesperado por aprender a escribir. Y aprendí rápido. Entonces le dije a don Raúl Echavarría Barrientos: yo ya sé escribir a máquina. Él me pidió que lo demostrara, y lo hice. Entonces don Raúl dijo: “le voy a dar un premio”. Y me mandó a cubrir los Juegos Panamericanos en Winnipeg en el año 1967, donde Cali se ganó la posibilidad de ser sede de los Panamericanos del 71.

Aquella fue la primera vez que Óscar Rentería Jiménez se montó en un avión, la primera vez que dio su gran salto en su carrera periodística. Unos años después, y de la mano de Pelé, ‘el maestro’ volvería a volar.

Pelé

La noche avanza y Óscar continúa hablando. Lo ha hecho durante todo el día, en sus programas. Su voz sin embargo no se altera, y eso que él no acostumbra a cuidarla demasiado. Alguna vez, después de conocer a un locutor que mantenía con bufandas y todo tipo de brebajes, entendió que el que más se cuida es el que más se enferma.

Tras su cubrimiento de los Juegos Panamericanos de 1967, retoma el relato, lo nombraron director de las páginas deportivas en el periódico Occidente. Al tiempo hizo una revista por su cuenta y Paco Luna, en Todelar, le dio la oportunidad de hacer las noticias para los boletines que cada hora emitía la emisora.

– Y un día llegué a Todelar, y me encontré con Joaquín Marino López, quien me dijo con esa voz hermosa (Óscar lo imita): “jovencito, yo he estado leyendo sus reportajes en el periódico, usted por qué no se viene a trabajar conmigo en el estadio”.

Joaquín Marino López era el dueño de la sintonía en el Pascual Guerrero, cuya tribuna occidental apenas tenía un piso. Joaquín Marino llegaba faltando 15 minutos para las 4:00 de la tarde – a esa hora empezaban los partidos- y cuando iba subiendo hacia la cabina, los espectadores movían el dial a la Voz de Cali, que era la emisora por donde transmitía.

Óscar aceptó trabajar con él en el Pascual y cuando entró a la cabina, se dio cuenta que era demasiado estrecha. Así que se le ocurrió pedirle permiso para que el técnico le pusiera un cable en la pista atlética, y trabajar desde allá.

– Ahí, por primera vez, la radio en Colombia sacó los equipos de la cabina. Con Mario Alfonso (Escobar) nos parábamos en la pista atlética y cuando terminaban los partidos arrancábamos a correr para ponerle los audífonos a los jugadores y entrevistarlos de primeros. La sintonía era impresionante, sobre todo porque yo también hacía shows para animar a la gente.

Un día a Óscar le propusieron hacer el mismo show, pero en el estadio El Campín de Bogotá. Jugaban la Selección Colombia contra Santos de Brasil. Rentería sabía que de lo que pudiera hacer esa noche a nivel nacional, dependería el futuro de su carrera.

Por intermedio de un jugador brasilero que jugaba en el Deportivo Cali contactó a un jugador del Santos donde estaba Pelé, para que ‘el Rey’ le concediera una entrevista.

– Entonces yo fui a hablar con Pelé, y lo primero que le dije, antes de hacerle el reportaje, fue: Pelé, a usted le han hecho muchos reportajes. En todos los idiomas le han preguntado sobre su vida. ¿Cuál es la única pregunta que no le han hecho? Y me dijo: “esa”. Y eso a él le encantó. Le hice el reportaje - yo grababa en esas grabadoras de cinta - y al final le conté lo del show. Le dije mire Pelé, yo le voy a pedir un favor. Yo quiero hacerle un reportaje a usted solo, en el estadio. Si usted no me ayuda, no va a ser posible porque todas las emisoras ya tienen micrófonos en la parte de abajo y cuando salga Santos a la cancha, se van a ir a buscarlo a usted. Y él me dijo: “te voy a ayudar”.

El ‘maestro’ hace una pausa, toma un nuevo sorbo de su café con leche, parte un nuevo trozo de galleta, y continúa.

– Entonces Pelé me dijo: “píntame cómo es el estadio”. Yo le dibujé por dónde salía Santos a la cancha. Pelé agregó: “hagamos una cosa. Yo voy hasta el centro de la cancha a saludar. De ahí me voy a venir a la portería que está paralela al camerino por donde salimos. Tú no vayas a irte conmigo que allá se van a ir todos. Tú te vas a la otra portería y allá nos vemos”.

Yo tengo la fotografía de esa noche que para mí fue memorable. Cuando Pelé sale, y arrancan a correr atrás de él decenas de periodistas, y yo solo en la otra portería, dije: donde este señor no venga para acá hago el ridículo más grande. Allí habría muerto Óscar Rentería para el periodismo. Pelé se fue trotando suavecito a esa portería donde lo seguían todos, y de allá metió un pique a la otra portería y yo quedé solo con él, le puse los audífonos e hice el show más grande y emocionante que hubiera podido hacer.

Cuando terminó el show, Bernardo Tobón de la Roche, el propietario de Todelar, fue informado por sus hijos de lo que acaba de suceder en El Campín de Bogotá, y decidió nombrar a Óscar Rentería para que dirigiera la transmisión deportiva más importante de la época: los Juegos Panamericanos de 1971.

3. El Pulso

Las historias que a continuación cuenta el ‘maestro’ no cabrían en el siempre limitado espacio de las páginas de un periódico. Fue periodista en Cúcuta, y en los partidos de visitante del equipo acostumbraba a llevar “la merca” para venderla y ganarse un dinero extra: radios, porcelanas, despertadores que compraba a un precio muy bajo en Venezuela.

En Cúcuta también llegó a escribir al tiempo los noticieros de los liberales, los conservadores y los anapistas, regresó a Caracol Cali para quitarle la audiencia a su maestro Joaquín Marino López, dirigió las transmisiones internacionales de Mundiales de Fútbol, Copas Libertadores, Copas América, Rodrigo Lloreda lo contrató para que escribiera su columna Tiros Libres en El País, formó parte de uno de los programas de radio más exitosos en la historia, La Polémica, se ganó la audiencia de la Plaza de Toros de Cañaveralejo en días en los que solo se escuchaba a Paco Luna, condujo – y aún lo hace- Chiva Deportes, el programa de televisión que pronto entrará en el libro de los Guinness World Récords por ser el único espacio deportivo que se ha mantenido al aire durante 31 años.

También, y después de haberse independizado junto al narrador Rafael Araújo Gamez de las grandes cadenas para hacer su propia empresa y conformar el Súper Combo del Deporte, ‘el maestro’, de nuevo, regresó hace un par de semanas a Caracol para reemplazar a Iván Mejía en el programa El Pulso del Fútbol, que se transmite a nivel nacional a la 1:00 de la tarde, y en donde comparte el micrófono con un querido amigo suyo: César Augusto Londoño.

– A mí me dio tristeza dejar a los muchachos del Súper Combo, me dio tristeza dejar a Rafael Araújo, me sentí mal, pero era algo que quería hacer porque había un tema que me fatigaba: trabajando en el Súper Combo, tenía que vender publicidad. Y para tener éxito como el que tuvimos con Rafael, teníamos que empezar a vender a las 7:00 de la mañana - desayunábamos con clientes - el resto de la mañana, toda la tarde, y parte de la noche, porque también comíamos con clientes. Eso tú lo haces un año y está bien. Pero ya diez años y más, llega un momento en que te saturas. En El Pulso en cambio no tengo que vender publicidad. Además César Augusto Londoño es un amigo fabuloso. Un amigo de tiempo completo. Y pasa una cosa curiosa: yo dirigí en Caracol todas las transmisiones internacionales durante muchos años. Y César era mi brazo derecho. Ahora es mi jefe en El Pulso. A mí me enseñaron que para aprender a mandar, hay que aprender a obedecer.

Tiempo libre

Como ya no tiene que vender publicidad, ahora ‘el maestro’ se levanta temprano y camina media hora en la mañana. En la tarde, después de trabajar, regresa a su casa a almorzar, algo que no hacía desde hacía mucho tiempo. También juega billar a tres bandas en el Master Club del barrio Alameda, donde, dice, cuenta con un rival por lo general muy fácil de vencer: su amigo “y jefe en El País”, César Polanía.

Además ‘el maestro’ disfruta de la música, otro de sus pasatiempos en el que incluso, ha incursionado como compositor. Sucedió en un vuelo entre Miami y Los Ángeles para dirigir la transmisión del Mundial de Estados Unidos 1994. El trayecto era demasiado largo, por lo que a Óscar se le ocurrió componer una letra con la historia de una mujer que, aunque está con otro hombre, alguien más la ama. Le letra llegó a manos del cantante Darío Gómez, que la convirtió en un éxito nacional. ‘Mujer Ajena’, se llama la canción.

– Entonces esa, más o menos, ha sido mi vida. Tengo una familia maravillosa, una esposa, Amparo Maglioni de Rentería, que ha sido determinante. Mejor mujer que ella no encontraría en el mundo. Tengo tres hijos fabulosos también, y hoy me siento realizado como persona, y como periodista – dice ‘el maestro’ al tiempo que en el café donde nos encontramos cierran las puertas.

El dial, durante toda la noche, jamás se movió.