La capital colombiana es frecuentemente conocida por sus parques de diversiones como Salitre Mágico, Mundo Aventura, el Museo de los Niños o el Parque Los Valentinos, que atraen a multitudes de personas residentes o turistas en busca de emociones y entretenimiento. Sin embargo, antes de estos gigantes de la diversión bogotana había un lugar popular que cautivaba a los corazones de los ciudadanos capitalinos: Camelot.
Este parque, ubicado en el norte de la ciudad, progresó en las décadas de 1990 y 2000, pero su destino se tornó sombrío, dejando tras de sí un enigma que perdura hasta hoy en día.
En noviembre de 1998, Bogotá se maravilló con la inauguración de Camelot, ubicado en el centro comercial outlet Bima, en la Autopista Norte con carrera 235. Este parque, que algunos pusieron como apodo ‘el parque de diversiones de la gente rica’, para ‘gomelos’, se convirtió en el ícono del norte de la capital. Era un sitio donde las familias se reunían para disfrutar de montañas rusas, carros chocones, una rueda de la fortuna y otras atracciones que prometían días de mucha diversión.
Camelot no solo era un sitio de diversión, también sirvió de escenario para producciones de telenovelas colombianas exitosas como Padres e hijos y Pedro, el escamoso por su popularidad en la época. Durante sus primeros meses de funcionamiento, Camelot parecía destinado a un futuro brillante. Sin embargo, un trágico incidente fue el que cambió su destino.
El incidente que cambió la historia de Camelot
En enero de 1999, un ciudadano que se llamaba Jorge Moyano sufrió un fatal accidente en una de las montañas rusas del parque, y perdió la vida en el acto. La noticia conmocionó a la ciudad y al país, y en consecuencia la reputación de seguridad de Camelot se agrietó inevitablemente. A pesar de este oscuro episodio, el parque intentó mantenerse abierto y recibió a más de 650.000 visitantes anualmente en su apogeo.
Sin embargo, el recuerdo del trágico accidente nunca se desvaneció entre los bogotanos, y la montaña rusa fue cerrada permanentemente. Con el tiempo, las atracciones comenzaron a deteriorarse, y la afluencia de visitantes disminuyó gradualmente. Mantener el parque en funcionamiento se convirtió en una organización insostenible.
Así se encuentra hoy por hoy Camelot
Hoy en día, Camelot permanece en ruinas y abandono, como si el tiempo se hubiera detenido. Esporádicamente, la curiosidad de aquella memoria, de lo que fue, ha llevado a que los niños y adolescentes de esa época, hoy ya adultos, se interesen en el parque. Algunos, motivados por sus experiencias, otros por nunca haber ido, los han llevado a ir hasta el lugar donde funcionaba para realizar las llamadas ‘exploraciones urbanas’.
Cuando se llega a la entrada, aún se pueden apreciar algunas máquinas que parecen estar congeladas en el tiempo, casi como si fueran nuevas. Parte de la infraestructura, incluyendo los castillos y otras edificaciones, sobreviven aún, aunque visiblemente están deterioradas y cubiertas de grafitis. Las atracciones que alguna vez deleitaron a multitudes ahora permanecen inmóviles y silenciosas, atrapadas en esa nostalgia de quienes alguna vez las disfrutaron.
Las montañas rusas, los carros chocones, la rueda de la fortuna y las plazoletas de comidas, que solían dar vida y luz al parque, ahora permanecen en silencio.
A pesar de que hasta nuestros días aún no se conocen claramente las razones detrás del cierre de Camelot, persisten las leyendas urbanas que sugieren que varios accidentes dentro del parque llevaron a la pérdida de confianza por parte del público bogotano. Entre estos relatos, el más escalofriante es el de la muerte de Jorge Moyano en la montaña rusa. Estas historias, ya sean reales o exageradas, contribuyeron a bajar la reputación del parque y a su vez, en la historia de “El parque de atracciones de Bogotá que está en ruinas”.
La popularidad del video de Bolaños, publicado hace casi una semana, ha desencadenado una ola de nostalgia y recuerdos compartidos en las redes sociales. Opiniones de antiguos visitantes han surgido, algunos recordando la sensación de inseguridad en las atracciones, mientras que otros comparten anécdotas de viajes escolares cancelados debido a la “calamidad” que rodeaba al parque.